Cuando el 27 de abril de 2012 el entonces técnico del Barcelona Pep Guardiola anunció que dejaría el club al final de aquella temporada dijo que "la razón es simple. Son cuatro años y el tiempo desgasta todo y yo me he desgastado".
"Me he vaciado y necesito llenarme", dijo.
Adelantando el tiempo al 1º de marzo de 2017, casi cinco años después, hubo una escena similar en la sala de prensa del estadio Camp Nou, siendo el protagonista en esta ocasión Luis Enrique.
"El motivo es la manera que tengo de vivir esta profesión, lo doy todo. Esto significa muy pocas horas de descanso, de desconectar", explicó el técnico asturiano al anunciar su adiós del Barcelona.
Como su antecesor, Luis Enrique se puede despedir conquistando la Copa del Rey y si bien en sus tres años como entrenador del club catalán no pudo igualar los números de Guardiola en cuanto a títulos, sus estadísticas siguen siendo igual de impresionantes.
Sumó ocho títulos de los 10 que ha disputado, también ganó un triplete (Copa, Liga y Champions) y lleva un porcentaje de victorias superior al registrar un 76% de triunfos, el mejor en la historia del club.
Pero hay un elemento que diferencia claramente a ambos: la idolatría de su figura en el barcelonismo y fútbol en general.
Cuestión de gustos
Mientras Guardiola sigue siendo venerado por su paso triunfal en el club catalán, arropado por el tridente de toque y espacios formado por Lionel Messi, Xavi y Andrés Iniesta, Luis Enrique siempre ha tenido que vivir bajo la lupa popular, que lo culpa de las derrotas y responsabiliza de sus éxitos al tridente letal de ataque que integran Messi, Neymar y Luis Suárez.
La presencia de los tres delanteros sudamericanos hizo que Luis Enrique transformara la forma de jugar del Barcelona, alejándose del estilo de juego por el cual el club catalán ha recibido tantos elogios desde la época de Johan Cruyff y el Dream Team a comienzos de los años 90 y que llegó a su perfección entre 2008 y 2011.
Sin Xavi y con un Iniesta mermado en lo físico, el Barcelona actual ya no basa su fútbol en la posesión sino en un juego más vertical, de pases largos, sin estar basado en el control del mediocampo.
En uno de los partidos más recientes, contra el Leganés, el defensa central francés Samuel Umtiti completó más pases que la suma de los que lograron Rafinha e Ivan Rakitic juntos.
Para una afición acostumbrada a disfrutar de la sinfonía que dirigía un maestro de la conducción como Xavi ha sido difícil de digerir cambiar de escuchar la música de una orquesta filarmónica a una banda de rock.
El problema de esta última es que depende demasiado en sus solistas y cuando ellos desentonan el grupo no es capaz de sonar igual.
Así fue que ocurrió en la humillante derrota que sufrió en el partido de ida de los octavos de final de la Liga de Campeones contra el París St. Germain.
Ley de fútbol
Ese duelo, que terminó de sentenciar la salida de Luis Enrique aunque nunca hubo indicios que continuaría al final de esta temporada, no sólo dejó en evidencia a los jugadores y el técnico, sino a todo el modelo de una institución que se presenta orgullosa como ser "más que un club".
Con dudas sobre qué deparará el futuro, cuestionado por sus detractores y enfrentado con la prensa y buena parte de la afición, Luis Enrique dijo basta.
No esperó que se confirmara su eliminación de la Champions, o a la espera de lo que pase en la Liga o después de la Copa del Rey.
Lo hizo casi tres meses antes del final de la temporada y lo hizo a su manera, de forma directa y clara.
Porque al igual que hizo Guardiola en su momento, cuando reconoció que "en el Barça te tiran a la calle tarde o temprano. Yo he tenido la suerte de decir yo que se va", Luis Enrique también tomó la decisión.