La alargada torre es un indicador claro de cuál es el corazón económico de esta localidad del noreste de Estados Unidos.
La fábrica de lavadoras de más de 230.000 metros cuadrados lidera la creación de empleo directo e indirecto, a través de los negocios que funcionan en los alrededores y que se nutren habitualmente de trabajadores de la fábrica de aparatos electrónicos.
Dentro de la fábrica, el ruido es sobrecogedor. Más de 3.000 trabajadores, la mitad de la población de Clyde, se afanan en probar, ensamblar, soldar y pintar cientos de piezas con las que se hacen las lavadoras de la compañía.
Ésta es la mayor planta de lavadoras del mundo, con 50 kilómetros de cintas transportadoras aéreas que repiquetean con los tambores y las puertas metálicas.
Pero si uno se detiene a pensar sólo en el tiempo que toma fabricar una máquina -aproximadamente cuatro segundos- queda claro que hay varios aspectos que diferencian a estas fábricas de las del pasado.
Los carros de transporte no tienen conductor. Son automáticos y se limitan a seguir una línea naranja que hay en el suelo.
Pantallas LED analizan al segundo la productividad de cada trabajador y pueden dar información al instante sobre cómo se puede mejorar la producción.
Más productividad, menos externalización
Este tipo de detalles hacen que ésta sea una de las plantas más productivas de Whirlpool y ésa es una de las razones por las cuales la compañía decidió crear puestos de trabajo en Ohio cuando se planteó trasladar parte de la producción de una planta de México.
"Tanto la compañía como los trabajadores se han enfocado mucho en ser más eficientes", recalca el vicepresidente de Whirlpool, Jeff Noel, quien destaca que eso ha hecho que "fabricar productos en EE.UU. sea más competitivo de lo que era en el pasado".
"Podemos devolver los empleos a EE.UU. y tener beneficios"
Jeffrey Immelt, General Electric
Las empresas manufactureras estadounidenses perdieron más de dos millones de puestos de trabajo durante la recesión, lo que aceleró un declive que había comenzado en la década de los 70.
Sin embargo, desde entonces, el sector manufacturero ha sido uno de los principales generadores de empleo en EE.UU., un periodo en el que han creado 500.000 puestos de trabajo.
Pese a que la mayoría de esos empleos podrían ser atribuidos al repunte de la demanda tras la recesión, no se debe sólo a eso.
Según Reshoring Initiative, un grupo de compañías y asociaciones comerciales que trabajan para devolver empleos industriales a EE.UU., cerca del 10% de los nuevos empleos – unos 50.000 – fueron creados por compañías que trasladaban al país puestos de trabajo que antes había en el extranjero.
En marzo pasado, el director ejecutivo de General Electric, Jeffrey Immelt, escribió un artículo en el Harvard Business Review en el que anunciaba que su compañía abriría 1.000 puestos de trabajo en su planta de Louisville (Kentucky), una fábrica que la compañía trató de vender hacer unos años en la peor etapa de la recesión.
"Podemos devolver los empleos a EE.UU. y tener beneficios", dijo entonces Immelt.
¿Por qué vuelven a apostar por EE.UU.?
Los motivos por los que las empresas han vuelto a confiar en los trabajadores estadounidenses son diversos.
Por una parte, los costos laborales en el extranjero han aumentado. Eso, sumado al abaratamiento del gas natural en EE.UU. y la disponibilidad de los empleados a trabajar por salarios más bajos, ha hecho que sea más económico ahora producir en el país.
Además, las tendencias de consumo cambiantes significan que los compradores quieren inmediatamente nuevos productos de una amplia variedad, por lo que es mejor "estar cerca de tus clientes", según Noel.
Finalmente, las fábricas más nuevas y con tecnología más especializada requieren de personal más calificado, algo que Estados Unidos tiene por su pasado manufacturero. Además, los gastos de automatización son muy similares en casi cualquier parte del mundo.
Con todos estos factores combinados, en 2015 a una gran variedad de industrias manufactureras, desde las que fabrican electrodomésticos a neumáticos, les resultará más rentable producir bienes en Estados Unidos, según un informe reciente del Boston Consulting Group.
Esto podría añadir entre dos y tres millones de puestos de trabajo e ingresos de US$20.000 millones a la economía estadounidense.
Una leve brisa
Pero todavía queda un largo camino por recorrer hasta 2015 y algunos siguen siendo escépticos.
"Los mejores datos que tenemos nos demuestran que no existe un repunte manufacturero", dice Alan Tonelson del consejo estadounidense de Negocios e Industria.
Con vientos en contra que llegan de Europa, la política disfuncional de Washington y la política comercial de EE.UU. que sigue alentando la producción en el extranjero, la creación de empleos en el sector manufacturero parece estar ralentizándose, añade Tonelson.
Y aunque todos estos factores desaparezcan, sería poco probable que los puestos de trabajo nuevos lleguen a reemplazar los más de ocho millones de empleos que se han perdido desde 1970.
A los trabajadores y los vecinos de Clyde el compromiso de Whirlpool les ha permitido respirar tranquilos por primera vez en mucho tiempo.
"Es muy importante para nosotros, sobre todo porque es el fabricante más grande en nuestro condado", dice Kay Reiter, director ejecutivo de la Corporación de Desarrollo Económico del Condado de Sandusky. "Si tienes en cuenta a todos los proveedores que ya tenemos a nivel local, es enorme".
La esperanza es que Clyde pueda seguir de la misma manera que cuando Whirlpool llegó por primera vez a la ciudad en 1952, cuando el escritor Sherwood Anderson la definió como "la quintaesencia de ciudad pequeña estadounidense".
Para esta comunidad, el "Made in America" ("Hecho en América") no es un sentimiento que se evapora. Es un grito de guerra.
"He estado con Whirlpool durante 26 años", asegura Workman Sonny, que trabaja en la línea de montaje en la planta de Alfa: "Mi padre trabajó aquí, mis tíos también. Es el negocio de la familia."