Los carteles contra las armas casi siempre van al lado de otro contra el tabaco.
Los venezolanos ni lo notan, pero, para alguien que no está acostumbrado, resulta sorprendente ver carteles gigantes contra las armas y el cigarrillo en cada comercio.
En los bares, restaurantes, peluquerías, edificios, supermercados, areperas, fruterías, licorerías, tiendas de especies y hasta zapaterías.
Todos los establecimientos públicos en Venezuela están en la obligación de poner un cartel que prohíba las armas y otro contra el cigarrillo. Cada uno de 80 por 50 centímetros.
Muchos de los dueños de los restaurantes se quejan del tamaño de los carteles.
"Bueno, yo nunca entendí por qué acá, en un frigorífico, me mandaron a poner uno contra el cigarrillo", se queja la dueña de un comercio que vende productos congelados.
"Ni el más adicto fumaría dentro de una nevera, chico", añade.
Según el decreto, deben estar en un lugar visible.
¿De dónde salen?
El origen de los avisos contra las armas es el plan de desarme de 2012, promovido por el entonces presidente, Hugo Chávez (los anti tabaco son de un año antes).
Durante los últimos cinco años Venezuela se ha convertido en uno de los países más violentos del mundo: las últimas cifras oficiales indican que en 2013 hubo 39 homicidios por cada 100 mil habitantes, una de las tasas más altas del mundo.
No solo son los bares, sino en cualquier espacio público deben estar.
Así, el desarme ha sido uno de las políticas principales del gobierno para combatir la violencia.
En un decreto de 2012, el gobierno prohibió, "para la construcción de una sociedad justa y amante de la paz", el ingreso de armas y municiones a los eventos públicos en "establecimientos, locales, instalaciones deportivas, plazas, parques o cualquier otro donde se realicen espectáculos públicos".
La ley les recomienda a los comercios varios mecanismos para preservar la seguridad, entre ellos, requisar a todas las personas, tener arcos detectores de metales, escáners de rayos x, detectores de metales manuales y circuitos cerrados y abiertos de televisión.
Hay quienes creen que los avisos no han servido para erradicar la violencia.
Los establecimientos deben completar tres de estas medidas.
Porque además, dice el decreto, los establecimientos deben divulgar en su espacio los requisitos de la ley con un aviso que diga "Prohibido portar armas de fuego y/o municiones en este espacio".
Ese aviso es el que debe tener 80 por 50 centímetros.
Y quien viole la resolución, concluye el artículo, será "dispuesto al ordenamiento jurídico en relación con el decomiso, registro, custodia y destrucción de las armas y municiones".
Los venezolanos ni se inmutan de que la decoración de los sitios son estos carteles.
¿De qué sirven?
Los avisos tienen más o menos el tamaño de una televisión de 32 pulgadas y suelen ir acompañados de otro igual de grande contra el cigarrillo.
En internet se pueden comprar por 400 bolívares, que es un poco más que lo que cuesta un almuerzo ejecutivo: entre US$63 y US$3, dependiendo de la tasa de cambio que se use.
Algunos los pegan directamente en la pared. Otros los enmarcan.
Aunque es difícil encontrarse un establecimiento sin el aviso, lo es aún más entrar a un lugar que haya implementado los detectores de metales o las cámaras de seguridad.
Y, con una breve mirada a la prensa de sucesos en Venezuela, resulta evidente que los casos de homicidios o tiroteos en espacios públicos no se han reducido.
Al contrario: según el independiente Observatorio Venezolano de Violencia, en 2013 hubo 79 y, en 2014, 82 homicidios por cada 100.000 habitantes.
"Con todo tan caro, yo qué voy a poner cámaras", dice, en referencia a la disparada inflación, el dueño de un pequeño y modesto bar en el sector de Chacao que tiene sus avisos perfectamente puestos.
Y añade, repitiendo la explicación de varios otros dueños de establecimientos: "Además, a un malandro le da igual que haya vainas de esas si lo que quiere es robar y matar".
Los avisos se pueden comprar por Mercado Libre a 400 bolívares.