"Me dan ataques de vértigo, eso es uno de los principales detonantes de mi agorafobia y mi ansiedad de estar afuera. Básicamente, me la paso dentro de la casa y mi mamá se encarga de hacer las compras y traer la comida".
Así describió John (el nombre que dio a un programa de la BBC) los efectos y consecuencias de su trastorno de ansiedad, en el marco de las dificultades que ha enfrentado para lograr ayuda de las organizaciones estatales de seguro social.
John, que vive en Gales, Reino Unido, no ha salido de su casa desde finales de 2016 debido a su ansiedad que está agravada por vértigo y un trastorno neurológico adicional para el cual está en una lista de espera con el sistema de salud público NHS (Servicio Nacional de Salud, por sus siglas en inglés) para que lo diagnostiquen.
"Verdaderos discapacitados"
Los trastornos mentales son difíciles de diagnosticar y eso deja a las víctimas en un limbo cuando se trata de que se les reconozca su discapacidad y puedan recibir fondos y apoyo del gobierno.
"Yo soy una de las personas que han sido excluidas. Ya no recibo prestaciones. Solía recibir un subsidio de discapacidad para mi sustento pero ahora se me ha negado y me encuentro en medio de un proceso ante los tribunales para que me lo restauren", explicó John a la BBC.
La situación se ha vuelto más precaria en Reino Unido, con un sistema de salud pública sobrecargado y después de que un parlamentario del gobernante Partido Conservador pidiera que los subsidios se les dieran a los "verdaderos discapacitados" y no a las personas que se quedan en sus casad tomando medicamentos.
No obstante, el dilema que enfrentan los que sufren de trastorno de ansiedad tiene resonancia en muchas partes del mundo.
Pánico paralizante
El problema viene de la dificultad en definir el mal y cómo éste puede debilitar a una persona, algunas veces prácticamente paralizarla y no permitir su funcionamiento en el mundo exterior.
"Todas las personas sufren algún tipo de ansiedad", señala John. Puede ser un nerviosismo o preocupación, como cuando uno tiene que hablar en público y le sudan las manos. Eso es algo muy común pero no es trastorno de ansiedad.
La Asociación Psiquiátrica de Estados Unidos define el diagnóstico de trastorno de ansiedad cuando ese nerviosismo o preocupación tiene las siguientes manifestaciones:
1) La reacción desproporcionada, o inapropiada según la edad del individuo, a la situación en particular
2) Un impedimento a la habilidad para funcionar normalmente
Entre los efectos notables están las palpitaciones, confusión mental, problemas con el habla, desequilibrio, fatiga, hasta desmayos.
"Tu cerebro empieza a funcionar mal y empiezas a sentirte ansioso en situaciones donde es completamente inapropiado y es completamente debilitante", asegura John.
Agravantes
Hay varios niveles y tipos de ansiedad, que pueden ir desde la ansiedad generalizada hasta un pánico paralizante.
La condición se puede agravar si la acompañan otros desórdenes neurológicos o mentales como el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) y depresión. En el caso de John, él está afectado por vértigo.
"No me puedo parar muchas veces pues me dan ataques de vértigo, eso es uno de los principales detonantes de mi agorafobia y mi ansiedad de estar puertas afuera", relata.
"Siento como si me fuera a desmayar así que, básicamente, me la paso dentro de la casa y mi mamá se encarga de hacer las compras y traer la comida porque no me puedo parar mucha parte del tiempo".
John depende del cuidado de su madre, una mujer pensionada de 70 años, que cada vez tiene que prestarle mayor atención pues la mezcla de trastornos que sufre no le permite predecir cuándo le va a dar un ataque.
"Mi condición ha ido en vaivén en los últimos años", explica. "El diagnóstico original fue en 2011 pero tuve una muy mala recaída el año pasado y durante los últimos seis meses del año estuve muy enfermo y muy mareado".
"Mi madre me sacaba en el auto por una media hora, podríamos dar una vuelta o ir a las tiendas pero muchas veces, al entrar en las tiendas, me daban ataques de vértigo muy intensos. Así que hicimos eso cada vez menos hacia el final del año".
Desde entonces no ha salido de su casa y sus subsidios fueron descontinuados porque, dice, según el Departamento de Trabajo y Pensiones no está severamente discapacitado.
"Les escribí una carta de siete páginas detallando específicamente cómo sí cumplo con los criterios, con cada una de las categorías de discapacidad, y su fallo, su decisión, fue que eso no es verdad", afirma.
"No he salido de casa desde 2016 y que un funcionario del gobierno me diga que yo en realidad no estoy discapacitado es un absoluto insulto", se queja.
"Mi madre de 70 años me cuida a tiempo completo sin ningún tipo de apoyo. El gobierno no nos ha dado apoyo alguno. Ella ha trabajado toda su vida y esto es un total insulto para ella que nos coloquen en esta situación".
Determinación y superación
Sin embargo, la BBC habló con otro afectado por el trastorno de ansiedad, Stephen O’Reilly, de Dublín, Irlanda, que asegura que es posible superar la enfermedad forzándose a salir y buscar un trabajo con voluntad y determinación y combinar con medicamentos y ejercicios de meditación.
O´Reilly dice que no se puede permitir que la enfermedad se apodere de la persona y defina su existencia.
A pesar de sufrir de ansiedad por muchos años, decidió irse de mochilero a Australia.
"Me ponía a llorar en cada lugar que parábamos, sentía náuseas del pánico, no podía mirar a nadie en la cara, tartamudeaba. Literalmente no podía hacer nada", confiesa. "Pero fui porque me dije a mí mismo, así no es como quiero vivir mi vida".
O´Reilly tiene ahora un trabajo, aunque reconoce que algunas veces la situación se puede tornar difícil y se llena de pánico y miedo.
"Puedo estar parado allí y de pronto mi corazón empieza a latir muy rápido, sudo y no puedo mirar hacia arriba".
Pero tiene un método que lo retorna a la normalidad. "Empiezo a hacer ejercicios de meditación. Me digo quién soy y dónde estoy. Cuento una por una las baldosas del piso y así lidio con eso. Porque prefiero trabajar y tener esos ataques aleatorios de pánico y recuperar el control".
Stephen O’Reilly exhorta a otros a hacer lo mismo y no depender de la asistencia de la seguridad social.
John, por su parte, dice que estaría dispuesto a intentar romper su aislamiento pero insiste en tener asistencia estatal.
"Me gustaría poder salir y hacer cosas. Terminar mis estudios, por ejemplo, poder conseguir empleo. Pero no tengo el apoyo para hacerlo y el gobierno me lo está negando y eso es muy insultante y deprimente".