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Jacinta R. Trobo

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Como si fuera un viñedo, en el club vigilan los nutrientes y variaciones de cada "cogollo".

Lo primero que impacta al entrar en el pequeño galpón donde funciona la base de operaciones del club cannábico Tricoma es el olor, que lo impregna todo. En apenas un puñado de metros cuadrados, Pedro Bianchi y Federico Mello, los directores de cultivo del club, se las ingenian para producir hasta diez especies diferentes de marihuana.

Son poco más de las diez de la mañana de un sábado y Pedro nos recibe en el portón de una casa familiar en un barrio del corazón de Montevideo. No hay carteles, nada indica que allí se producen cientos de gramos de marihuana por mes.

Si bien funcionan de forma legal desde el año pasado, Pedro y los socios de Tricoma prefieren que la ubicación se mantenga en secreto. "Por seguridad y para no tener problemas con los vecinos" alegan.

Estos clubes cannábicos son una de las alternativas legales que existen hoy en Uruguay para conseguir marihuana. En ellos, entre 15 y 45 consumidores se asocian para producir y distribuir de forma colectiva.

La regularización de la Ley de producción, distribución y venta del cannabis aprobada a finales de 2014 les dio luz verde para producir marihuana.

Tanto Pedro como Federico cultivaban de forma ilegal desde hacía años. "Corríamos ese riesgo porque queríamos saber qué fumábamos, tener el control sobre lo que introducíamos en nuestro cuerpo" detalla.

99 plantas

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Mientras, abre una bolsa de plástico con cierre hermético y saca una flor de marihuana. La desmenuza y explica las propiedades de la variedad que tiene en las manos."De mañana me gusta fumar LSD para estar bien despierto", afirma.

Un par de hondas bocanadas, algunos sorbos de amargo mate y empieza el tour.

El director de cultivo explica con detalle el ciclo de vida de la planta y relata cada paso a seguir para conseguir los mejores "cogollos", palabra utilizada en Uruguay para denominar a las flores de la marihuana que contienen la sustancias cannabinoides.

Algún mimo y una sistematización rigurosa son los ingredientes principales para poder consumir flores de calidad, con un buen "pegue" y lo más naturales posible.

Restan sólo unos minutos para las 11. A esa hora empieza el ciclo nocturno de las plantas y las luces de la sala de floración se apagarán durante 12 horas. Pedro abre el candado que encierra el tesoro más preciado del club, las 99 plantas en flor (máximo permitido por la Ley).

Examina algunas flores y explica las características de cada variedad y de las diferentes formas de cultivo. Como cualquier catador de vino, distingue cada cepa por el olor y aspecto de sus "cogollos".

"En este tipo de cultivo bajo techo debemos simular la perfección del afuera para hacer rendir la producción", explica. Para respetar los ciclos vitales de las plantas, después de las once, no se pueden prender las luces ni abrir la puerta de la sala.

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¿Cómo funciona la regulación en Uruguay?

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Además de este tipo de clubes, los uruguayos tienen otras dos alternativas legales para conseguir marihuana: el auto cultivo y un sistema de producción estatal que comercializará la marihuana en farmacias hacia finales de 2016.

Aprobada durante el gobierno del ex Presidente José "Pepe" Mujica como apuesta para combatir al narcotráfico, esta norma posicionó a Uruguay a la vanguardia mundial, convirtiéndose en el primer país del mundo en regular el cultivo, distribución y consumo de la marihuana.

Según establece la Ley, cada club puede tener entre 15 y 45 socios. Además, es requisito indispensable ser residente en el país. El máximo anual permitido es de 480 gramos por cada uno de los socios de un club.

El Instituto de Regulación y Control del Cannabis (IRCCA) es el organismo responsable de otorgar las habilitaciones legales tras analizar el plan de producción y visitar las instalaciones donde el club funcionará. Hasta el momento, diez clubes tiene su situación regularizada.

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Salimos al patio y empieza a sonar música brasileña. La discreción es parte fundamental de todo el funcionamiento y es mejor que los vecinos no sepan de qué estamos hablando ni para qué.

La camaradería impera entre los 22 socios de Tricoma que habitualmente visitan esta casa. Cuando vienen, ayudan con las labores de jardinería, experimentan alguna cepa nueva y comparten sensaciones. Además se llevan unos 40 gramos de marihuana por mes para consumir con fines recreativos.

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Sólo se pueden cultivar hasta 99 plantas.

Como ellos mismos se definen, Tricoma es un grupo de amigos. Gracias a su perseverancia, son el segundo club habilitado para producir marihuana en Uruguay.

La edad media de los miembros de este club ronda los 35 años. El costo de la matrícula para el ingreso es de 6.000 pesos (algo más de 185 dólares) y, mes a mes, cada uno abona una cuota de 2.800 pesos (unos 86 dólares).

Todo importa

Las señas de identidad de Tricoma son dos: la investigación y la trazabilidad. Los cultivadores registran meticulosamente cada paso durante el crecimiento de la planta para identificar las propiedades de cada una.

Además, en los paquetes que arman mensualmente para entregar a los socios, incluyen etiquetas donde se especifica el origen de cada "cogollo". De esta forma pueden ir personalizando las entregas mensuales a gusto del consumidor.

"Cada nutriente importa, cada variación que haces conlleva un efecto distinto y potencia un uso diferente del cannabis", explica Bianchi.

La ronda de mate y porro sigue girando. Tanto la infusión como la marihuana son sustancias con rituales parecidos en Uruguay, deben compartirse e ir pasando de una mano a otra. Seguimos con LSD, una cepa que agudiza los sentidos y permite concentrarse en los pequeños detalles que de otra forma pasarían desapercibidos.

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En el club se cultivan diez especies diferentes de marihuana.

"Fumar de forma recreativa es sólo la punta del iceberg de todos los usos del cannabis" sentencia Lucía, secretaria del club, quien también participa de la charla. "Existen posibilidades de utilizar el cáñamo como fibra textil o en la fabricación de ungüentos y aceites con fines medicinales" explica.

"Una vez entregada la marihuana, cada socio decide como consumirla. Las posibilidades son muy amplias. Sabemos que hay socios que cocinan con ella y otros que la usan con fines medicinales para ellos o algún pariente cercano", subraya Bianchi.

Los socios de este club consiguieron el primero de sus sueños, fumar legalmente el cannabis que ellos mismos cultivan. Ya se están preparando para la segunda cosecha, que empieza en pocos días. Sus próximos objetivos: mudarse a un lugar más grande donde plantar más y mejor, y abrirse a la comunidad para organizar talleres y debates sobre cómo y para qué cultivar marihuana.