México puso en marcha en enero de 2014 un interesante experimento: un impuesto de 10% al consumo de refrescos que parece estar consiguiendo cambiar algunos hábitos alimenticios del país.
El primer consumidor mundial per cápita de estas bebidas, enfrenta uno de los índices de obesidad más altos del mundo: 37,2% de los adultos sufren de sobrepeso.
Por lo que muchos observadores de salud pública en todo el mundo están pendientes de ver si esta medida de impuestos tiene un impacto significativo.
Específicamente, que el impuesto haya convencido a la gente a consumir menos de estos refrescos, ayudando de esta manera a encontrar una dieta más saludable para la población.
Buenas señales
Esta semana se conocieron resultados que sugieren un efecto potencialmente positivo.
Un estudio indica que en los primeros dos años de vigencia del impuesto a los refrescos, bajó el consumo de esas bebidas azucaradas.
El consumo cayó en 5,5% en 2014 comparado con el año anterior.
Y en 2015 se presentó una reducción de 9,7% frente a lo que había sido el consumo en 2013, el último año antes de que entrara en vigencia el gravamen.
Controversia
La medida siempre fue controversial.
Las empresas productoras de refrescos en México y sus voceros han dicho frecuentemente que el impuesto no tendría un impacto fuerte en el consumo y en cambio encarecería el producto al público.
Pero otra cosa parecen indicar los resultados del estudio, llevado a cabo por investigadores afiliados a la Universidad de Carolina del Norte en Estados Unidos y del Instituto Nacional de Salud Pública en México.
En promedio, los mexicanos están consumiendo 5,1 litros menos per cápita al año.
En declaraciones a la prensa mexicana, Juan Rivera Dommarco, director general del Instituto Nacional de Salud Pública indicó que los resultados "contradicen algunos reportes de la industria refresquera, que mencionan que las compras de bebidas azucaradas se elevaron en el primer año después de la implementación del impuesto".
"Los investigadores aseguran que no tomaron en cuenta diversos factores, incluyendo la inflación y el aumento de la población".
El impacto internacional
La idea de un impuesto a las bebidas azucaradas se discute en muchos otros países, pero no siempre ha convencido.
En 2012, por ejemplo, Dinamarca dijo que había abandonado planes para un gravamen semejante, luego del fracaso de un impuesto a las comidas altas en grasas saturadas.
A nivel local, ciudades estadounidenses como San Francisco y Filadelfia están ensayando con medidas similares.
La experiencia de México, en caso de continuar creciendo la evidencia que apunta a cambios en la dieta de los ciudadanos, servirá de respaldo a iniciativas semejantes.
Menos azúcar
"El estudio revela que el impacto del impuesto aumenta a través del tiempo a medida que la gente se acostumbra a menos azúcar y cafeína en sus bebidas. Así como ocurre con el impuesto a los cigarrillos, uno debe entender que el impacto crecerá y no sabemos cuando se detendrá", le dice a BBC Mundo Barry Popkin, profesor de la Universidad de Carolina de Norte y uno de los autores del informe.
"Ya sabemos que la ventas per cápita (de refrescos) también estuvieron cayendo en 2016″, agrega.
El experto también advierte que los gobiernos deben considerar que los ingresos per cápita que reciben por el impuesto irán cayendo a medida que pasa el tiempo.
Pero insiste en que la experiencia de México será un poderoso aliciente para otros países en América Latina que están considerando aplicar la medida.
Hasta el momento no hay evidencia concluyente que el impuesto lleve directamente a una reducción de la obesidad.
Pero empiezan a acumularse pruebas que darán impulso a nuevos experimentos para comprobar si ese es un buen camino para mejorar la salud de la población.