La 55 Bienal de Venecia, que acaba de abrir sus puertas al público, es una exposición cuyo curador bien podría haber sido Jorge Luis Borges, con la excepción tal vez del polémico pabellón de su propio país, Argentina, que presenta una obra sobre la figura de Eva Perón.
Bajo el título de El Palacio Enciclopédico, la muestra principal reúne a más de 150 artistas de 38 países.
Muchos de ellos tratan temas que le eran caros al escritor porteño y universal, como las bibliotecas, las enciclopedias, los laberintos, los mundos alternativos, los sueños, el tiempo, la geometría, el infinito, la locura y la muerte.
Y algunos se refieren directamente a obras de Borges, como el pintor polaco Jakub Julian Ziólkoski y la griega Cristiana Solou, que crearon especialmente para esta bienal piezas inspiradas en El libro de los seres imaginarios, o el italiano Gianfranco Baruchello, cuyas maquetas remiten a La biblioteca de Babel.
Una sala especial está dedicada a un compatriota y gran amigo de Borges, el artista, astrólogo y filólogo Xul Solar.
Literatura y artes visuales
La exposición -que abre con el Libro Rojo de Carl Gustav Jung, en el que durante 16 años el influyente psicoterapeuta suizo reunió imágenes, pintadas por él, de sus sueños y visiones– celebra con profusión los encuentros entre la literatura y las artes visuales.
El artista colombiano José Antonio Suárez Londoño, por ejemplo, ofrece una serie sorprendente de pequeños dibujos inspirados en los diarios de Franz Kafka, mientras que el video que presentan la brasileña Tamar Guimarães y el danés Kasper Akhoj, sobre las "ciudades transitorias" imaginadas por espiritistas de Brasil, hace pensar en Las ciudades invisibles del novelista italiano, nacido en Cuba, Italo Calvino.
Otra obra fabulosa proveniente de Brasil es la de Arthur Bispo do Rosario, quien produjo más de 800 tapices y esculturas -como preparación para el Juicio Final- durante las cinco décadas que estuvo internado en un hospital psiquiátrico de Río de Janeiro.
A su lado se exhibe una selección de los cientos de pequeños dibujos de Frédéric Bruly Bouabré, de Costa de Marfil, fundador de una religión, la Orden de los Perseguidos, y creador de un alfabeto pictográfico.
Sin duda, esta bienal será recordada por su amplia inclusión del llamado "outsider art", el arte de los marginados, de los autodidactas, de los visionarios, de los "enfermos mentales", de los presidiarios.
"La exposición adopta un enfoque antropológico al estudio de las imágenes, prestando especial atención a los ámbitos de lo imaginario y de las funciones de la imaginación", escribió el curador de El Palacio Enciclopédico, Massimiliano Gioni.
"¿Qué espacio hay para las imágenes internas –los sueños, las alucinaciones y visiones– en una era asediada por las externas? ¿Y de qué sirve crear una imagen del mundo cuando el propio mundo se ha convertido cada vez más en una imagen?", añadió.
No llores por mí, Argentina
Además de la exposición principal y de numerosos eventos colaterales, en esta edición de la bienal se presentan 88 pabellones nacionales, diez de ellos por primera vez, incluido el de Angola, que recibió el León de Oro a la mejor participación nacional.
El Vaticano, que este año tiene su primer papa sudamericano, el ex arzobispo de Buenos Aires Jorge Mario Bergoglio, también acaba de inaugurar su primer pabellón en Venecia.
Justo al lado, está el nuevo pabellón de Argentina, que ofrece una gran instalación llamada Rapsodia inconclusa, de Nicola Costantino, sobre la representación de Eva Perón en su país.
La instalación, de una realización muy precisa y de una gran fuerza poética, está dividida en cuatro partes.
En la primera hay proyecciones panorámicas de videos en los que la artista hace el papel de Evita en la sala de su casa, en la segunda las imágenes sólo aparecen en dos espejos de su dormitorio, pero en la tercera la ex primera dama ha desaparecido y sólo se ve un arnés motorizado que se desplaza en línea recta dentro de una habitación de cristal, chocando a veces con sus paredes.
"La exposición adopta un enfoque antropológico al estudio de las imágenes, prestando especial atención a los ámbitos de lo imaginario y de las funciones de la imaginación"
Massimiliano Gioni, curador de El Palacio Enciclopédico
Según la artista, esto hace referencia a una estructura de metal supuestamente usada por Eva Perón, cuando ya estaba mortalmente enferma, para mantenerse en pie durante su última aparición pública.
En la parte final de la instalación, hay una mesa de acero inoxidable con una montaña de lágrimas de hielo, que aluden a la tristeza de millones de sus seguidores cuando murió.
El omnipresente Borges aquí no podía faltar y en el catálogo de la muestra el curador, Fernando Farina, cita un verso de su poema "Un sábado": "Estoy sólo y no hay nadie en el espejo". (El original realmente dice "está", en lugar de "estoy").
Deconstruir el mito
A Borges, quien era abiertamente antiperonista, posiblemente le habría gustado la propuesta de Costantino de deconstruir el mito de la ex primera dama.
"La intención de la instalación es hacer que su figura desaparezca poco a poco porque me parece que el problema con la figura de Evita es que se nos ha comunicado de una forma dogmática; siempre su rostro, su fisionomía, su iconografía", le dijo la artista a BBC Mundo.
Pero el escritor habría puesto el grito en el cielo al enterarse de que, al final de la instalación, el gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner –a quien también citan en el catálogo– instaló un "espacio informativo institucional" para ofrecer la versión oficial de la imagen de Evita, con tres grabaciones de video, tituladas Vida, Muerte y Resurrección.
La selección hace pensar en la imagen del peronismo (y el kirchnerismo) que proyecta en Buenos Aires el Museo del Bicentenario, inaugurado en 2011. Pero en Venecia parece estar fuera de lugar.
Costantino y Farina se enfurecieron por la decisión gubernamental y escribieron en la pared de la sala oficialista un texto que dice: "El curador y la artista consideran este espacio innecesario y que puede confundir la interpretación de la obra".
La artista le dijo a BBC Mundo que la decisión de incluir esa sala fue tomada "personalmente por la presidenta argentina para transmitir el mensaje de que Evita sigue viva".
"El curador y yo consideramos que es algo muy tendencioso. Ha sido un gran error del gobierno y ha caído muy mal. Mi intención es deconstruir esa imagen política y dogmática de Evita. Yo quiero presentarla desde un punto de vista más emotivo, íntimo y femenino", añadió.
¿Se hunde Venecia?
A pocos pasos del pabellón de Argentina está el de Chile, desde donde uno de los artistas más destacados de ese país, Alfredo Jaar, cuestiona precisamente el hecho de que en Venecia todavía haya pabellones nacionales y la naturaleza de estos.
"La selección hace pensar en la imagen del peronismo (y el kirchnerismo) que proyecta en Buenos Aires el Museo del Bicentenario, inaugurado en 2011. Pero en Venecia parece estar fuera de lugar"
Su instalación, Venezia, Venezia, consiste en un estanque metálico lleno de agua del que, cada tres minutos, emerge una réplica perfecta de la principal área expositiva de la bienal, los Giardini, con sus 28 pabellones. Pocos segundos después se vuelve a hundir.
"Esta obra es una invitación poética a reconsiderar el modelo de la bienal… Cuando uno mira a los Giardini, ¿qué nos dice la arquitectura?, nos dice que hay un orden obsoleto, arcaico, que no refleja la fluidez, la movilidad de los artistas y de la cultura actuales", le dijo Jaar a BBC Mundo.
"Un artista puede nacer en un lugar, estudiar en otro y trabajar en un tercero sobre temas relacionados con otro lugar y esa movilidad no está representada en la arquitectura de los Giardini", señaló.
Pero no es difícil adivinar que este año la propuesta curatorial incluyó destacar la movilidad, la colaboración y el intercambio del arte actual y varios de los pabellones lo hicieron en mayor o menor medida.
Intercambio cultural entre naciones
Francia está representada por el artista Anri Sala, nacido en Albania, pero su obra se muestra en el pabellón alemán.
Por su parte, los representantes de Alemania – el chino Ai Weiwei, el alemán Romuald Katmakar, el sudafricano Santu Mofokeng y la india Dayanita Singh, presentan sus trabajos en el pabellón francés.
En el pabellón de Cuba, junto a artistas de la isla como Lázaro Saavedra, Sandra Ramos, Tonel, Liudmila & Nelson, Glenda León y María Magdalena Campos-Pons, los curadores incluyeron, entre otros, al italiano Gilberto Zorio y el austriaco Hermann Nitsch.
Campo-Pons y su esposo, el compositor estadounidense Neil Leonard, aprovecharon que el pabellón cubano está situado en un museo arqueológico para presentar, entre bustos de emperadores romanos, una instalación bellísima, 53+1=54+1=55. La letra del año, con jaulas de pájaros dentro de las cuales hay pequeñas pantallas con grabaciones de la vida cotidiana en Cuba y de reflexiones sobre la diáspora cubana.
Y para quienes se quejen de que en esta bienal no hay muchas obras conceptuales, ahí está también la de Glenda León, La música de las esferas, que invita a soñar sobre viajes en el tiempo y el espacio y a reflexionar sobre los orígenes y el devenir de la cultura occidental.
Si uno cierra los ojos mientras escucha sus sonidos, se puede trasladar, evitando a los miles de caminantes en las callejuelas venecianas, al pabellón de México, donde Ariel Guzik presenta un extraordinario instrumento, Cordiox, que traduce el espacio en sonidos, entre las ruinas de la enorme iglesia de San Lorenzo, donde se cuenta que Antonio Vivaldi iba a ensayar, debido a su calidad acústica.
Las ruinas evocan otras que aparecen en un enorme retrato en blanco y negro como parte de la instalación de Jaar en el pabellón chileno: del artista italiano Lucio Fontana cuando regresó a Milán, desde su Argentina natal, después de la segunda guerra mundial, y encontró su taller destruido.
En ambos casos, la cultura renace en medio de los destrozos. Las ruinas circulares siempre hacen pensar en Borges.