Cuando recientemente se anunció el resultado de los comicios presidenciales en Venezuela, muchos en México se sintieron identificados pues este país también ha vivido conflictos políticos por resultados electorales complejos.
Desde 1988 tres elecciones de presidente han sido cuestionadas por partidos de oposición. En dos de ellas hubo riesgo de violencia callejera pero según analistas las decisiones de los candidatos perdedores, y el entorno político del momento, ayudaron a desahogar los procesos en paz.
Al final las contiendas derivaron en cambios legales al sistema electoral mexicano.
Una experiencia que podría ayudar en la actual crisis de Venezuela, le dice a BBC Mundo Jorge Alcocer Villanueva, director de la revista Voz y Voto.
"La lección que México puede aportar es que los procesos electorales y de alternancia tienen su fundamento en instituciones electorales confiables, sólidas, respetables para la sociedad, los partidos y los candidatos", señala el analista.
"Cuando la autoridad electoral no tiene ese reconocimiento se producen estos fenómenos de protesta y de movilización".
La experiencia mexicana
En 1988, la Comisión Federal Electoral, responsable de organizar los comicios mexicanos que se llevaron a cabo ese año era parte del gobierno e incluso el presidente del organismo era el secretario de Gobernación.
No se permitía el recuento de votos, y la validación del resultado correspondía a la Cámara de Diputados, donde la mayoría de sus integrantes eran del oficialista Partido Revolucionario Institucional (PRI).
A este organismo pertenecían casi todos los sindicatos, organizaciones campesinas, de comerciantes y hasta grupos universitarios. Gobernadores y alcaldes apoyaron abiertamente al candidato del PRI, Carlos Salinas de Gortari, quien resultó elegido presidente en ese año derrotando al opositor Cuauhtémoc Cárdenas.
El resultado final de esa elección nunca se aclaró por completo, recuerda Alcocer, sobre todo porque el sistema de información electoral se quedó en silencio a mitad del conteo inicial de los votos.
Sin embargo, la elección de ese año rompió décadas de dominancia política del PRI, recuerda el especialista, y abrió paso no sólo a la creación de organismos electorales autónomos, sino a un proceso de apertura en los medios, así como el nacimiento de organizaciones civiles y de defensa de derechos humanos.
Un proceso que continuó tras los comicios de 2006, cuando el conservador Felipe Calderón fue designado presidente con una ventaja de 0.56% sobre el izquierdista Andrés Manuel López Obrador.
La oposición demandó un nuevo conteo de los votos pero el Tribunal Electoral rechazó la petición, pues la ley no lo permitía. La legislación cambió tras las cuestionadas elecciones y permitió que en el último proceso electoral se hiciera un recuento parcial de votos que confirmó la victoria de Enrique Peña Nieto, postulado por el PRI que recuperó así el gobierno del país.
El riesgo de violencia
Como sucede ahora en Venezuela, en los comicios mexicanos de 1988 y 2006 existía una profunda polarización social que en su momento amenazó con derivar en violencia callejera. Los candidatos opositores de ese entonces enfrentaron un dilema similar al del venezolano Henrique Capriles, coinciden especialistas.
Pero la violencia no ocurrió por dos razones fundamentales: la decisión de los perdedores de encauzar la protesta por la vía institucional, y la necesidad del ganador de negociar con la oposición para poder gobernar, explica a BBC Mundo Daniel Vázquez Valencia, investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).
En 1988 Cárdenas convocó a la creación del Partido de la Revolución Democrática (PRD), y a partir de 2006 López Obrador inició la construcción de un movimiento político que ahora busca convertirse en partido registrado.
"Decidieron no poner en riesgo la integridad personal de los miembros del grupo. Los radicales se los echaron en cara pero eso permitió bajar la intensidad del conflicto", señala Vázquez Valencia.
¿Sucederá lo mismo en Venezuela? "Es muy pronto para saberlo", responde el investigador de Flacso, sobre todo porque a pesar de algunas similitudes en circunstancias y resultados electorales, el sistema político de ambos países es distinto.
En México la fuerza política se concentra en tres partidos y obliga al gobierno a establecer acuerdos con la oposición, lo cual no sucede en Venezuela, dice Vázquez Valencia.
Pero al mismo tiempo, como ocurrió en México, existe la necesidad de evitar la violencia.
"Van a andar por caminos similares, en principio la oposición no va a reconocer al gobierno pero se van a ir por las vías institucionales para tratar de resolver la elección", asegura.