A picture showing the terracotta warriors, one of the world's Eight Wonders

China Photos/Getty Images
Los Guerreros de Terracota fueron descubiertos en 1972.

El desmesurado poder Qin Shi Huang solo tenía un límite: la muerte.

El primer emperador de China, el "señor de los diez mil años", el hijo del sol, el señor de todas las tierras, los cielos y los elementos descubrió tempranamente que solo la inmortalidad estaba fuera del alcance de sus manos.

Y por eso, trató de alcanzarla de todas las formas posibles.

Según reveló el reciente estudio de unos textos milenarios hallados en 2002, el emperador se obsesionó tanto con la idea de la inmortalidad que lanzó una búsqueda desesperada del elixir de la vida por todos los rincones de China.

Los textos, de 2000 años de antigüedad y escritos en miles de listones de madera (utilizados allí antes de la invención del papel) relatan la asombrosa cruzada que estremeció el país asiático en aquellas fechas por la búsqueda de la poción mágica.

Los documentos, hallados en un pozo un pozo en la provincia de Hunan (centro), contienen el decreto imperial para iniciar la búsqueda y, también, las ambiguas y desconsoladas respuestas de las comunidades a las que no les quedaba otra opción que darle una respuesta negativa a su emperador.

De acuerdo con los textos recientemente publicados, "una localidad llamada 'Duxiang' informó al soberano que ningún remedio milagroso había sido hallado allí.

Pero no se rendían, decían que continuarían las búsquedas.

En otra, llamada Langya, que se ubicaba en la actual provincia de Shandong (este), indicaban que había cierta hierba que se cosechaba en una "montaña sagrada".

Lo cierto es que ninguna planta ni ninguna poción surtió efecto y Qin Shihuang murió en el 210 AC, tras 11 años de reinado imperial.

El despótico emperador, que conquistó uno tras otro los seis reinos que integraban entonces China y quien le dio forma al territorio que conocemos hoy solo vivió 49 años, según los historiadores, y hasta el último momento estuvo obsesionado con la vida eterna.

Él, que había construido antes la Gran Muralla y forjó su vasto imperio mediante la imposición de sistemas únicos de escritura, dinero, peso y medidas y que ordenó construir canales y caminos, mandó entonces también que un ejército eterno de guerreros lo acompañara al reino de la muerte.

Fue así que sus súbditos construyeron el formidable ejército de terracota, una colección de 8.000 soldados, caballos y carros que siguen aún en pie como testimonio de la última batalla perdida del emperador.

La batalla contra la muerte.