Dilma Rousseff y Michel TemerImage copyright
Getty

Image caption

En caso de prosperar el "impeachment", Dilma Rousseff sería reemplazada por Michel Temer, quien enfrenta los mismos cargos que ella.

Tengo que reconocerlo: cada vez que pienso que he visto todo lo que podía verse en la profunda crisis política de Brasil, me encuentro equivocado, frotándome los ojos incrédulo ante un nuevo giro.

Esta semana fue, por ejemplo, una polémica sobre Milena Santos, la mujer del flamante ministro brasileño de Turismo que en 2013 ganó un concurso de "Miss Bumbum" ("Miss Trasero") en Estados Unidos.

Como si fuera poco ese antecedente o haber posado aquel año semidesnuda frente al Congreso brasileño, Santos publicó el lunes fotos de sí misma, con un vestido muy escotado, acompañando y besando a su marido, Alessandro Teixeira, en su nuevo despacho oficial.

"Al lado de un gran hombre, siempre existe una linda y poderosa mujer", indicó la modelo en su página de Facebook.

Image copyright
AP

Borró todo unas horas después ante el revuelo causado, manifestándose "indignada con la falta de ética y respeto de las personas", mientras el ministerio repudiaba la "exposición pública de la intimidad de la pareja".

La saga siguió con la revelación de que Teixeira empleó a una tía de su "linda y poderosa mujer", con un sueldo equivalente a US$5.500, en una agencia que presidía vinculada al gobierno.

Todo esto podría resultar hasta anecdótico en otras circunstancias.

Pero ocurre en un Brasil que atraviesa su peor retroceso económico en décadas, el mayor escándalo de corrupción de su historia y un proceso de juicio político contra la presidenta Dilma Rousseff —quien hace años tiene en Teixeira un aliado personal.

Image copyright
Reuters

Image caption

La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, está a punto de ser suspendida en medio de la crisis política brasileña.

¿Cómo puede suceder algo así en un gobierno que agoniza intentando recuperar un mínimo de confianza?

Me sigo frotando los ojos.

"Brasil tiene jeito"

También me he llevado sorpresas en la acera de enfrente al gobierno del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT).

La sesión de la cámara Diputados que el domingo 17 autorizó el juicio político contra Rousseff fue una exhibición peculiar del nivel de la política brasileña.

Al fundamentar su decisión, varios diputados enviaron saludos a familiares, invocaron a Dios o dedicaron su voto a asuntos tan diversas como "la paz de Jerusalén", los agentes de seguros, el café o un coronel torturador del régimen militar brasileño (1964-1985).

Image caption

Una escena de la cámara brasileña de Diputados durante la votación del juicio político a la presidenta Dilma Rousseff.

Ahí estaba Raquel Muniz, una diputada que votó contra la presidenta diciendo: "Brasil tiene jeito (arreglo) y el alcalde de Montes Claros nos muestra eso a todos con su gestión".

El alcalde es su marido, se llama Ruy Muniz y al día siguiente fue detenido por la policía: está acusado de beneficiar a un hospital particular de su grupo económico, en detrimento de hospitales públicos y filantrópicos que atienden a personas de bajos recursos en el estado de Minas Gerais.

Él niega las acusaciones, pero los investigadores sostienen que hay suficiente evidencia en su contra.

No dejo de asombrarme con novedades así, incluso después de reportar, en base a datos de la ONG Transparencia Brasil, que la mayoría de los congresistas brasileños enfrentan condenas o cargos en tribunales, por delitos que van desde lavado de dinero hasta tortura.

Image copyright
Ag. Brasil

Image caption

El payaso Tiririca, un diputado brasileño, realizó una sátira de sus colegas legisladores.

El diario O Globo reveló que, en fiestas celebradas en Brasilia tras la aprobación del impeachment en la cámara baja, algunos diputados que habían ensalzado a las familias compartieron por WhatsApp fotos de sus amantes desnudas, con imágenes de la votación de fondo.

El payaso Tiririca, un diputado electo desde 2011 que votó a favor del juicio político, realizó una sátira de sus colegas en un video que circula en internet.

"Por Florentina de Jesús, por mi perro Lulu, por mi hermana Duculina, por mi esposa, mi amante, mi novia, mi hijo que va a nacer en 2020, voto sí", expresó Tiririca.

"Algunos años más"

Mientras, los brasileños constatan cómo la crisis económica se traga a su país y ocurren tragedias como la muerte de dos personas la semana pasada en Rio de Janeiro, al caer al Atlántico parte de una ciclovía recién inaugurada por la Alcaldía, a tres meses de los Juegos Olímpicos.

Image copyright
Reuters

Image caption

Dos muertos por la caída de parte de una ciclovía nueva en Rio de Janeiro.

Ahora todos miran al Senado, que prevé definir en la segunda semana de mayo si suspende a Rousseff y la juzga por presunto uso ilícito de dinero de bancos públicos para tapar agujeros presupuestales del gobierno.

Se considera prácticamente un hecho que la presidenta, que disputa los cargos, será suspendida por hasta seis meses y que el vicepresidente Michel Temer la reemplazará.

Sin embargo, pocos parecen aguardar que ese cambio corrija por sí solo los vicios de la clase política.

Image copyright
AP

Image caption

Tres de cada cinco brasileños apoyan el impeachment a la presidenta Dilma Rousseff según encuestas.

Este mes, una encuesta de Datafolha indicó que 61% de los brasileños apoyan el impeachment de Rousseff, pero 58% quieren lo mismo para Temer, que fue mencionado junto a aliados en testimonios del escándalo de sobornos en la estatal Petrobras.

"Luchamos por un país mejor, contra la corrupción", me dijo Nicolle Cezar Lourenzo, una estudiante de 27 años que asistió a una reciente manifestación en Río a favor del juicio político a Rousseff, pero que tampoco quiere a Temer gobernando.

"Precisamos algunos años más", agregó.

Como ella, muchos brasileños abrigan la esperanza de que continúe la limpieza en esferas del poder que supuso la causa judicial de Petrobras, con influyentes políticos y empresarios presos.

Image caption

Nicolle Cezar, en el medio, cree que Brasil precisa unos años más de lucha contra la corrupción.

Pero me pregunto hasta qué punto los políticos pueden verse como una especie separada de la sociedad que los elige.

Aunque gran parte de los brasileños dicen rechazar la corrupción, siete de cada diez admiten haber tenido actitudes corruptas en situaciones cotidianas, según una encuesta del Instituto Data Popular divulgada en febrero.

El destacado antropólogo brasileño Roberto DaMatta sostuvo esta semana en el diario O Estado de Sao Paulo que la votación de Diputados funcionó como "un espejo" de la vida social del país y sugirió que la crisis "es tan brasileña como el carnaval, el tú sabes con quién estás hablando y la feijoada".

Image copyright
AFP

Image caption

Michel Temer: el vicepresidente brasileño se prepara para sumir el gobierno, pero una mayoría en su país también quiere someterlo a juicio político según una encuesta.

Claro que siempre sería mejor que los políticos predicaran con el ejemplo y ofrecieran menos oportunidades de ser tachados de farsantes o hipócritas.

Confucio decía que si el príncipe es virtuoso, los súbditos imitarán su ejemplo.

Pero algo me dice que este Brasil de las sorpresas está lejos de ser un paradigma para esa vieja idea.