Como Robin Hood, que le sacaba el dinero a los ricos para dárselo a los pobres, pero sin arco y flecha, la diseñadora de joyas Pippa Small utiliza el dinero que los ricos y famosos pagan por sus creaciones para ayudar a algunas de las comunidades más desamparadas del mundo.
Las joyas de Small, algunas de ellas valuadas en más de US$100.000, son buscadas por Gucci, Chloe, Nicole Farhi y otras casas de alta costura.
Y no son pocos los famosos, como Nicole Kidman, que lucen las creaciones de esta artista canadiense que vive en Londres.
Small participa en las semanas de la moda de más prestigiosas del planeta, pero además está en contacto con un mundo totalmente diferente, alejado del glamour del ambiente de la moda.
"Justo cuando empezaba a dedicarme a esto a tiempo completo hace diez años, pasé un verano trabajando con refugiados birmanos en Tailandia, quienes me contaron historias terribles", dice Small.
Cuando regresó a Europa para asistir a la semana de la moda de París, el impacto que le causó el contraste fue tan fuerte, que Small ya no pudo "reconciliar estas dos realidades completamente diferentes".
De Londres a Kenia
Aunque hacer joyas fue su hobby desde que era pequeña, Small dice que nunca pensó en dedicarse a este pasatiempo por tiempo completo.
"Yo había estudiado antropología en la universidad en Londres y acabé trabajando en derechos humanos en relación a minorías indígenas, particularmente en el sudeste de Asia (Borneo, Tailandia), en temas de derechos culturales, de tierras… nada que ver con las joyas", explica Small.
"Me pidieron que diseñe algunas colecciones para Gucci. Con esa plata pude llevar a cabo mi primer proyecto con grupos aborígenes en Kenia, ayudándolos a hacer artesanías -a partir de mis diseños- para vender a los turistas"
Pippa Small, diseñadora de joyas
"Pero todavía hacía y vendía algunas cositas y la gente me seguía pidiendo más".
No fue sino hasta que Tom Ford, en ese entonces director creativo de Gucci, la invitó a trabajar con él, que Small se decidió dedicarse exclusivamente al diseño de joyas.
No obstante, tenía claro desde un principio que usaría esta actividad en beneficio de las comunidades indígenas con las que había trabajado como activista de derechos humanos.
"Me pidieron que diseñe algunas colecciones para Gucci, lo cual fue fantástico, y entonces pude ganar bastante dinero. Con esa plata pude llevar a cabo mi primer proyecto con grupos aborígenes en Kenia, ayudándolos a hacer artesanías -a partir de mis diseños- para vender a los turistas".
Joyas recicladas
Hoy día, el 70% de las joyas de Small están hechas en India, "la capital de las joyas de oro". Las ganancias que obtiene con este negocio las invierte en sus colecciones especiales que se fabrican en talleres en Afganistán, Kenia, Panamá y Bolivia, con materiales locales.
Si bien admite que su negocio es rentable y que le permite llevar una vida holgada, Small paga al menos un 10% extra en todos los países en los que se fabrican sus piezas para garantizar que las condiciones para los trabajadores sean óptimas y para que los metales y piedras preciosas que llevan sus diseños se obtengan de forma justa.
"Después de unos años, muchos de los que se han entrenado en el esquema se van para empezar su propia microempresa. Eso es muy reconfortante"
Pippa Small, diseñadora de joyas
En Bolivia, el oro para las joyas proviene de una mina que funciona como una cooperativa, que está en proceso de obtener una acreditación de comercio justo, por las medidas que implemente para minimizar el daño ambiental.
En Kenia, en cambio, todas las piezas están hechas de vidrio y metal reciclado del basurero más grande de Nairobi.
Más de 160 personas que viven en un barrio pobre aledaño al basural están involucradas en el proyecto de Small.
"Viven en condiciones infrahumanas, pero son muy trabajadores. Revuelven la basura, a ver qué pueden vender", dice la diseñadora.
"Después de unos años, muchos de los que se han entrenado en el esquema se van para empezar su propia microempresa. Eso es muy reconfortante", añade.
Peligro
Sin embargo, hay quienes critican la iniciativa de Small. "Muchos me dicen que lo que hago es simplemente hacer joyas con mano de obra barata, pero ese no es el caso. Si quisiera hacer eso podría haber ido a China".
"En cambio, lo que para mí es realmente importante, es que mis colecciones son una colaboración genuina. Tiene que ser sostenible para que funcione para todos y yo me aseguro de que la gente reciba un buen sueldo", agrega.
Sobre el taller en Afganistán, Small cuenta que por los continuos problemas de seguridad, las joyas que se hacen allí no son de oro sólido sino de otros materiales más baratos como plata, o son bañadas en oro.
Dos veces al año, Small visita el taller de Kabul. Cuando está allí su propia seguridad no es algo que le preocupe.
"Estuve en Kabul tantas veces cuando explotaban bombas", dice. "Es alarmante cuando empiezan a correr rumores de que los extranjeros son los blancos (…) pero uno igual sigue adelante".