Cuando las grandes pantallas de televisión en la sede del oficialista partido Likud finalmente dieron a conocer los resultados de las encuestas a boca de urna, poco a poco el silencio abandonó el recinto.

Fue más un alivio que un júbilo real. La simple realidad es que la lista combinada de candidatos del partido, encabezada por el primer ministro Benjamin Netanyahu, tuvo un desempeño desilusionante.

Pero la política tiene que ver más con las expectativas.

En un momento circularon rumores entre los presentes donde se decía que Netanyahu había perdido más de un tercio de los escaños dentro de su alianza en la Knesset (el Parlamento de Israel), pero al final las encuestas a boca de urna sugerían que sería como un cuarto de los escaños. Por ello, hubo una evidente celebración.

Si sumamos los aliados naturales de Netanyahu dentro de los partidos religiosos y del resto de la derecha y asumimos que podría atraer al menos un partido del centro o incluso de la izquierda, deberíamos inferir que el premier israelí podrá formar otra vez un nuevo gobierno.

El alto dirigente del Likud Danny Danon me dijo rápidamente que lo único que se recordará de esta noche es el hecho de que su jefe ganó un tercer periodo como primer ministro.

"Hay solo un posible primer ministro para Israel con estos resultados. Y ese es Benjamin Netanyahu".

"Les digo a mis amigos de la izquierda que no deberían destapar la champaña tras estos resultados".

Sin embargo, cualquier champaña que Netanyahu destape tendrá poco sabor.

Emerge de estas elecciones como una figura más disminuida, con una capacidad de negociación que será puesta a prueba cuando tenga que formar una nueva coalición de gobierno.

Cuando habló a una muchedumbre de seguidores en Tel Aviv fue comedido, pese a que se tomó su tiempo a la hora de persuadir a sus simpatizantes a que pararan de celebrar con el fin de iniciar su discurso.

"Voy a buscar un gobierno tan amplio como sea posible", dijo.

Esa quizás fue su manera de reconocer que los resultados generales de la noche fueron curiosamente ambiguos.

A la izquerda de Netanyahu, los laboristas lograron escaños, pero a la derecha también lo hicieron el Habayit Hayehudi (Hogar Judío) liderado por su antiguo jefe de gabinete Naftali Bennett.

Yair Lapid

La estrella indiscutible de la noche fue Yair Lapid, el famoso presentador de la televisión que salió de las pantallas para formar un nuevo partido centrista llamado Yesh Atid (Hay Futuro).

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Definitivamente la estrella de la noche fue la nueva figura en la política israelí: Yair Lapid.

Ha sido un extraordinario debut. El partido podría emerger como el segundo grupo político más importante en la nueva Knesset y debería encabezar un lugar dentro de la nueva coalición que forme Netanyahu.

Debido a que Lapid es una nueva figura política, es difícil establecer qué retribución va a pedir a cambio de su apoyo.

El mundo examinará estos resultados buscando claves sobre la actitud futura de Israel frente al proceso de paz con los palestinos o en torno a la posibilidad de un ataque preventivo a las instalaciones nucleares iraníes.

La verdad es que todavía es muy prematuro hacer cualquier conjetura, que al final dependerá del balance de fuerzas dentro de la futura coalición, más que de la cantidad de israelíes que salieron a votar.

El repentino y decisivo golpe de la derecha que muchos predijeron no se produjo.

La realidad es que los resultados muestran que hay un montón de vida en la izquierda y en el centro de la política israelí.

Algunos periodistas en la sede del Likud estaban discutiendo antes de que se dieran a conocer los resultados de las encuestas a boca de urna que los resultados envían una señal confusa sobre el ambiente político en Israel, lo que podría significar que haya elecciones nuevamente dentro del lapso de un año.

Veremos.

Dicho esto, los resultados no son muy buenos para Netanyahu y es justo indicar que a partir de aquí puede resultar un error hacer predicciones políticas.

Se creía que Netanyahu ganaría fácilmente, pero ciertamente no fue así.

Se dijo que la campaña adoleció de imaginación, sin embargo la participación fue alta.

En promedio toma más de un mes formar un nuevo gobierno de coalición después del día de elecciones. No hay razón para suponer que esta vez será más rápido.

Los primeros contactos entre los líderes políticos israelíes probablemente ya se pusieron en marcha, incluso antes de que terminaran las celebraciones en la sede del partido Likud.

Israel y el Medio Oriente deberán esperar ahora para ver qué clase de gobierno emergerá de todo esto.