Pero hace 70 años, este hijo de un obrero metalúrgico cambió el curso de nuestra vida cotidiana.

El "prof Taffy" Gowen logró miniaturizar la infraestructura del radar a tal punto que pasó de requerir una red nacional de postes que medían 15 metros en 1935 a algo que, para 1943, podía ser montado en las narices de los aviones durante la Batalla del Atlántico.

Eso implicó que mientras los aliados podían detectar los U-boote desde 160km de distancia esos sumergibles y submarinos alemanes no notaban su presencia hasta que los aviones estaban prácticamente encima de ellos.

Como resultado, la Armada Real y la Fuerza Aérea Real británicas lograron vencer el dominio nazi en el Atlántico Norte, abriendo rutas para que llegaran cargamentos vitales de armas y alimentos desde Estados Unidos al Reino Unido, lo que desbarató el plan de Adolf Hitler de sacar a los británicos de la guerra privándolos de alimentos y armas.

En el aire, la sala y la cocina

Como si eso no fuera suficiente, los avances que Bowen hizo en el campo del electromagnetismo durante su carrera llevaron directa e indirectamente a una serie de otros adelantos:

  • Los sistemas modernos de control de tráfico aéreo.

  • Tubos de rayos catódicos de televisores, monitores y osciloscopios.

  • Hornos microondas.

  • Cables eléctricos aislados.

  • Lluvia artificial.

  • El radiotelescopio que recibió las primeras imágenes del alunizaje en 1969.

"Taffy nació en mayo de 1911 en el seno de una familia de clase trabajadora de Swansea que no se distinguía por nada en especial, pero desde joven era obvio que era diferente", asegura Mike Charlton, de la Universidad de Swansea.

"Para 1920 ya había hecho su propio transmisor de radio a válvula. Un logro maravilloso para cualquier niño de 10 años de edad, entonces y ahora, pero tenga en cuenta que esto es dos años antes de que la BBC hiciera la primera transmisión de la historia".

"Llegó a la Universidad de Swansea a los 16 años; cuando tenía 19 ya había acabado su master en ciencia y a los 24 años recibió el título de Catedrático", recuenta Charlton.

Aeronaves enemigas

Barco en mira de periscopio

Churchill dijo que lo único que realmente lo asustó durante la guerra fue el peligro de los U-boote.

En 1935, la genialidad de Bowen llamó la atención del inventor del radar, el científico escocés Robert Watson-Watt.

Él estaba dedicado a un proyecto secreto que se derivaba del radar, investigando si se podían usar ondas electromagnéticas de alta energía como un "rayo de la muerte" para derribar aeronaves enemigas.

Bowen descubrió en poco tiempo que la potencia necesaria para crear tal rayo mortífero hacía que la noción fuera impráctica. Sin embargo, como explica Charlton, notó que si se usaban microondas de frecuencias más cortas se mejoraba considerablemente la eficacia del radar de Watson-Watt.

"La radio viaja en ondas con curvas que miden metros -explica. Su arco es tan vasto que fácilmente pueden fallar, incluso cuando se trata de algo del tamaño de un avión, de manera que el radar requería de enormes cadenas de transmisores en todo el país".

"Pero Taffy descubrió que las microondas, con sus frecuencias más cortas y energía más alta, bombardean algo del tamaño de un avión con muchas más ondas y devuelven una imagen más clara por la energía despedida", agrega.

U-boote

Los U-boote de los nazis impedían el paso de suministros para los británicos.

Para ilustrar, Charlton sugiere pensar que "si uno tira un balde de agua desde una ventana es comparativamente más fácil evadirlo y evitar mojarse que si llueve".

Sin rayo de la muerte, pero alcanzó la Luna

A pesar de que el rayo de la muerte de Bowen nunca se convirtió en realidad, el principio sigue vivo hasta el día de hoy en muchas cocinas, en la forma del horno microondas, así como su investigación sobre los tubos de rayos catódicos, que influyeron en el diseño de los televisores hasta el advenimiento de la pantalla plana.

Después de la guerra, Bowen cambió la vieja Gales del sur por la Nueva Gales del Sur, en Australia, donde construyó el radiotelescopio Parkes, que recibió las primeras imágenes del momento en el que el hombre llegó a la Luna en julio de 1969.

Bowen murió en Sídney en 1991, a los 80 años.

Según Charlton, quizás el experimento que más lo define es el más extravagante.

"A Taffy le fascinaba el cricket y navegar, y ambos pasatiempos dependen del clima. Cuando se enteró de que los estadounidenses estaban intentando producir y controlar la lluvia con la siembra de nubes, se entusiasmó con la idea y mejoró dramáticamente su efectividad".

"Eso muestra por qué Taffy era tan exitoso: no sólo era un científico brillante sino que contaba con la imaginación para anticipar cómo lo que estaba haciendo podía beneficiar al mundo real", señala Charlton.