Se le llamó "Guerra contra el narco" pero nunca se le consideró un conflicto convencional. Y pasaron tantos años y tantas muertes que quizá hasta se dejó de verlo como un enfrentamiento.
En México se combate abiertamente a los cárteles del narcotráfico desde 2006 pero no hay bombardeos, ataques químicos, atentados con coches bomba, misiles Tomahawk lanzados desde portaaviones, ni participación de potencias extranjeras, ni discusiones en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
Esta no-guerra no se ve por televisión. Pero las muertes se apilan. Y la forma en que se cuenten y se comparan con las de otros países es motivo de controversia entre un centro de análisis y el gobierno mexicano.
Según el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (International Institute for Strategic Studies), México fue el país donde más personas murieron de forma violenta en 2016, sólo por detrás de Siria —donde hay una guerra— y por delante de Irak y Afganistán —donde las hubo y todavía no se extinguen—. Quedó también por encima de Yemen, Somalia, Sudán, Turquía, Sudán del Sur y Nigeria.
El gobierno lo niega. Rechaza, cuestiona y desestima el informe.
"Sus conclusiones no tienen sustento"
En México, dice el IISS, murieron 23.000 personas el año pasado, 63 al día. Por encima de las 17.000 en Afganistán y de las 16.000 en Irak, de acuerdo al Informe Anual de Conflictos Armados 2017 que el martes divulgó la organización en Londres, donde tiene su sede. En Siria fueron 50.000 los muertos.
El gobierno respondió al informe un día después a través de la cancillería y la Secretaría de Gobernación (Ministerio del Interior). "Utiliza cifras cuyo origen se desconoce, refleja estimaciones basadas en metodologías inciertas, y aplica términos jurídicos de manera equivocada", dice el comunicado, "sus conclusiones no tienen sustento en el caso de México".
El gobierno rechaza que exista un "conflicto armado no internacional" y asegura que se "busca dar un tratamiento similar a naciones con fenómenos completamente diferentes, que no son comparables ni medibles entre sí".
Las autoridades cuestionan la cifra de homicidios dolosos en 2016 utilizada en el informe porque todavía no fue publicada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), rechaza que todos los casos estén relacionados con el combate a grupos criminales y, citando las tasas de homicidios de otros países, afirma que "de acuerdo con cifras de la ONU de 2014 (el reporte más reciente a nivel internacional), México está lejos de ser uno de los países más violentos del mundo".
México, recuerda el gobierno, tiene tasas de homicidios por cada 100.000 habitantes inferiores a las de Honduras, Venezuela, Belice, Colombia y Brasil.
De acuerdo a cifras oficiales de la Secretaría de Gobernación en 2016 fueron asesinadas 20.789 personas. El IISS no explicó el origen de la cifra de 23.000.
México está "empeorando"
"Es muy raro que la violencia criminal alcance un nivel similar al conflicto armado", explica Antônio Sampaio, Investigador Asociado en Seguridad y Desarrollo del IISS, "pero esto ha sucedido en el Triángulo Norte de América Central (Honduras, Guatemala y El Salvador) y, sobre todo, en México".
Sampaio asegura que mientras en el Triángulo Norte se registraron "modestas mejorías" en el último año en México el problema está "empeorando".
Los homicidios intencionales aumentaron 22,8% de 2015 a 2016. Los dos primeros meses de 2017 fueron el comienzo de año más violento desde que se tienen registros. En marzo los muertos alcanzaron los 2.020, la peor cifra desde junio de 2011.
En ese entonces México todavía era gobernado por Felipe Calderón. Cuando llegó al poder en diciembre de 2006 lanzó la llamada "Guerra contra el narco". Un combate frontal a los cárteles con los militares en las calles.
El actual mandatario, Enrique Peña Nieto, llegó al poder seis años después con la promesa de cambiar la estrategia y reducir la participación militar. En los hechos no fue así. Y pese a que a las muertes en un primer momento bajaron, luego volvieron a subir.
La situación es un "verdadero desafío estratégico que amenaza a los componentes fundamentales del Estado", dice Sampaio, "la actividad empresarial, el desarrollo socioeconómico, el funcionamiento de las instituciones y el Estado de Derecho".
"Las raíces del conflicto se encuentran dentro de las instituciones débiles de México y el desarrollo socioeconómico insuficiente", señala Sampaio, "pero la más reciente ola de violencia se relaciona con la militarización".
El caso mexicano es "sorprendente considerando que las muertes se pueden atribuir en casi todos los casos a armas pequeñas", dice el director general del IISS, John Chipman, "es un conflicto marcado por la ausencia de artillería, tanques o aviación de combate".
Drogas hacia el norte, armas y dinero hacia el sur
El problema no es responsabilidad exclusiva de México. La ecuación siempre es un poco más compleja.
El poderío de los cárteles está directamente relacionado con el dinero que reciben por vender drogas en Estados Unidos, un negocio de US$64.000 millones anuales, según el Departamento del Tesoro estadounidense. Ventas de US$122.000 por minuto.
La voracidad de los consumidores del otro lado de la frontera deja manchas de sangre por todo el país mientras los grupos criminales pelean por lucrativas rutas y se enfrentan a las fuerzas de seguridad.
Del norte también llegan armas. Alrededor del 70% de las armas de fuego incautadas en México entre 2009 y 2014 procedían de Estados Unidos.
"La violencia relacionada con el crimen organizado es un fenómeno regional", se defendió el gobierno en el comunicado, "los retos que México enfrenta en este rubro no pueden aislarse de fenómenos relacionados en otras jurisdicciones, como el tráfico de armas y la demanda de drogas".
"Los indicios de criminalidad en diferentes entidades federativas nuevamente comenzaron a regresar a escenarios del pasado que no queremos que vuelvan", admitió el presidente Peña Nieto la semana pasada.
El desafío es mayúsculo. Porque en México no hay guerra, el conflicto no es convencional, pero la violencia es inocultable, se siente y parece lejos de acabarse.