La basura de Roma, la Ciudad Eterna, está ayudando con la energía de las casas en Austria.
Y llega a territorio austriaco por tren.
¿La razón? En los últimos años, la capital italiana viene luchando con el exceso de residuos que se recogen en sus calles y Austria tiene una planta con espacio de sobra donde transforman los desechos en energía.
Así se llegó a un acuerdo: los italianos le están pagando a la empresa EVN para que reciban 70.000 toneladas de basura durante un año.
Los residuos son transportados a través del norte de Italia, cruzan los Alpes y terminan en la planta térmica de reciclaje de desechos en el poblado de Zwentendorf, ubicado cerca de Viena.
Hasta tres trenes llegan semanalmente a la procesadora de Zwentendorf . Cada cargamento descarga unas 700 toneladas de desechos de las casas romanas.
La basura recolectada en la planta es incinerada y transformada en gas, que genera vapor. Ese vapor es conducido a una estación de energía vecina, donde es convertido en la electricidad que utilizan 170.000 viviendas en la provincia de Lower, este de Austria.
Pero, a pesar de que se vea muy engorroso transportar basura por más de 1.000 kilómetros, es parte de los esfuerzos de la Unión Europea para que las ciudades reduzcan las cantidad de desechos que disponen en los vertederos o rellenos sanitarios.
"No es una locura", le dijo a la BBC Gernot Alfons, director de la planta EVN. Para él es una solución amigable con el medio ambiente y los trenes que transportan la basura son fundamentales
"La otra solución sería poner toda esa basura dentro de un vertedero, que crea una gran cantidad de emisiones de gas metano que tiene mucho impacto en el medio ambiente", explicó.
"Es mejor transportarla a una planta como esta que tiene una alta eficiencia del uso de energía", agregó.
¿Qué está haciendo mal Roma con el tema de los residuos?
Incluso en el elegante barrio de Prati, cerca del Vaticano, no es difícil darse cuenta que la ciudad tiene un problema de basuras.
Contenedores comunitarios desbordados con lo que tiran los vecinos son un paisaje que se está volviendo común y con el que no están muy contentos los romanos.
"Es desesperante. Para una ciudad tan bella como Roma, es un insulto. Es como una bella mujer que recibe heridas una y otra vez", le dijo a la BBC Claudia Grassi, una residente de la ciudad.
Antonio La Spina, profesor de sociología y políticas públicas de Roma en la Universidad LUISS, dijo que la ciudad produce más basura de la que puede manejar.
"Un factor es la cantidad descomunal de basura que se genera per cápita en Roma. Otro, que la gente está reciclando mejor, pero a la vez descarta mucho más", explicó.
"Eso sería bueno, en la medida en que las autoridades sepan manejarlo, pero no. Además, los vertederos están llenos, son un problema ambiental y necesitan ser cerrados", agregó La Spina.
Y por esa razón, señaló, es que están buscando alternativas para deshacerse de su basura.
Donde hay porquería, hay cobre
Pero no sólo es la falta de espacio. El problema de las basuras también es político.
Los servicios públicos en Roma han estado plagados de problemas, varios de ellos relacionados con el mal manejo de los recursos.
En 2014, una investigación conocida como Mafia Capitale desnudó los problemas de corrupción de la ciudad, incluido la recolección de desechos.
Y cuando la nueva alcaldesa de Roma, Virginia Raggi, que pertenece al movimiento Cinco Estrellas, llegó al poder el 22 de junio de 2016, prometió limpiar la ciudad.
Pero de inmediato tuvo problemas.
La persona que había puesto a cargo del tema, Paola Muraro, se vio forzada a renunciar después de que emergiera que estaba bajo investigación por la denuncia de malos manejos mientras era consultora de la Agencia de Recolección de Basuras de Roma (AMA, por sus siglas en italiano).
Muraro negó cualquier acto impropio, pero su renuncia le puso mayor presión a Raggi.
En Campo de' Fiori, uno de los mercados más llamativos de la ciudad, las pilas de basura se acumulan cada tarde entre las tiendas de flores y vegetales.
Los recolectores eventualmente llegan a limpiar el desastre, pero Vladimir, quien trabaja en un restaurante cercano, sabe que algo no está bien.
"Es muy desagradable la cosa por dos o tres horas, hasta que limpian todo. Los turistas no lo pueden creer. En el centro de una capital europea, esto no es normal".