
"Yo nos metí en este lío, yo nos voy sacar".
Con esas palabras la primera ministra de Reino Unido, Theresa May, reconocía este lunes la difícil situación creada por los resultados de las elecciones generales de la semana pasada en las que los Tories perdieron su mayoría en el Parlamento.
En una reunión privada con legisladores de su partido, May se disculpó por su decisión de convocar a comicios anticipados con miras a obtener una mayoría más sólida para negociar la salida del país de la Unión Europea, el llamado Brexit.
La idea terminó debilitando su posición. El número de parlamentarios de su agrupación política se redujo de 331 a 318, quedando seis escaños por debajo de lo requerido para obtener mayoría absoluta.
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Ahora, May está en trámites para formar un nuevo gobierno, pero no se deje engañar. El juego político en Reino Unido ya no es el mismo de siempre.
El castillo de naipes cuidadosamente construido ha sido barrido en las elecciones generales. La política se ha vuelto más caótica, más brutal.

El Partido Conservador británico es conocido por su crueldad a la hora de deshacerse incluso de sus líderes más queridos cuando estos ya no resultan útiles para mantener a la organización en el poder.
La defenestración de la ex primera ministra Margaret Thatcher, ídolo de los Tories, fue un ejemplo de ello. Pero lo que ocurre ahora es mucho más cruel, una despiadada lección sobre el ejercicio del poder.
May quedó destrozada por los comicios, pero ahora está obligada a mantenerse en el cargo para proteger la oportunidad de su partido de aferrarse al poder.
Ella es como un monarca medieval, capturado por sus barones y despojado de los consejeros que quería y en quienes confiaba. Su gobierno es tan estable como un taburete con dos patas y ella se ha quedado sin fuerzas, debilitada por las exigencias de sus colegas.
No he hablado con ningún miembro del Partido Conservador que crea que May pueda durar más de dos años como primera ministra. Muchos dicen que se quedará seis meses, algunos creen que apenas unos días.
Lo que es peor: ellos admiten abiertamente que no saben cuánto tiempo ella pueda aguantar o cuál será el disparador que active la trampa.
Sospecho que ella se mantiene en el cargo con un sentido agónico de la responsabilidad, más que por una ambición arrogante.
Puede que me equivoque.

Quizá May piensa que sí puede aguantar 18 meses, cambiar su estilo de gobierno, conseguir un buen acuerdo para la salida de Reino Unido de la Unión Europea -el conocido Brexit-, entonces pueda ganar la próxima elección cuando esta se produzca.
Cosas más raras se han visto. Pero, eso solo es cierto debido a que recientemente han ocurrido muchas cosas extrañas.
Sin embargo, tal muestra de confianza en sí misma sería casi sobrehumana ante una sorpresa tan salvaje como el resultado de la elección de la semana pasada.
Evitar otras elecciones
Luego de pasar días hablando con políticos experimentados, el mejor comentario que he escuchado fue una pregunta de uno muy sofisticado con experiencia en muchos gobiernos: "¿Quién es su carcelero?".
La respuesta: los miembros más experimentados del gabinete y el influyente grupo de parlamentarios Tories. Todos ellos están desesperados por evitar una elección inmediata y quieren que el nuevo gobierno inicie su andadura y se pongan en marcha las negociaciones del Brexit.
Nadie más quiere hacerse cargo del trabajo de May aún. Por otra parte, nadie quería la farsa caótica que se produjo tras la salida de su antecesor, David Cameron, que produjo la actual situación.

La gente necesita un tiempo para tomar aire. Unas semanas, unos meses, unos pocos días.
Muchos primeros ministros inician su mandato casi totalmente igualados al resto de parlamentarios de su partido y terminan convertidos en dictadores.
May empezó su periodo en la residencia del primer ministro, en el número 10 de Downing Street, mostrando desdén por sus colegas y gobernando como un autócrata arrogante. Ahora ella es solo el mascarón de proa del barco de los Tories.
No culpen a los asesores que le recomendaron convocar una elección. Era una decisión sensata tomando en consideración lo que decían las encuestas y el estado del Partido Laborista. Lo ocurrido fue su falla. Ella no estaba a la altura de la campaña. No supo encarnar su rol en esa narrativa heroica.
Una rehén del Parlamento
Su pérdida de fuerza tiene un impacto inmenso en la práctica: cualquier gobierno en minoría es un rehén del capricho de los miembros del Parlamento.
Popularmente se cree que los responsables de mantener la disciplina en los partidos hacen su trabajo intimidando y amenazando con revelar pecadillos sexuales y financieros. Pero, de hecho, eso se consigue con los halagos y los sobornos.

Sin una mayoría, cualquier votación puede convertirse en una subasta, con los parlamentarios más agresivos haciendo ofertas elevadas a favor de sus propias y pequeñas causas, ya sea exigiendo más protección para los erizos o la construcción de una nueva rotonda que beneficie a sus votantes.
Esta situación es mucho más severa cuando la propia primera ministra está tan expuesta.
El debate sobre el Brexit
El principal impacto es sobre el Brexit. Theresa May quería un mandato contundente para conseguir un mejor acuerdo. Vale la pena volver a leer sus palabras. Si se toman literalmente, ahora ella conseguirá un peor acuerdo.
Se comenta que el ministro de Finanzas, Philip Hammond, le dijo durante una fría conversación tras conocerse la derrota que él quiere un Brexit que otorgue prioridad a las empresas.

Ruth Davidson, líder de los conservadores de Escocia, le dijo que le de preferencia a la economía.
Stephen Dorrell, un exmiembro del gabinete que ya no está en el Parlamento, dijo que debe haber un seguimiento diario para evitar un Brexit duro, que implicaría una desvinculación total de las instituciones europeas.
El líder del Partido Laborista, Jeremy Corbyn, dice que quiere un Brexit que favorezca el empleo en el país.
El Partido Unionista Democrático, los potenciales socios del gobierno en minoría que May intenta formar, no coincide con ella en su afirmación de que "ningún acuerdo es mejor que un mal acuerdo".
Se habla de una alianza a través de las líneas partidistas para presionar por un Brexit suave. En la práctica, esto significaría que aumentaría la presión para que la intención del gobierno de imponer mayores restricciones a la inmigración descienda en la lista de prioridades.
Curiosamente, Lord Heseltine, un experimentado dirigente Tory, ha sugerido que se podría hacer un acuerdo con Francia y Alemania sobre la libre circulación, aunque no sugirió en qué podría consistir el mismo.

Por el otro lado, los diarios de línea editorial conservadora y los miembros del Partido Conservador que son firmes creyentes de la necesidad de abandonar la UE estarán igual de vigilantes intentado proteger su Brexit de cualquier acuerdo que busque diluirlo.
Cuando en Estados Unidos un presidente está llegando al final de su mandato, con frecuencia se le describe como un pato cojo, insinuando que goza de poca autoridad porque su poder tiene fecha de caducidad, por lo que resulta mejor ganarse el favor del próximo mandatario. Eso se dijo de David Cameron cuando anunció que no cumpliría todo su mandato.
Pero, ¿qué ocurre cuando un primer ministro está en libertad condicional, cuando no hay dudas sobre su salida y la pregunta es "cuándo" ocurrirá? Para May será mucho más difícil negociar sus acuerdos y mantener sus objetivos.

Se podría argumentar que ella tiene poco que perder, pero si fracasa el gobierno puede caer y se convocarían nuevas elecciones. Eso es bastante presión.
Hemos aprendido una y otra vez que la voluntad política cuenta más que la tradicional lógica de los expertos.
May podría hallar consuelo en la carta de San Pablo a los Corintios, encontrar que su "fuerza perfecciona en la debilidad" y resurgir como una figura de peso.
Pero, por ahora, hace que el conocido pato cojo luzca fuerte y estable.