El 26 de abril pasado, China presentó al mundo lo que fue descrito como "la gran joya de la corona de sus Fuerzas Armadas": su nuevo portaaviones, el Shandong.
El impresionante buque, con capacidad de desplazamiento de 50.000 toneladas, se presentó decorado con cintas rojas, el color de la buena suerte en China.
Y mientras la botella de champán se estrellaba en su casco, algunos líderes militares alrededor del mundo sin duda miraban la escena preocupados.
A pesar de que el buque aún no está terminado -se cree que entrará en funcionamiento en 2020- con el Shandong refuerza la posición de China como miembro del exclusivo club de naciones que poseen estas imponentes bases áreas flotantes.
Pekín presentó al Shandong en momentos de gran tensión en la región del occidente del Pacífico, días después de que Estados Unidos desplegara en la zona su portaaviones USS Carl Vinson con su grupo de ataque, en respuesta a los lanzamientos de misiles por parte de Corea del Norte.
¿Por qué los portaaviones, 100 años después de que fueran creados, siguen siendo un símbolo de poderío de una nación?
Primero, porque no todos los países pueden tenerlos. Son excesivamente costosos de mantener y operar. Por eso quienes los tienen, sólo cuentan con uno o dos en funcionamiento, con excepción de Estados Unidos.
De hecho, actualmente sólo 11 países tienen portaaviones activos, según datos oficiales de países recopilados por BBC Mundo.
En segundo lugar, porque estas bases aéreas flotantes son componentes fundamentales de los campos de batalla y pueden exhibir el poderío militar de una nación a través de los océanos del mundo.
"Debido a su movilidad, su versatilidad y sus capacidades, el portaaviones le ha permitido a Estados Unidos, en particular, proyectar su poderío aéreo sin tener que depender de bases extranjeras", escribe David Isenberg, analista del CATO Institute, un centro de estudios con sede en Washington.
"Es el mejor instrumento militar para llevar a cabo una estrategia de seguridad nacional", agrega.
En el primer lugar de este club exclusivo está Estados Unidos, con 19 portaaviones (y uno más en fase de pruebas actualmente, el USS Gerald R. Ford).
10 de estos buques de la Armada estadounidense son los llamados superportaaviones de la clase Nimitz, que son verdaderas ciudades flotantes.
Asimismo opera nueve portahelicópteros y buques de asalto anfibio de la clase Wasp y America.
Le sigue Japón, con tres portaaviones que el país llama "destructores portahelicópteros".
Después están India, Italia y Australia con dos portaaviones cada uno. Francia, China, Rusia, Corea del Sur, Tailandia y España cuentan con uno.
El de Rusia, el Almirante Kuznetsov es actualmente el segundo portaaviones más grande del mundo, con un desplazamiento de hasta 67.000 toneladas.
Los de Italia y Tailandia, sin embargo, pueden describirse como portaaviones miniatura, con un despliegue de 13.000 y 11.500 toneladas respectivamente.
Actualmente varios países están construyendo portaaviones, incluido Reino Unido, Turquía, China, India y Rusia. Se dice que este último está trabajando en el que será "el superportaaviones más grande del mundo", capaz de competir con los de la Armada estadounidense.
El más grande
Son indudables los logros tecnológicos de estos buques. No sólo son los desafíos que implica poder despegar y aterrizar aviones de combate en el mar, muchas veces de noche o en condiciones adversas de clima.
Hoy los más modernos portaaviones son capaces de desplazar casi 100.000 toneladas, son propulsados con energía nuclear y utilizan sistemas electromagnéticos de lanzamiento y sistemas de aterrizaje de frenado eléctrico.
Son verdaderas ciudades flotantes que llegan a albergar hasta 5.000 personas.
La mayor de estas embarcaciones actualmente es el USS George H W Bush de la Armada estadounidense, uno de clase Nimitz propulsado por dos reactores nucleares que puede desplazar 97.000 toneladas a plena carga.
El USS George Bush actualmente está desplegado en el Golfo Pérsico apoyando los ataques contra el autodenominado Estado Islámico en el norte de Irak.
Tiene 332 metros de eslora, dos hectáreas de cubierta de vuelo y es capaz de transportar 80 aeronaves, incluyendo aviones de combate y helicópteros.
El buque navega sobre el agua con una altura equivalente a un edificio de 20 pisos y puede albergar a 3.200 tripulantes, 1.500 efectivos de personal aéreo y otros 500 miembros del personal.
Está equipado con sistemas de defensa antiaérea y antimisiles. Cuenta con tres lanzadores RAM Mk-32 con 21 misiles RIM-116, dos lanzadores Mk-29 con 8 ESSM (misiles Evolved SeaSparrow) y dos cañones Phalanx de 20 mm.
Este portaaviones, sin embargo, será reemplazado muy pronto por el USS Gerald Ford, un superbuque de la clase Ford de US$13.000 millones que actualmente está en fase de pruebas.
Tal como afirma la Armada estadounidense, el USS Gerald Ford realmente ha convertido al superportaaviones nuclear en la embarcación más poderosa y avanzada del siglo XXI.
¿Necesarios?
Pero ¿realmente un país necesita un portaaviones?
Muchos se han planteado esta pregunta en años recientes, particularmente por el costo que representa para el presupuesto de defensa de un país.
En la era de los submarinos nucleares, los misiles de precisión y los drones no tripulados, ¿siguen siendo necesarios estos superbuques?
Según el profesor Andrew Lambert, historiador naval del King’s College, de Londres, Estados Unidos no necesita tener tantas embarcaciones de este tipo.
Pero para ellos, le dijo el experto a la BBC, se trata más bien "de proyectar su poder alrededor del mundo".
"Ellos ven al portaaviones como el mejor equipo para su papel global".
Las armas nucleares, dice Lambert, le dan a un país "distinción", pero los portaaviones le dan a una nación "capacidad".
Su imponente tamaño cuando atraviesan el océano, el sonido de los aviones despegando y aterrizando, la actividad frenética en su cubierta, todo forma parte del simbolismo y la imagen de poder de un portaaviones.
Y el poder significa influencia. Tal como se vio hace unos días, el despliegue del portaaviones estadounidense USS Carl Vinson a la península coreana tuvo más peso diplomático que el que hubiera tenido un submarino de ataque o un destructor.
De manera que es poco probable que pronto dejemos de ver a estos gigantes del mar.