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Películas como "28 días después", "Contagio", "Epidemia" y varias más se inspiran en el miedo al daño que pueden causar estos diminutos organismos.

Hay personas que tienen la responsabilidad de decidir cuestiones en las que el resto de los mortales sólo pensamos cuando vemos películas de horror.

Si un aspecto de la ciencia, en su afán por protegernos, nos pone en grave peligro, ¿debe suspenderse?

De ser así, ¿quién debe imponer los límites?

El dilema volvió a surgir esta semana, cuando en Estados Unidos científicos, funcionarios de salud pública y representantes de la Casa Blanca y el Departamento de Seguridad Interior se reunieron a debatir sobre un tipo de investigación muy polémica: la mutación de ganancia de función (la rara ocasión en la que una mutación puede producir una nueva función al gen).

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Hay una prohibición internacional sobre las armas biológicas, así que los resultados de estos experimentos no deberían usarse para disparar una epidemia.

Se trata de hacer artificialmente en el laboratorio lo que ha venido ocurriendo naturalmente con las bacterias que se vuelven resistentes a los antibióticos: producir un cambio en el ADN para que evolucionen y el remedio no surta efecto.

La razón por la que este tipo de investigación es controvertida es que tiene el potencial de desatar una pandemia, pues los estudios más arriesgados tornan los más temidos virus en versiones más peligrosas que sus cepas naturales.

La primera reacción puede ser pensar que, ante esa posibilidad, la respuesta a la pregunta del título es un rotundo "Sí".

Sin embargo, la opinión está dividida.

Prestigiosos científicos afirman que los estudios de ganancia de función (GoF, por sus siglas en inglés) no sólo se pueden hacer de forma segura, sino que son esenciales para entender las enfermedades y desarrollar tratamientos preventivos y curativos.

En otras palabras, estos experimentos son importantes para evitar precisamente lo que pueden desatar: una pandemia.

Entonces, ¿deberían prohibirse o fomentarse?

Lo que asusta

Esta clase de investigaciones se han llevado a cabo durante décadas.

En los años 70, se creó un nuevo virus de influenza que mató a todos los pavos que fueron infectados.

En 2012 fueron publicados los resultados de dos investigaciones que mostraban que unas pocas mutaciones genéticas podían transformar el virus H5N1 de la gripe aviar en uno más capaz de infectar y hasta matar mamíferos, en ese caso hurones, pero podría haber sido con humanos.

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Al darse cuenta de lo que podían hacer, los mismos científicos se dieron un año para pensar en las consecuencias.

Tras ese estudio, los académicos acordaron un año de moratoria en ese tipo de experimentos, y retomaron la investigación en 2013.

En 2014, EE.UU. prohibió temporalmente estos experimentos e invitó a deliberar sobre sus ventajas y desventajas.

Quizás lo que dice una experta te ayuda a opinar

La BBC invitó a considerar tan espinoso tema a Filippa Lentzos, quien es una experta en bioseguridad del King’s College, Londres, y su primera respuesta, a la pregunta de por qué la Casa Blanca frenó las investigaciones tan poco tiempo después de que se reiniciaran, fue muy reveladora.

"No sólo porque al reanudarse, muchos más laboratorios se dedicaron a GoF, sino porque hubo una serie de fallas de inseguridad de alto perfil en 2014-15″.

Entre ellas…

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Ilustración de vacunación contra viruela en el siglo XIX. En 1980, la OMS declaró que la infecciosa enfermedad había sido erradicada a nivel global.

"Se supone que la viruela está bajo llave en sólo dos lugares del mundo (Atlanta, EE.UU., y Novosibirsk, Rusia) y, a pesar de ello, se encontraron seis viales con el letal virus en una caja de cartón olvidada en una bodega", comenta Lentzos.

Y hubo más casos como…

Sobre los dos accidentes con ántrax, explica que "las esporas no habían sido desactivadas apropiadamente y en el caso más reciente, fueron distribuidas entre aproximadamente 200 laboratorios comerciales, académicos y federales en EE.UU. y también a otros 9 países".

Eso implicó que hubo laboratorios que recibieron esporas activas de ántrax que no tenían las instalaciones apropiadas para contenerlas ni los conocimientos para desactivarlas.

Prohibido publicar recetas

Son ejemplos de casos que preocupan cuando se combina la investigación científica puntera para el refuerzo genético de patógenos naturales, que los puede hacer más mortales, y el factor humano, que significa que las cosas sencillamente se pueden descarrilar.

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Los que están a favor de este tipo de investigaciones resaltan que quienes más se arriesgan son los mismos científicos y que el instinto de supervivencia es muy fuerte como para que permitan que pase algo horrible.

Además, no estamos hablando de estudios resguardados por el secreto militar, sino de experimentos financiados con fondos públicos cuyos resultados se publican en revistas especializadas… que cualquiera puede comprar y leer.

"Efectivamente", confirma la experta. "El temor de que caiga en manos indeseadas tanto en el público como entre las autoridades científicas se hizo muy evidente desde que en 2011 los dos equipos separados de científicos anunciaron la creación de esa cepa de gripe aviar potencialmente mortal para humanos".

La alarma fue tal que el órgano consultivo encargado del tema permitió que publicaran los resultados pero no los métodos que utilizaron para hacer la mutación.

¿Quién decide?

La gran pesadilla es que se creen estos supervirus y -accidental o deliberadamente- salgan de los laboratorios y desaten una pandemia incontrolable.

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Epidemias como la reciente producida por el virus zika nos dan una idea de lo que está en juego. Entonces: ¿arriesgarse para encontrar curas o mejor abstenerse?

Como experta en armas biológicas, que ha seguido de cerca este debate, ¿dónde piensa Lentzos que se debe trazar la raya en este tipo de investigación?

"Definitivamente siempre habrá casos en los que los riesgos pesan más que los beneficios, y hay algunos experimentos que sencillamente no deben hacerse, como hacer que el ébola se pueda transmitir por vía aérea", responde.

"No creo que se les debe dejar la decisión sólo a los científicos ni a las instituciones con las que trabajan. Muchos piensan, y yo me incluyo, que debe haber una regulación y que no podemos continuar como estamos", añade.

Entonces, ¿los científicos no se pueden controlar solos?

"Hay riesgos que van más allá de la cuestión técnica y los científicos son los indicados para asumirlos. Pero pienso que esto es más grande. Este tipo de experimentos incorporan riesgos más amplios, sociales, éticos, medioambientales y de seguridad… aspectos en los que los científicos no son expertos", concluye.