Maximino Rodríguez Palacios repetía que su trabajo no le daba miedo, que estaba dando la cara, firmando sus notas. Pero sus artículos y sus columnas molestaron al crimen organizado y fue acribillado a balazos.
Eso piensa Cuauhtémoc Morgan, el director del medio para el cual trabajaba este periodista que se convirtió en el cuarto reportero en ser asesinado en México en un mes y medio.
Desde un vehículo le dispararon al estacionarse en una tienda al mediodía del viernes. Tenía 73 años. Su esposa, que también estaba en el coche, sobrevivió.
"No cabe ninguna duda por el tipo de homicidio que esto tiene que ver con el crimen organizado, no hay otra manera de interpretar esto", le dice Morgan a BBC Mundo.
Rodríguez llevaba poco más de dos años trabajando para el Colectivo Pericú, un blog de denuncia ciudadana y noticias sobre corrupción, abusos y casos de discriminación que Morgan fundó junto a su esposa en 2009 para contrarrestar el silencio de los medios tradicionales en el estado de Baja California Sur.
Cubría las notas policiales y tenía una columna que titulaba "Es mi opinión". La firmaba Max Rodríguez.
"Esto pudo ser originado por lo que escribía en su columna que señalaba con nombre y apellido a gente del crimen organizado", explica Morgan, "yo le decía que eran temas delicados pero él decía: 'No tengo miedo, estoy dando la cara, no tengo miedo'".
"Su esposa en algunas ocasiones me hablaba por teléfono, me decía que estaba muy preocupada por su marido, que era muy atrevido, salía de noche a cubrir las noticias policíacas. Cuando no se podía comunicar con él me llamaba".
Rodríguez trabajaba en la capital del estado, La Paz, mientras que Morgan lo hace en Los Cabos, 190 kilómetros al sur.
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Baja California Sur vive desde el año pasado un recrudecimiento de la violencia relacionada con los cárteles del narcotráfico. Y el Colectivo Pericú ya había sido amenazado a través de una "narcomanta" en noviembre.
A partir de ese momento él y su mujer empezaron a tomar ciertas precauciones pero con Rodríguez, asegura Morgan, no se habían metido: "Nunca me expresó temor, nunca me dijo de amenazas, nunca me comentó nada".
"Responsabilidad social"
Golpeado por el asesinato, admite que ni siquiera ha pensado en dejar de cubrir temas delicados. "No puedo parar el flujo de noticias", señala, "es una responsabilidad social la que tenemos".
Tras trabajar durante décadas en distintos medios y estar algunos años encargado de la comunicación social en el Tribunal Superior de Justicia y en la Procuraduría de Justicia de Baja California Sur, Rodríguez estaba jubilado.
Hasta que a finales de 2014 Morgan lo invitó a colaborar con el Colectivo Pericú. Su caso es similar al de muchos otros reporteros mexicanos asesinados por hacer su trabajo en pequeños medios locales y dedicados a denunciar lo que ocurre en sus ciudades y otros no quieren que se sepa.
México es el tercer país donde más periodistas son asesinados: 103 desde 2000. Sólo Siria y Afganistán son más peligrosos para la prensa.
En marzo murieron tres —Cecilio Pineda en el estado de Guerrero, Ricardo Monlui en Veracruz y Miroslava Breach en Chihuahua—, un escolta falleció tras recibir un disparo mientras protegía a un reportero y un diario cerró ante el clima de violencia contra sus periodistas.
A Morgan todavía no lo llamó nadie de la Procuraduría (fiscalía) General de la República ni de la fiscalía estatal.
La PGR y la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos Cometidos Contra la Libertad de Expresión investigan el asesinato. Pero el 99,75% de las agresiones contra reporteros en México quedan sin resolverse, de acuerdo a la organización Artículo 19.
Así trabajan y así mueren los periodistas locales en el país: indefensos ante la violencia, atacados para ser silenciados, asesinados con impunidad.