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Normalmente emerge después de un episodio traumático con el vómito, especialmente durante la infancia.

A nadie le gusta vomitar, pero el desagrado que siente Hannah Ellis es de otro nivel: la mera idea la aterra de tal manera que asegura que le da miedo el pollo y entra en pánico si alguien cercano empieza a devolver.

Esta universitaria de 19 años de Sheffield, Inglaterra, padece emetofobia, una condición que en Reino Unido se estima que afecta a miles de personas.

Quienes tienen emetofobia pueden restringir sus dietas, evitar comer o incluso evitar el embarazo por temor a sufrir náuseas.

A Hannah no le importa comer pasta con tomate cuatro días seguidos si así puede evitar la posibilidad aterradora de ponerse mala del estómago, algo que asocia a comer pollo o a recalentar comida.

"Mi fobia a vomitar, solo decir la palabra ya me revuelve el estómago, dictamina casi cualquier aspecto de mi vida", admite.

Miedos cotidianos

Hubo una época en la que Hannah evitaba comer en general y durante la secundaria nunca quería ir a comer a casa de sus amigos.

Ahora trata de no hacerlo fuera de casa.

Siempre guarda el pan en el congelador por si acaso se pone enmohecido.

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"Estoy mucho mejor que hace un tiempo", dice Hannah.

"Tiro a la basura cualquier cosa que abrí hace dos días si la etiqueta dice que así hay que hacerlo", le dijo a la BBC.

"Si salgo por la noche no bebo demasiado y si mis amigos se ponen malos no puedo ayudarlos".

"Si mi novio, mis amigos o alguien de mi familia vomita, nunca pienso '¿están bien?'. Mi primera reacción es: "Dios mío, ¿voy a vomitar yo?'. Y eso me hace sentir culpable".

Y aunque Hannah sueña con ir de viaje a Tailandia de momento no puede planteárselo.

Un trauma a los 10 años

Todo empezó cuando, a los 10 años, sufrió una intoxicación alimentaria durante unas vacaciones en Egipto.

"Ahora todo eso lo tengo bloqueado", admite.

Desde entonces, no volvió a vomitar. De eso han pasado ya nueve años.

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El 80% de quienes sufren emetofobia son mujeres.

"Tuve suerte porque la hija de unos amigos de la familia también lo tuvo (emetofobia). Le dijo a mi madre lo que era y que tenía un nombre", recuerda Hannah.

"Los médicos a los que fui dijeron que tenía ansiedad pero yo no soy una persona ansiosa, sólo le tengo miedo al vómito. Me mandaron a terapia, pero no me ayudó, pensaron que era algo más profundo", agrega.

"Hice hipnosis pero no me ayudó, quizás soy demasiado cínica. He encontrado mi propia manera de lidiar con ello, todo el día intento no pensar en ello y sigo adelante con mi vida", asegura.

"Ahora solo entro en pánico cuando hay alguien al lado que vomita y me dan ganas a mi, o cuando me dan arcadas".

"Pero a veces me pregunto si lograré alguna vez tener mi propia familia, porque no puedo siquiera pensar en la posibilidad de tener náuseas, o de que mis hijos devuelvan".

"También me gustaría algún día viajar sin tener miedo".

Afecta más a las mujeres

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La terapia cognitiva de comportamiento es la forma de tratamiento más común para la emetofobia.

Además de restringir sus dietas o dejar de comer, quienes tienen emetofobia pueden negarse a ir al colegio o a trabajar si saben que hay un virus dando vueltas que genera vómitos.

"Es realmente debilitante", explica Nicky Lidbetter, director ejecutivo de la organización británica sin ánimo de lucro Anxiety UK.

"Conozco a mujeres que no han sido madres por esa condición", añadió.

No existen cifras concretas sobre cuánta gente tiene emetofobia debido a la falta de estudio, la falta de diagnóstico y a los diagnósticos erróneos.

Pero en Reino Unido se estima que hay miles de afectados y que el 80% de los mismos son mujeres.

"Creemos que es porque las mujeres son más proclives a tener miedo de las ramificaciones sociales de vomitar", explica Lidbetter.

Diagnósticos erróneos y tratamiento

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"También me gustaría algún día viajar sin tener miedo, dice Hannah Ellis.

Pero no hay un perfil definido de la fobia, le dijo a BBC Mundo Alexandra Keyes, una investigadora de emetofobia de la universidad londinense de King´s College.

En los tipos de fobia está clasificada bajo la categoría de "otras", dice Keyes.

"Eso no ayuda a los médicos clínicos, ya que pueden diagnosticar erróneamente a alguien con emetofobia como si tuviera un trastorno alimenticio o un trastorno obsesivo-compulsivo", explica.

La emetofobia normalmente emerge después de que alguien pasa por una experiencia traumática relacionada con el vómito, especialmente durante la infancia.

La terapia cognitiva de comportamiento es la forma de tratamiento más común, aunque también se puede intentar tratar con hipnoterapia.