Pasamos inmigración y entramos a la sala de espera, donde su hermano aguardaba por él. "¿Dónde está Alí?", dijo Hayder preguntando por su hermano menor y en ese momento el otro hombre estalló en lágrimas.

"Murió la semana pasada en un atentado con auto bomba y no quisimos decirte nada hasta que llegaras", respondió el hermano.

Dejé a ambos abrazados consolándose en su dolor.

Alí fue uno de los 1.000 iraquíes que murió en el mes de julio, uno de los más violentos en años recientes. Más de 4.000 personas han perdido sus vidas este año en actos de violencia.

Irak parece estar encaminándose nuevamente a una guerra civil.

El Estado Islámico de al Qaeda en Irak, una organización extremista sunita, es responsable por muchas de las explosiones. Su objetivo son principalmente vecindarios chiitas en el país.

Una región que arde

Los chiítas no culpan a toda la comunidad sunita por lo que está pasando.

Om Zeinab, un director de colegio, dice que los iraquíes no deberían reaccionar de una manera que sirva a los objetivos de al Qaeda de incitar una nueva ola de asesinatos sectarios similar a la que el país experimentó entre 2006 y 2007.

Tuve que pasar muchos puestos de control para llegar al centro de Bagdad. Hay soldados y policías por todos lados. En Irak hay cerca de un millón de efectivos de seguridad y sin embargo siguen sin poder controlar plenamente la situación de seguridad.

hombre observa edstrozos tras atentado en una mercado de Bagdad

Julio fue el mes más sangriento de los últimos años.

Los chiitas, durante mucho tiempo oprimidos por el gobierno de Saddam Hussein –secular pero dominantemente sunita- están ahora al control. Manejan las fuerzas de seguridad y el ejército.

"No concuerdo con usted en que estemos fallando", me dijo el portavoz del ministerio del Interior, general Saad Maan, cuando le pregunté por qué con todos los recursos el gobierno no logra garantizar la seguridad.

"Tiene que considerarse el tamaño del desafío que estamos enfrentando en materia de seguridad. No sólo Irak sino toda la región del medio Oriente está en ebullición. Podemos tener cifras altas, pero es porque Irak es un país grande. Estamos cumpliendo con nuestro trabajo, cazando a los terroristas y enfrentándolos a la justicia".

Pero esos esfuerzos sufrieron un revés el pasado mes de julio, cuando militantes asaltaron la prisión de Abu Grahib, la mayor del país y liberaron a 500 presos, incluidos miembros de alto rabgo de al Qaeda, organización que se atribuyó la acción.

Explotando diferencias

También ha habido atentados con bombas en áreas sunitas recientemente, aunque nadie ha reclamado la responsabilidad por esas acciones.

Desde hace meses los sunitas vienen quejándose ante el gobierno del primer ministro Nouri al Maliki, un chiita, de hacerse la vista gorda, y hasta de apoyar las actividades de las milicias chiitas.

No pude ir al corazón sunita en el oeste de iraquí porque el gobierno mantiene bloqueado el acceso a los periodistas, especialmente a aquellos que trabajan en medios internacionales.

Pero visité en cambio, Adhamiaya, un vecindario sunita de la capital iraquí.

El jeque Mustafa al Bayati , un clérigo sunita y líder de las protestas de su comunidad me dijo que esas manifestaciones no están motivadas por el sectarismo.

"No nos levantamos contra los chiitas. Hemos vivido con ellos durante siglos. Nos alzamos contra el gobierno que encarcela nuestros hombres injustamente en prisión y pisotean nuestros derechos humanos. Eso debe detenerse".

"Viviremos dignamente o moriremos dignamente", dijo Al Bayati.

hombre camina entre ruinas en un barrio Bagdad

Algunos temen que la violencia pueda desatar nuevas tensiones entre sectas religiosas.

No hace mucho la comunidad sunita se enfrentó a al Qaeda, pero hoy el grupo estremistas está tratando de explotar las diferencias entre las comunidades.

Durante la cúspide de la violencia sectaria muchas zonas sunitas se convirtieron en áreas impenetrables por chiitas y viceversa.

Pero la situación mejoró y muchos vecindarios son nuevamente mixtos. Sin emabargo, la población está preocupada por lo que depara el futuro al país, que ha carecido de estabilidad por mucho tiempo.

Al hablar con las personas se tiene la sensación de que quieren vivir juntas porque creen que la identidad iraquí debe estar por encima de los sectarismos.

De regreso al aeropuerto, el taxista que me lleva –un sunita de unos 30 años- me habla de su sueño de dejar Irak.

"Irak es una país rico, pero no vemos nada de eso. Quiero vivir en un lugar mejor, en Europa o Estados Unidos o en cualquier parte", dice mientras coloca un disco y empiezan a sonar canciones, todas tristes.

Cuando nos aproximamos al aeropuerto, el taxista observa anhelante los aviones que despegan y dice: "No hay alegría en Irak, yo nunca la siento".