El descubrimiento del torso de un niño en la ribera del río Támesis, en Londres, muy cerca del emblemático y turístico Puente de la Torre, causó conmoción en el país.
El hecho ocurrió el 21 de septiembre del 2001 y el caso se convirtió en uno de los más difíciles para la Policía Metropolitana de Londres.
"Fue realmente extraordinario: el único asesinato sin resolver de un niño en el Reino Unido", le explica a la BBC Andy Baker, director de la Unidad de Investigación de Homicidios de la fuerza policial.
"No teníamos ni idea de quién podía ser, no había reportes de niños secuestrados o asesinados", prosigue Baker.
Pasaron años antes de que el complejo caso se pudiera resolver. La alimentación del pequeño fue una pieza clave para encontrar a los culpables.
Y es que la comida puede convertirse en una evidencia fundamental cuando se realizan investigaciones criminales.
Somos lo que comemos
Uno de los expertos involucrados en la investigación del asesinato del niño partió de la hipótesis de que los alimentos que consumimos dejan una huella en nuestro cuerpo.
Esto ocurre de manera particular con los isótopos, una variación de los elementos químicos básicos que se encuentran en la naturaleza y están en la Tabla Periódica.
El estroncio, por ejemplo, se encuentra en el lecho terrestre y en el agua subterránea, lo que quiere decir que también forma parte de la cadena alimenticia.
"Fue así como descubrimos que el niño había tomado agua en una zona del período precámbrico (la etapa inicial de formación de la Tierra, que se inició hace 4.500 millones de años)", refiere Baker.
Y continúa: "Con esa información pudimos precisar un área de unos de 240 km entre las ciudades de Ibadán y Benín, en el sur de Nigeria. Así supimos de dónde venía el niño".
La ruta del polen y el calabar
Adicionalmente, el análisis de lo que el pequeño tenía en el estómago cuando murió reveló que había ingerido frijoles de calabar, una droga que se encuentra en el río Calabar, localizado en la ciudad del mismo nombre, en el sur de Nigeria.
"Concluimos que el niño fue asesinado en un ritual. El haba de calabar lo atontó y le impidió moverse, pero estuvo consciente durante el rito en el que le sacaron la sangre del cuerpo y lo desmembraron en cinco puntos", indica Baker.
El patólogo también encontró en el estómago 16 tipos de granos de polen.
"Entraron en su cuerpo a través de la respiración -añade Baker- y eso ocurrió en Londres. Supimos entonces dónde había ocurrido el asesinato".
Esta información permitió identificar a la persona que trasladó al niño al Reino Unido de manera ilegal. Y así los responsables fueron llevados a juicio.
Todo por una hamburguesa
El análisis de los alimentos con los que el criminal estuvo en contacto también puede llevar a su captura.
Una hamburguesa de queso de la cadena Wendy’s fue lo que delató a los ladrones del Banco Nacional de Oshtemo, en el estado de Michigan, Estados Unidos.
El 8 de enero de 2015, la nieve caía sin clemencia en el lugar. Nathan Benson sustrajo del banco US$8.000. Afuera, en un auto, lo esperaba su medio hermano, Dominic Johnson, quien decidió comerse una hamburguesa mientras Benson salía.
Para poder huir, los hombres tuvieron que empujar el vehículo porque se había atascado en la nieve. Johnson tiró la hamburguesa al piso para hacerlo.
Y los investigadores la encontraron… La enviaron a un laboratorio y así determinaron el ADN del ladrón hambriento.
"Cotejaron el perfil con una base de datos nacional de convictos y encontraron al culpable. No podía negar que estuvo ahí con semejante prueba", le dice a la BBC David Foran, director del Programa de Ciencia Forense de la Universidad de Michigan.
Después de 20 años…
Incluso aparatos que se utilizan en aspectos relacionados con el procesamiento de ciertos productos alimenticios pueden ser fundamentales para identificar al culpable de un crimen.
Y un asesinato que ocurrió hace más de 20 años, y que el alguacil que atendió el caso no ha podido olvidar, lo prueba.
La fría mañana del 16 de diciembre de 1995, un granjero descubrió el cuerpo de una mujer desnuda sobre las piedras del río Provo, en el estado de Utah, en EE.UU.
"Pasamos todo el día procesando la escena del crimen. Nos llevamos todas las rocas que encontramos manchadas de sangre", cuenta el alguacil Todd Bonner.
Pero a pesar de tener una veintena de sospechosos en su lista, los años transcurrieron sin que lograran identificar al asesino.
Hasta que en 2013 se toparon con una máquina que permitió reabrir el caso.
Aspiradora de ADN
Bonner se enteró de que había un aparato procesador de comida que permitía succionar bacterias como la E. coli de diferentes alimentos.
Y que esa técnica podría replicarse para obtener el ADN del arma empleada para cometer un homicidio.
"Así que se utilizó para analizar las piedras que encontramos en la escena del crimen. La roca que el asesino usó para matar a la joven tenía sus huellas y, por consiguiente, su ADN", cuenta Bonner.
Esos datos se cotejaron con una base de datos con sospechosos, y eso arrojó una conexión con Michael Joseph Simpson, quien fue enjuiciado y condenado a cadena perpetua.