Los sobrevivientes viven entre los muertos en la ciudad de Tacloban.

Mientras conducimos hacia la localidad, podemos ver decenas de cuerpos en descomposición en la carretera. Han pasado tres días desde que el tifón Haiyán tocó tierra y los muertos aún no han sido enterrados. Los transeúntes se tapan el rostro con pañuelos para tratar de ocultar el mal olor.

Muchos buscan a sus seres queridos que han desaparecido. Como todas las líneas de teléfono están caídas, la única manera de hallar a alguien es saliendo a buscarla.

En el centro de Tacloban se observa apenas un edificio en pie. Las calles ahora se reducen a un desastre de escombros.

Auto destrozado en Tacloban

Los sobrevivientes dividen su tiempo: buscan comida y suministros médicos y también a los seres queridos que desaparecieron tras el tifón.

Luego de que una pared de agua golpeara a la ciudad, las escenas son una reminiscencia del tsunami ocurrido en Asia en 2004 y en Japón en 2011.

El golpeado aeropuerto es ahora el centro de la operación de rescate. Pero, al menos por el momento, la ayuda no está llegando lo suficientemente rápido.

Devastación abrumadora

Cientos de personas acudieron a la terminal este lunes desesperadas por obtener cualquier ayuda posible.

"Tenemos mucha hambre y sed", me dijo una mujer con lágrimas en los ojos que ha dormido sobre el asfalto desde que su casa fue derribada.

Al lado de la torre de control del aeropuerto, escuchamos gritos de dolor que provienen del hospital que se ha improvisado en el lugar.

Muchos de los heridos están siendo atendidos sin anestesia. Un hombre de unos 30 años se retuerce de dolor, mientras los médicos trabajan para curar una enorme herida en su pierna izquierda.

Muy cerca, una mujer acaba de dar a luz en medio de los escombros. Nos dice que su hija recién nacida se llama Baja Joy. La niña ha nacido en un mundo al revés.

Filipinas: sobrevivientes del tifón Haiyán suplican por ayuda

Superviviente del tifón Haiyán en Tacloban, Filipinas

La BBC recorrió la ciudad de Tacloban, donde se cree que murieron unas 10.000 personas. Los afectados piden agua y comida.

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Hay otra joven que también está en trabajo de parto. "Puja, puja", dice el médico mientras estrecha su mano.

En lo que queda del aeropuerto, cientos de personas desesperadas hacen cola para salir de Tacloban en el avión que puedan.

"Esta es la única oportunidad de mi papá para seguir con vida", me asegura Peter Minoc mientras empuja la silla de ruedas que lleva a Filamon, su padre de 86 años de edad, hacia un avión de carga militar. "Necesita una diálisis y no la ha tenido en dos días. Está en estado crítico".

También hay mucha gente desesperada por comunicarse con sus familiares para hacerles saber que están vivos.

Liliane Cortez relata a la BBC que sobrevivió al tifón aferrándose a un poste de concreto, mientras el viento arrazaba con su casa. "Sentía que no era lluvia lo que caía sobre mi rostro, sino agujas", dice esta mujer, que ahora está desesperada por decirle a su padre Norberta Balsera que se las arregló para sobrevivir.

Liliane Cortez

Muchos, como Liliane Cortez, están desesperados por hacer saber que sobrevivieron.

A pocos kilómetros del aeropuerto nos encontramos con el secretario del Interior de Filipinas, Mar Roxas, quien se encuentra en el medio de la calle dirigiendo el tráfico. "Avance, avance", exclama tratando de descongestionar el tráfico a través de los escombros.

La devastación aquí es abrumadora y hay pocos indicios -al menos hasta ahora- de que el gobierno esté gestionando la ayuda que tantos necesitan.

Pero las personas están haciendo todo lo que pueden para darse una mano. En el centro, hay quienes caminan sobre lo que quedó de un supermercado y se llevan todo lo que pueden.

Quienes se quedaron sin nada buscan lo que sea que puedan encontrar. Y al menos que la ayuda llegue rápidamente, la poca comida que queda se acabará pronto.

Filas de personas que esperan para salir de Tacloban

En el aeropuerto de Tacloban, los residentes se aglomeran para recibir ayuda.