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Los humanos somos tremendamente sensibles a las vibraciones.

Los edificios están vibrando constantemente, aunque sus ocupantes no lo perciban. Pero en el caso de los más altos, el movimiento causado por el viento puede ser lo suficientemente significativo como para afectar ligeramente a la salud, aunque sea de una manera imperceptible.

La exposición a estas oscilaciones puede generar un mareo leve y una especie de letargo o somnolencia, que los científicos describen como síndrome de sopite.

Este síndrome, cuyo nombre hace referencia al verbo sopire, que en latín significa descansar o dormir, es un ligero e inofensivo desorden neurológico que se produce después de una exposición larga al movimiento, como puede ser el que los bebés experimentan al ser acunados o el que nos adormece cuando viajamos en el coche o el metro.

Todavía no se conoce muy bien el síndrome de sopite ni qué condiciones de movimiento lo desencadenan, pero unos investigadores de Nueva Zelanda creen que puede llegar a reducir significativamente el rendimiento laboral y la comodidad de los ocupantes de un edificio alto, según describen en un estudio publicado en 2016 en la revista especializada de ingeniería ICE.

Los edificios altos son más sensibles a la fuerza del viento, que puede hacer que se muevan a frecuencias bajas, de entre 0,08 y 1 Hz, suficientes para causar mareos en los humanos. Ese balanceo puede ser constante o puede manifestarse aleatoriamente, por las ráfagas.

Mareados y desconcentrados

Wellington, en Nueva Zelanda, es una de las ciudades del mundo más expuestas al viento. En promedio casi la mitad de los días del año son muy ventosos.

En 2013, un equipo científico realizó 1.000 encuestas entre trabajadores de 29 edificios altos de su distrito central de negocios. Y halló que el 42% había sentido al menos una vez el movimiento del edificio inducido por el aire. De ellos, aproximadamente el 42% lo percibían al menos una vez al mes.

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Además de vibraciones horizontales constantes, los edificios también sufren movimientos verticales.

Un 25% de todos los encuestados dijo sentir nausea durante ese movimiento.

Y un 42% de todos los encuestados admitió tener dificultades para mantener la concentración, uno de los principales síntomas del síndrome de sopite.

En la parte más alta de los rascacielos, de más de 400 metros de altura, la oscilación puede llegar a ser de dos metros de extremo a extremo cada 10-20 segundos, le dijo a BBC Mundo el profesor Aleksandar Pavic, especialista en Ingeniería de Vibración y uno de los expertos asesores durante el problema del tambaleo del "Puente del Milenio" de Londres.

Además, los científicos creen que la evolución nos ha hecho muy sensibles a la percepción de vibraciones muy pequeñas: para nuestros ancestros primates un mínimo movimiento en los árboles podía señalar la aproximación de peligro.

Según los estudios de Nueva Zelanda, "hay evidencias de que incluso los niveles de vibración que están por debajo de la percepción, los que no sentimos, afectan al sistema vestibular de nuestro cuerpo", dijo Pavic, que es el sistema relacionado con el equilibrio y el control espacial.

"Como si el edificio te acunara"

Pero medir el impacto específico que ese movimiento tiene para nuestra salud es un desafío.

"Diferentes personas sienten de manera diferente el mismo nivel de oscilación", explica Pavic, de la misma manera que no todas las personas se marean en un barco, al leer en el coche o al ir sentados en el sentido contrario a la dirección en que avanza un tren.

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"Muchos de los efectos del movimiento de los edificios sobre la salud son indicios, pistas, pero no han sido estudiados en profundidad", dice Walker.

Qué porcentaje de ocupantes percibe el movimiento, para cuánta gente tiene un impacto negativo en su bienestar o a partir de qué altura esa oscilación puede causar problemas de salud son algunas de las preguntas que los especialistas todavía no pueden responder con precisión.

Y en eso precisamente está trabajando un equipo de ingenieros, psicólogos y fisiólogos de las universidades británicas de Exeter y Bath, entre los que se cuenta el profesor Pavic.

"Muchos de los efectos sobre la salud son indicios, pistas, pero no han sido estudiados en profundidad", apunta el doctor Ian Walker, psicólogo de la Universidad de Bath, en conversación con BBC Mundo.

Walker cuenta que en una pequeña investigación que sus propios estudiantes hicieron en China hace unos años observaron una relación directa entre la altura y la frecuencia de síntomas: cuánto más alta era la planta en el edificio más casos había reportados de males físicos comunes como resfríos, dolor de garganta o sequedad nasal.

En el caso del síndrome de sopite "es posible que esencialmente lo que está pasando es que el edificio está acunando a la gente", explica Walker con cierto humor, lo cual explicaría la somnolencia experimentada.

Pero hace falta hacer pruebas más sistemáticas, matiza, entre otras cosas para poder separar los síntomas conscientes de los inconscientes y saber qué factores concretos del ambiente, como la ventilación, la luz, la vibración, etc. causan qué síntomas.

Pruebas con simulador

Por eso Walker y Pavic están participando en un pionero proyecto de investigación que incluye la construcción de dos simuladores, los únicos del mundo en su tipo.

"Es como una plataforma enorme que se mueve, pero muy sofisticada", describe Walker.

La que se va a levantar en la Universidad de Exeter es una construcción independiente, de cuatro por cuatro metros, cuyas condiciones de luz, temperatura, olor y movimiento pueden ser modificadas al antojo de los especialistas, con el fin de estudiar el efecto en sus ocupantes y a largo plazo influir en la industria de la ingeniería.

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"Sabemos que la gente es flexible y puede tolerar el movimiento", dice Walker.

Los investigadores también quieren saber de qué manera las personas pueden contribuir personalmente a mitigar esos posibles efectos, por ejemplo mediante pequeños descansos para hacer ejercicio y "reiniciar" el cuerpo.

"Sabemos que la gente es flexible y puede tolerar el movimiento", dice Walker. "¿Cuánto está en la mente, cuánto en las expectativas?", es lo que se pregunta el psicólogo.

Quizás un mensaje que le diga a los empleados cuánto se espera ese día que se mueva el edificio pueda predisponerlos a sobrellevar mejor la vibración, especula Walker.