Tiene 10 años, es pequeño, de cara redonda y ojos finos. Sabes que es inteligente porque hace preguntas. Muchas preguntas. Y fue precisamente esa curiosidad la que lo metió en problemas.
Aunque hoy no quiere repetir las palabras exactas que pronunció hace algo más de un año frente a sus compañeros de clase en una escuela primaria del oeste de Londres.
Según nos comentan sus responsables, se paró delante de la clase y dijo que apoyaba al autodenominado Estado Islámico (EI).
Ante la declaración, sus profesores acudieron a los servicios para menores del gobierno de Reino Unido, y el caso fue derivado a Prevent, un programa que trabaja con individuos que están en riesgo de ser radicalizados.
Ataques de París
Por razones obvias no vamos a revelar la identidad del niño, pero llamémosle Haaruun.
Vive en Londres, con su madre y varios hermanos, y tenía 9 años cuando comenzó todo.
"Vi las noticias sobre los ataques de París", cuenta, refiriéndose a los perpetrados en la capital francesa en noviembre de 2015.
"Me senté frente a la computadora y busqué ISIS en Google, lo que me llevó a BBC News (el sitio de noticias de la BBC en inglés)", relata.
"Lo leí todo y después vi Children of the Caliphate (los niños del califato) en el sitio de (la cadena británica de televisión) Channel 4 y me quedé impresionado", recuerda.
"Y luego accedí a otras páginas…".
Fueron esos otros sitios web los que expusieron a Haaruun a la brutalidad de los yihadistas y que lo volvieron, según los trabajadores sociales que llevan su caso, "vulnerable a la radicalización".
"Llegué a unos videos de unas ejecuciones brutales y los vi quemando a gente", cuenta.
"Estaban encadenados y les prendían fuego".
No hay emoción en su relato. Tampoco cuando describe otro video.
"Los hombres caminan con las manos a la espalda", comienza.
"Después los golpean y les obligan a sentarse".
Y no parpadea cuando dice la siguiente frase: "Después les cortan la cabeza".
1.000 casos
El suyo es uno de los casos en los que trabaja el equipo de Prevent.
Desde 2012 el programa ha atendido 1.000 casos, tanto de niños de la edad de Haaruun, como de adolescentes y de adultos.
La mayoría tenían relación con la radicalización islamista, aunque en el último año han aumentado los que tienen que ver con el extremismo de derecha.
De hecho, era una página web de extrema derecha que pretendía denigrar el islam donde Haaruun vio aquellos videos sobre la brutalidad de Estado Islámico.
Y su curiosidad lo llevó a seguir accediendo a otros sitios en internet.
"Aprovechaba los fines de semana, cuando todo el mundo había salido a jugar y la casa se había quedado vacía, para sentarme tranquilamente frente a la computadora del salón e investigar", recuerda.
Pero no era el único de su escuela interesado en el tema.
"Había niños que se peleaban, y oías a uno decir que Hezbollah es más fuerte que Estado Islámico", cuenta.
Según Haaruun, muchos niños de su clase conocen a EI porque sus familias proceden de Medio Oriente.
"Un grupo de ocho años no paraba de hablar del tema e investigaban sobre ello, incluso en clase", explica el niño.
"En una ocasión uno de mis compañeros puso ISIS en un buscador y empezó a ver un video. Yo le dije que parara, y cuando el profesor llegó a ver qué pasaba todos contestaron que nada", narra.
"Sabía que ver esos videos estaba mal, pero no era el único que lo hacía. Así que no es justo", dice.
Acoso escolar
Lo que no conocían sus profesores, y que acabó descubriendo la experta que se hizo cargo de su caso, es que Haaruun estaba sufriendo acoso escolar.
Pero él no habla mucho de ello.
Aunque cuenta que algunos de sus compañeros -tanto musulmanes como no-, le decían "terrorista".
Según los expertos, al parecer el acoso fue un factor importante que llevó al aislamiento de Haaruun y alimentó su interés en Estado Islámico.
Poco a poco se convirtió en un experto en el grupo yihadista y fue poco después cuando se plantó frente a su clase y se declaró defensor de EI.
Después de eso, Haaruun recuerda que un día una mujer llamada Mariam llegó a su casa.
"Mi madre me dijo que alguien había venido a verme. Y cuando Mariam dijo por qué había llegado, pensé que iba a ir a la cárcel", cuenta.
Mariam, quien trabaja para Prevent y prefiere no revelar su apellido, cuenta que le tomó tiempo ganarse la confianza de Haaruun.
"Tuvimos que reunirnos varias veces para que se abriera y me hablara sobre todo lo que había visto", explica.
A eso le siguió un año entero de trabajo, durante el cual Haaruun le mostró a Mariam las páginas de internet que había visitado y juntos reflexionaron sobre los videos.
La trabajadora social también le hizo crear una lista de cosas que le hacían feliz, otra de cosas que le interesaban y una última de aquello que le daba miedo.
En la primera el niño escribió "paz", "familia" e "islam", y "guerra" en la segunda.
En la lista de las cosas que temía, escribió "Estado Islámico". Pero también "escuela".
Y fue eso último lo que encendió la alerta sobre un posible acoso.
"Lavado de cerebro"
La madre de Haaruun trató de lidiar con el problema, pero él encontró la manera de seguir viendo lo que quería ver.
Hoy ya no lo hace.
Y es que, si algo aprendió en Prevent, es que no debe "ver cosas malas, páginas web malas", dice.
"Mariam me contó cuáles son las repercusiones y que éstas no son buenas", explica.
"Como por ejemplo, que pueden lavarte el cerebro y que así te unes a Estado Islámico, que eso te mete en problemas y que terminas en la cárcel".
¿Pero pudo eso haberle pasado realmente a Haaruun?
"No estamos sugiriendo que se convertiría en terrorista. Lo que estamos diciendo es que es vulnerable a ello", explica Mariam.
"Pudo haber accedido a un chat y hablar con alguien que está allí para radicalizarlo", argumenta.
"Es un joven vulnerable que está viendo cosas, formándose opiniones. Aunque no es fácil de predecir cómo hubiera podido evolucionar eso sin la intervención de Prevent", reconoce.
"No estamos diciendo que hubiera agarrado una bomba y la hubiera explotado. Pero se trata de minimizar ese riesgo".
Haaruun sigue siendo el niño curioso que siempre fue, así que Mariam y el resto del equipo le permiten acceder a lo que llaman "espacios seguros" para aprender.
La gente de su comunidad, de la escuela y de otras actividades le ayudan a explorar un mundo más amplio, pero de una manera segura.
Él dice que quiere ser abogado o contador.
Y tras una pausa, añade con una sonrisa: "O periodista".