
Mientras el Congreso de Estados Unidos se apresta a votar sanciones contra Rusia por su presunta injerencia en las últimas elecciones domésticas, en la derecha política norteamericana algunos parecen molestos.
"¿Por qué el Congreso está tan ansioso por más sanciones sobre Rusia? Los neoconservadores y los medios de comunicación han designado a Rusia como el enemigo oficial", escribió el excongresista y exprecandidato presidencial republicano Ron Paul el lunes en el sitio web del instituto que lleva su nombre.
"Veta este proyecto de ley @realDonaldTrump!!!!!!!", pidió Paul Nehlen, un empresario y político que se define a la derecha del líder de la Cámara de Representantes, el republicano Paul Ryan, en un mensaje vía Twitter al presidente estadounidense, Donald Trump.
Este tipo de reacciones son el reflejo de un hecho peculiar: muchos en la derecha estadounidense desestiman que Rusia haya influido en las elecciones de noviembre y ven a ese país como un aliado potencial.
Prácticamente un cuarto (24%) de los republicanos en EE.UU. tienen una visión favorable del presidente ruso, Vladimir Putin, de acuerdo a una encuesta de la firma Gallup publicada el mes pasado.

Este nivel de aceptación de Putin cayó respecto al 32% que alcanzó en febrero en la misma encuesta, posiblemente debido a los continuos escándalos sobre Rusia en EE.UU., pero aún es llamativo por registrarse dentro de un Partido Republicano que tenía al Kremlin como su gran enemigo desde la Guerra Fría.
De hecho, el porcentaje de los republicanos que simpatizan con Putin es seis veces mayor que el 4% de los demócratas que lo ven favorablemente.
"Estoy muy sorprendida", dice Liah Greenfeld, una profesora de sociología, ciencia política y antropología en la Universidad de Boston. "Tradicionalmente la izquierda (de EE.UU.) era mucho más favorable a Rusia".
"Para poder explicar esto, precisamos saber quiénes son esas personas", señala Greenfeld a BBC Mundo.
"Es la extrema derecha"

Es posible que parte del fenómeno se deba a que el propio Trump, siendo candidato republicano, se refirió a Putin en términos positivos en diferentes ocasiones.
Lo calificó de "líder fuerte" y reiteró que si él ganara las elecciones, ambos podrían llevarse bien.
Esto impactó a quienes recordaban que Putin es un exagente del desaparecido servicio soviético de inteligencia KGB, alguien que como presidente ha sido acusado de autoritarismo y violaciones a los derechos, así como de atropellar la soberanía de otros países.
Pero Trump ganó las elecciones a pesar de eso… o quizá en parte gracias a ello.
Dentro del movimiento conservador de EE.UU. que eligió a Trump y detesta al expresidente Barack Obama, la imagen de Putin pareció mejorar a medida que la relación entre Washington y Moscú se deterioraba al final del gobierno demócrata.
Según la encuesta de Gallup, en 2015 el respaldo a Putin entre republicanos era de 12%, apenas la mitad que ahora. Las miradas positivas al líder ruso mejoran entre los estadounidenses con menos educación formal.

Algunos expertos creen que Putin es admirado sobre todo por conservadores que abogan por un líder duro en política exterior y defienden valores cristianos que creen que retroceden en Occidente.
"Diría que es la extrema derecha del partido Republicano que lo encuentra atractivo", dice Marc Beissinger, un profesor de política de la Universidad de Princeton que ha publicado libros sobre la Unión Soviética y su colapso.
"Putin trata de posicionarse a sí mismo como un defensor de valores conservadores, en particular anti-homosexual, anti-musulmán, anti-inmigrante, nacionalismo… Son todas cosas que los conservadores encuentran atractivas", agrega Beissinger en diálogo con BBC Mundo.
Una paciencia a prueba
En estos seis meses que lleva como presidente, Trump ha enfrentado problemas para llevarse tan bien con Putin como esperaba, aunque este mes tuvo dos largas charlas mano a mano en el marco de la cumbre del G-20 en Alemania
Las investigaciones en EE.UU. sobre una presunta colusión entre Rusia y la campaña electoral de Trump han puesto a la Casa Blanca a la defensiva y la relación Washington-Moscú bajo la lupa.
Y el acuerdo bipartidario que surgió el fin de semana en el Congreso, que limita el poder de Trump de remover sanciones a Rusia, indica que la relación bilateral está lejos de mejorar.
La Cámara de Representantes prevé discutir este martes el proyecto de ley, que busca castigar a Rusia por su presunta interferencia en las elecciones de EE.UU. y su acción militar en Ucrania, además de establecer sanciones contra Irán y Corea del Norte.

La Casa Blanca se oponía inicialmente a una ley de ese tipo, que pondría a Trump en la disyuntiva de firmarla o vetarla, pero ante la perspectiva de que sea aprobada con amplio respaldo en el Congreso una portavoz gubernamental indicó el domingo que el presidente la apoyaría.
Esto pondría por primera vez a Trump a contrapelo de sus votantes que simpatizan con Putin, que hasta ahora siguen apoyándolo.
Las constantes polémicas sobre Rusia parecen haber afectado el nivel de aprobación general de Trump, que en algunas encuestas ha caído debajo del 40%, menos que otros presidentes a esta altura del mandato.
Pero, a nivel de los republicanos en general, Trump aún tiene un índice de aprobación superior a 80%. Y entre los republicanos conservadores, más elevado.
Apenas un tercio de los republicanos cree que Rusia intentó influir en el resultado electoral, pese a los indicios que han surgido y a que los servicios de inteligencia de EE.UU. así lo afirman, según una encuesta reciente de Washington Post-ABC News.
Otro sondeo de NPR/PBS NewHour/Marist indicó este mes que tres cuartos de los republicanos sostienen que sería una buena cosa mejorar relaciones con Rusia.
Quizá esto ayude a explicar la paciencia que hasta ahora tuvo el partido del fallecido presidente Ronald Reagan (1981-1989) para dar una señal clara de firmeza ante Putin tras las elecciones de noviembre.
"Ronald Reagan se habría revuelto en su tumba", dice Beissinger sobre esa paciencia, que ahora parece agotarse en un Congreso también controlado por los republicanos.