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Algunos dirían que Don Quijote no tiene par. El máximo personaje de Miguel de Cervantes Saavedra es infinito, completo, embriagante y admirable.
Sin embargo, William Shakespeare también creó una figura que se le podría comparar al caballero andante, si no como su igual, como su opuesto.
Tal vez no infinito, pero sí infinitamente gordo; no embriagante mas sí embriagado; seguramente no completo pero un completo granuja.
Es Sir John Falstaff, antihéroe de las obras históricas "Enrique IV, Primera y Segunda Parte", y la comedia "Las alegres comadres de Windsor".
Es caballero como Don Quijote y, a pesar de todas sus fallas, también noble, igualmente admirable, simpático, lleno de sabiduría e ingenio.
El vicioso contra el virtuoso.
Veamos cómo se comparan estas dos caras de la misma moneda imaginadas por Cervantes y Shakespeare, de cuya muerte se cumplen 400 años.
ASPECTO FÍSICO
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Don Quijote
Largo, flaco, seco, amojamado, amarillo, tendido y estrecho son los adjetivos que se reptien a lo largo de la novela en referencia a este personaje.
"Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años; era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro", escribió Cervantes en el primer capítulo.
Su fiel escudero Sancho Panza le dice francamente: "… verdaderamente tiene vuestra merced la más mala figura, de poco acá, que jamás he visto".
En la segunda parte del libro, el bachiller Sansón Carrasco añade más detalles: "… estirado y avellanado de miembros, entrecano, la nariz aguileña y algo corva, de bigotes grandes, negros y caídos".
Quijote mismo habla de "la contextura de sus nervios, la trabazón de sus músculos, la anchura y espaciosidad de sus venas".
En breve, "la más triste y melancólica figura que pudiera formar la misma tristeza".
Falstaff
Sir John (o Sir Jack) no podría ser más opuesto. Gordo, jugoso, jovial, cachetón, nariz roja, cara amoratada y a punto de reventar.
Ronda más o menos la misma edad que Don Quijote. "Tendrá unos cincuenta años, quizá vaya para los sesenta", dice Falstaff en tercera persona, si se le puede creer. "¡Soy viejo, soy viejo!", se queja.
Pero es su descomunal tamaño lo que llama la atención. "Más graso que la manteca. Llamarlo una montaña de carne, no basta".
Es así como el príncipe Hal (futuro Enrique V) describe en seria burla y en su propia cara a quien ha sido su amigote de andanzas, pero cuya "mala" influencia tendrá que desterrar.
Y continúa implacable: un "baúl de fluidos… barril de bestialidad… hinchado costal… enorme pellejo de vino… fardo cargado de tripas… buey asado de feria relleno de morcilla".
APETITO
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Don Quijote
Aunque la novela de Cervantes está salpicada de una amplia muestra de la gastronomía española, su héroe se mantiene frugal.
"Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda".
Esta misma disciplina al comer, descrita al inicio, la recomienda Don Quijote a su escudero: "Come poco y cena más poco".
Así como con la bebida: "Sé templado en el beber; considerando que el vino demasiado ni guarda secreto ni cumple palabra".
Y no sólo en la cantidad, sino también en los modales: "Ten cuenta, Sancho, de no mascar a dos carrillos ni de eructar delante de nadie".
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Falstaff
Sin duda, su abultada figura se debe a los excesos que el príncipe Hal le reprocha.
"Te has embrutecido de tal manera, bebiendo vino añejo, desabrochándote después de cenar y durmiendo sobre los bancos desde mediodía, que te has olvidado hasta de preguntar lo que quieres realmente saber. ¿Qué diablos tienes tú que hacer con la hora del día? A menos que las horas fueran jarros de vino, los minutos pavos rellenos…".
La lista de una reciente cena que tuvo Falstaff incluye un capón, anchoas, pan, nueve litros de jerez y vino después de comer.
"Si el vino y los dulces son pecados, Dios perdone a los pecadores", es el argumento de Falstaff.
VALENTÍA
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Don Quijote
La imagen indeleble del hidalgo es de su "fiera y desigual batalla" con los molinos de viento o el ataque al rebaño de ovejas, que toma por un ejército, o varios otros enfrentamientos con mercaderes, yangüeses y demás.
"Yo soy aquel para quien están guardados los peligros, las hazañas, los valerosos hechos", le dice a Sancho.
Aunque termina más veces echado por tierra o apaleado, la valentía -o el anhelo de ser valiente- de Don Quijote es incuestionable.
Pero en sus momentos más lúcidos entiende que la prudencia no viene mal.
"Bien sé lo que es valentía, que es una virtud que está puesta entre dos extremos viciosos, como son la cobardía y la temeridad".
Falstaff
El gordo caballero reconoce: "Soy cobarde por instinto". Le pregunta a Hal "¿No tienes un miedo horrible? ¿No se te hiela la sangre?", cuando el príncipe contempla su destino de ser rey en época de guerra.
No comparte la filosofía del príncipe de que "Debes a Dios una muerte" y en lugar de cargar en su funda una espada trae una botella de jerez.
Pero la verdadera cobardía de Falstaff sale a relucir en plena batalla cuando finge estar muerto para no cruzar espadas. Una acción que justifica con la sentencia: "La mejor parte del valor es la prudencia; en virtud de esa mejor parte, he salvado la vida".
No obstante, quiere demostrar valor… con los muertos.
Al toparse con el cadáver del principal enemigo de la corona, a quien Hal ha dado de baja en franca lid, Falstaff procede a enterrarle su espada un par de veces y reclamar la gloria para él mismo.
HONOR
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Don Quijote
El honor es el principal valor y motivación del ingenioso hidalgo.
Forma la base de toda su filosofía que abarca la honradez, la firmeza la dignidad, su deseo por socorrer a los desgraciados y ayudar a los necesitados.
Aunque estas virtudes pueden ser parodiadas en el análisis final, pues suceden en el marco de la alucinación caballerística del personaje, el honor persiste durante sus estados de lucidez.
Es ese mismo honor el que hace a Don Quijote aceptar la derrota a manos de Sansón Carrasco, al final de la Segunda Parte, y que lo devuelve triste y vencido a su personalidad de Alonso Quijano al final de sus días.
Falstaff
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En contraste, ¿se puede redimir un hombre que ha llevado, según algunos con los que ha entrado en contacto, "una vida grandemente infame"?
El mismo príncipe Hal califica a su amigote de "canalla abominable, corruptor de la juventud" y de "viejo Satán de barba blanca".
Maltrata a las mujeres, engaña a sus compinches, habla mal de sus pares a sus espaldas. ¿Dónde está su nobleza, donde está su honor?
"¿Qué es el honor?", reflexiona Falstaff y se contesta: "Un soplo. ¡Hermosa compensación! ¿Quién lo obtiene? El que se murió el miércoles pasado. ¿Lo siente? No. ¿Lo oye? Tampoco. ¿Es entonces cosa insensible? Sí, para los muertos… no quiero saber nada con él; el Honor es un mero escudo funerario y así concluye mi catecismo".
AMOR
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Don Quijote
Ha entregado su amor y fidelidad a una sola mujer, Aldonza Lorenzo, a la que transforma en Dulcinea del Toboso.
Como su nombre, es una criatura inventada, idealizada, a la cual realza con una identidad y características que no posee Aldonza, pero que le permiten desarrollar un amor platónico.
Quijote no busca retribución alguna ni contacto físico, sino la razón de ser de su misión pues "el caballero andante sin amores era árbol sin hojas y sin fruto y cuerpo sin alma".
Será por ella que se embarca en sus aventuras y desafíos.
Una relación espiritual a la cual se compromete, dedica y sacrifica: "Vuestro hasta la muerte", se declara.
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Falstaff
Se la pasa en burdeles y tabernas de mala muerte.
Al comienzo de Enrique IV, Segunda Parte, lo encontramos viviendo de gorra de una tabernera que lo denuncia a las autoridades.
"¿Y no me besaste entonces, pidiéndome te fuera a buscar treinta chelines?", le reclama al sentirse engañada.
Pero el pícaro no niega su interés propio: "Si pudiera procurarme una mujer tan sólo en un burdel, tendría criado, caballo y hembra", afirma.
Luego tiene una relación con la prostituta Doll Tearsheet (cuyo apellido quiere decir "rompesábanas"), pero no duda en llamarla "flaca carne y corrompida sangre".
Se puede afirmar que el caballero ni ama ni es amado por las mujeres.
No obstante, tiene un profundo y sincero amor de padre por el príncipe Hal.
¿Y SI ESTUVIERAN JUNTOS?
El poeta y escritor inglés Algernon Charles Swinburne (1837-1909) llegó a imaginar a Falstaff cabalgando junto a Don Quijote.
Pero es improbable que este exuberante caballero inglés se mantuviera sumiso y al servicio de Don Quijote.
Estarían enfrascados en una gran competencia verbal, especula Swinburne.
El uno motivando las observaciones del otro, alimentándose mutuamente de sus sentencias, reprochándose las diferencias, burlándose de sus desatinos, con igual autoridad y gracia.