Tras la visita de la prensa extranjera a la provincia de Artemisa, el primer secretario del Partido Comunista fue removido de su cargo. El chiste entre los periodistas fue que cayó en desgracia cuando todos escribimos positivamente sobre el experimento que él dirigía.

No fue así. Muy pronto Ulises Guilarte reaparecería como organizador del Congreso de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), la organización que nuclea a la mayoría de los cubanos que laboran en el país y además la única permitida por las autoridades.

Que la CTC esté dirigida por un cuadro comunista no es algo nuevo. De hecho ha ocurrido siempre, incluso desde antes del triunfo de la revolución, cuando esta central sindical estaba estrechamente ligada al pro soviético Partido Socialista Popular.

Pero sí resulta interesante que ahora promuevan al frente de los sindicatos a un dirigente con experiencia en "planes pilotos", es decir, a un cuadro del PCC con capacidad para impulsar reformas sobre el terreno, evaluar sus consecuencias y proponer opciones.

Ya en Artemisa Guilarte enfrentó la complejísima tarea de descentralizar el poder político-administrativo, delegando potestades en la provincia y los municipios. Ahora el reto podría ser terminar con la alianza contra-natura de los sindicatos y la administración empresarial.

El nuevo código del trabajo asegura que la tarea del sindicato es "representar a los trabajadores en la defensa de sus intereses y derechos, y propugnar el mejoramiento de las condiciones de trabajo y de vida de estos". Semejante meta implica un cambio radical.

Lo cierto es que durante años las secciones sindicales han estado funcionando como un apéndice de los directivos, gerentes y administradores de las empresas. Han estado más ocupadas en "bajar directrices" que en elevar las demandas, opiniones, críticas y aspiraciones de sus afiliados.

No recuerdo ningún discurso de los dirigentes sindicales cubanos en los que propusieran elevar los salarios, pagar en moneda dura, reducir la jornada laboral o la edad de jubilación. Por el contrario, la CTC ha apoyado todas las iniciativas impulsadas por el gobierno.

Sindicalistas cubanos me aseguran que con la defensa del socialismo se protegen los "intereses estratégicos de los trabajadores". Podría ser, pero lo cierto es que durante las últimas décadas han hecho poco en favor de los "intereses inmediatos" de sus afiliados.

Trabajadores cubanos

Los sindicatos cubanos priorizan el aumento de la productividad sobre las mejoras salariales de sus afiliados. (Foto: Raquel Pérez)

Hoy debaten un nuevo código del trabajo donde se especifica que todos los cubanos y cubanas tienen derecho a un empleo que les permita satisfacer sus necesidades y las de su familia, algo que aún está lejos de suceder debido a los bajos salarios.

Otros acápites interesantes promueven la igualdad de la mujer, la protección de la maternidad y sostiene que "los trabajadores tienen derecho a participar en la dirección de las entidades estatales donde trabajan", aunque no especifica cuál será su poder de decisión.

Por fin se separa a los empleadores de los empleados porque con la autorización de la pequeña empresa resulta que podrían terminar en el mismo sindicato los obreros y los empresarios, metidos todos en la bolsa de los trabajadores por cuenta propia.

Sin embargo, quedan otras cosas poco claras como las facilidades para el despido que parecen beneficiar bastante al empleador. Se habla de una semana de vacaciones anuales y aunque se dice que es el mínimo da miedo que después se interprete otra cosa.

No se especifica si se permitirá la contratación directa de los empleados en empresas extranjeras, quienes en la actualidad reciben su salario en pesos cubanos y a un cambio muy desfavorable, a pesar de que sus contratantes pagan en moneda dura al Estado.

Hay otra nebulosa en el trabajo de los médicos en el extranjero, cuyos ingresos y condiciones serán determinados por los ministerios de Salud y el del Trabajo. La CTC no tendrá poder decisorio, apenas se promete que será "oído el parecer de la organización sindical".

Semejante indefinición no es poca cosa cuando se produce en el sector que ingresa el mayor monto de divisas al país, muy por encima del turismo o las remesas familiares. Un código justo podría ser la clave para mantener contenta a "la gallina de los huevos de oro".

El debate será muy productivo si los trabajadores analizan a fondo el código y defienden sus intereses, si la central sindical se convierte en su portavoz ante las autoridades y si el gobierno incluye esas opiniones en el documento, demostrando así que la consulta no es una mera formalidad.