El jefe del ejército egipcio, el General Abdul Fattah al-Sisi, ha advertido que las tensiones políticas que se viven en el país podrían llevar a Egipto al borde del colapso. ¿Podrá sobrevivir la recién creada democracia forjada en la revolución iniciada en 2011?
Leila, una profesora de unos 40 años que viste con un velo en la cabeza, fue una de las muchas personas con las que hablé en la plaza Tahrir de El Cairo.
Me pregunté qué hacia en este lugar, en la fecha exacta en la que se cumplía el segundo aniversario del inicio de la revolución que acabó con el derrocamiento de Hosni Mubarak, pidiendo la dimisión del nuevo presidente egipcio. "Porque nada ha cambiado", me dijo.
"El presidente Morsi no es diferente. Una mafia ha reemplazado a la otra. Esto no es por lo que luchamos", aseguró.
No es difícil establecer paralelismos entre lo que está sucediendo ahora y la revolución de 2011.
La vista de la plaza llena de manifestantes, el olor a gas lacrimógeno, los mismos eslóganes y, trágicamente, las noticias de muertes en los enfrentamientos que se han producido por todo Egipto.
"El presidente Morsi no es diferente (a Mubarak). Una mafia ha reemplazado a la otra. Esto no es por lo que luchamos"
Leila, profesora
Pero, por supuesto, algo ha cambiado.
Le planteo a Leila que el hombre del que está pidiendo la dimisión no es un dictador, sino alguien por el que han votado sus compatriotas.
Me da una respuesta algo preocupante. "Sí, pero la gente que votó por él no tiene educación".
No es la primera vez oigo una respuesta similar.
Otro de los que se oponen al presidente Morsi es el sociólogo Saed Sadak, de la Universidad Estadounidense de El Cairo.
"Morsi fue rechazado en las áreas urbanas. Fueron las zonas rurales de Egipto las que le votaron por él y los Hermanos Musulmanes", señala.
"¿No es así como funciona la democracia en todo el mundo?", le pregunto. "No todo el mundo obtiene lo que quiere y siempre pueden echarlo en las próximas elecciones", le digo.
La respuesta de Sadek es directa. "Es como si me dijeras que tengo que mantener en casa a la cuidadora que está maltratando a mis hijos, tan sólo porque le hicimos un contrato fijo".
Ley islámica
¿Qué ha hecho Mohammed Morsi para despertar la ira de los opositores?
Algunos me han dicho que tiene que ver con la lentitud de los cambios, aunque sólo ha estado en el cargo siete meses.
Otros aseguran que se ha hecho con todo el poder con su Constitución, aunque esta fue aprobada en referendo hace unas semanas.
Al final, con los que hablé, todo parecía resumirse en una cosa: el miedo a que con Morsi y los Hermanos Musulmanes llegue la islamización de Egipto.
Quizás se pueden entender estas preocupaciones sobre los derechos de las mujeres y las minorías, y sobre la introducción de más leyes islámicas, cuando las expresan aquellos que lucharon por el cambio hace dos años y ahora se sienten traicionados.
Pero no todos los que protestaron en 2011 querían un Estado secular.
"Los hombres de Mubarak y sus hijos están en todas partes en nuestro sistema. Yo creo en Dios y creo en Mohammed Morsi"
Faiza Abdel Hamid, madre de manifestante fallecido
Faiza Abdel Hamid perdió a su hijo en la revolución. Mustafa recibió un disparo de las fuerzas de seguridad de Mubarak en una protesta tras las plegarias del viernes.
"Todavía no se ha hecho justicia", me dice cuando visitamos la calle que fue rebautizada con el nombre de su hijo.
"Eso es porque los hombres de Mubarak y sus hijos están en todas partes en nuestro sistema… yo creo en Dios", señala, "y creo en Mohammed Morsi".
Hay muchas más como ella.
Cualquiera que esté esperando una solución política a las divisiones surgidas tras la revolución tendrá que esperar.
El sistema político egipcio está paralizado.
Los grupos de oposición se niegan a dialogar con el gobierno y el poder judicial ha anulado el Parlamento. A Morsi se le acusa de tomar malas decisiones y no ha hecho mucho para apaciguar los temores de los liberales.
Es la política de calle la que lo controla todo ahora.
Desobediencia civil
Hace dos años, por primera vez en varias generaciones, lo egipcios vieron cómo cambiaban las cosas: apareció la desobediencia civil. Esos días también les enseñaron a perder el miedo a las fuerzas de seguridad.
Eso ha hecho que sea mucho más fácil protestar, ya sea por cuestiones políticas o por decisiones judiciales, como quedó claro en las manifestaciones tras el juicio por las muertes en un partido de futbol.
Pero con la política callejera llega el tumulto, la agresión y la inestabilidad.
¿Será así en el futuro? ¿Cuando un lado elija a alguien, pensarán los otros que la única opción es tomar las calles hasta que caiga el presidente?
¿Cuántas veces se repetirá este ciclo? ¿Llegará algún día a arraigar la democracia en Egipto?
Muchos egipcios, acostumbrados a décadas de estabilidad, ya no pueden soportar más las protestas.
Mohamed Khamis, de 41 años, cultiva vegetales en el sur de Giza.
"Está bien para la gente con dinero o pasaportes extranjeros. La gente que bloquea todo lo que el presidente hace tienen millones en sus cuentas bancarias", me dice.
Cree que no les importa si la crisis económica se prolonga durante años.
"Pero hay que encontrar una solución, no tengo ingresos y me cuesta alimentar a mi familia. Este lío tiene que acabarse".