Cuando la noche del 24 de julio se informó que un tren de alta velocidad se había descarrilado en una curva de la vía cerca de Santiago de Compostela, al principio no comprendimos la verdadera dimensión del desastre, el peor accidente ferroviario ocurrido en 40 años en suelo español.

Nos enteramos por un sitio de noticias, mientras celebrábamos el pronto viaje de mi pasante a Londres y el comienzo de mis vacaciones. Pensamos que la cifra de víctimas no alcanzaría los dos dígitos: la mayoría de los accidentes de tren no son tan terribles.

Pero pronto quedó claro que el viaje y las vacaciones se cancelaban. Y así comenzó un maratón noticioso cargado de adrenalina y desprovisto de horas de sueño.

A la mañana siguiente logramos abordar el primer vuelo de Iberia a la capital de la región de Galicia. Frente a mí iba una señora llorando. Obviamente no quise molestarla con preguntas, pero parecía ser familiar de una de las víctimas.

Llegamos a eso de las ocho de la mañana al aeropuerto. Afuera del avión, unas personas vestidas muy formalmente parecían estar esperando a alguien. Eran de ADIF, la compañía que maneja los trenes en España. Traté de hablar con uno de ellos, pero apenas se enteró de que era periodista apuró el paso. Alcanzó a decirme: "Mire, nuestros pensamientos están con las víctimas, no vamos a decir nada más por ahora".

Accidente de tren en Santiago de Compostela

El tren viajaba a más del doble de la velocidad permitida en la curva del accidente.

Nos subimos a un auto en busca del lugar del accidente. Había ocurrido al lado de una autopista principal, pero sabíamos que teníamos que encontrar alternativas en vías de menor importancia si queríamos colocarnos en un buen punto. Había obstáculos de toda clase: calles bloqueadas, accesos restringidos, controles policiales.

Eventualmente encontramos uno de los puentes que daba hacia el lugar del descarrilamiento a una cierta distancia. Recuerdo que estaba lloviendo a cántaros. Nos acomodamos como pudimos bajo un paraguas y comenzamos a transmitir.

El lugar era una mezcla de caos y orden. El orden viene dado porque hay una barrera que la prensa y el público no pueden traspasar. Pero detrás de esa barrera hay de todo, hay un montón de compañías de satélites que están poniendo sus equipos en los jardines delanteros de unas pocas casas, que además eran particularmente pequeñas: se trataba de un vecindario de escasos recursos.

Los medios prácticamente invadieron sus espacios. El huerto de un pobre hombre quedó prácticamente destruido.

"La imagen de la recuperación del equipaje fue cuando menos inquietante. Y (también) me impresionó el levantamiento de los vagones. Grúas gigantes iban elevándolos uno a uno, algunos de ellos completamente destruidos, otros ennegrecidos por el incendio ulterior, algunos abiertos por la mitad por acción del choque"

En mitad de todo aquello, no tuve mucho tiempo para pensar. Yo había cubierto tragedias de menor escala, nunca nada tan grande como lo ocurrido en Galicia. Pero eventualmente tendría que dar la cara al impacto de un accidente que cegó la vida a 79 personas.

En un momento dado, miré hacia las vías. Estaban sacando el equipaje que quedó dentro del tren. Yo no atestigué la recuperación de ningún cadáver, pero mis colegas dicen que a esas horas todavía los estaban sacando.

Cuando llegas a cubrir una historia tan grande, tienes tantas exigencias y tanta adrenalina recorriéndote el cuerpo que apenas te detienes a considerar el costo humano. Supongo que la señora que lloraba en el vuelo a Galicia fue lo primero que me hizo caer en la cuenta de que detrás de la historia, la vida de muchas personas había resultado afectada profundamente.

Luego, la imagen de la recuperación del equipaje fue cuando menos inquietante. Y en tercer lugar, me impresionó el levantamiento de los vagones. Grúas gigantes iban elevándolos uno a uno, algunos de ellos completamente destruidos, otros ennegrecidos por el incendio ulterior, algunos abiertos por la mitad por acción del choque. Esta escena la he descrito muchas veces en televisión, pero es sólo cuando ves las imágenes después que empiezan a parecerte reales.

La tarde de aquel día me enviaron a uno de los hospitales más importantes de la ciudad, donde atendían a los heridos. Estaba abarrotado de periodistas y cámaras. Se esperaba que el rey Juan Carlos llegara en cualquier momento.

Velas y flores en memoria de las víctimas

En medio de los tributos a las víctimas, algunos defendieron al maquinista, único imputado hasta los momentos por la tragedia.

Nunca había visto una caravana como la que lo acompañó: eran 20 autos, o más. De uno de ellos, bajó el monarca con gran dificultad. Y la recepción que tuvo -a pesar de que son tiempos malos para la familia real española- fue un sonoro aplauso. Supongo que eso reflejaba un sentido de solidaridad frente a la tragedia.

Poco después salieron a relucir las imágenes de circuito cerrado del momento del accidente. Tuvimos una discusión muy larga sobre cómo íbamos a presentarlas y qué clase de advertencia se colocaría al principio: era una grabación muy fuerte, en especial para los familiares de las víctimas.

Tampoco tardaron los medios españoles en informar que el tren viajaba con exceso de velocidad. Algunos hablaron de hasta 220kph (luego se dijo que iba a 190kph), en una curva con límite de 80kph. A continuación siguieron los informes según los cuales el conductor, Francisco José Garzón, admitió haber ido muy rápido.

Asistentes a funerales de las víctimas, frente a iglesia en Santiago

Miles de personas participaron en los funerales de las víctimas

Meses después, la información quedó confirmada a través de evidencia y grabaciones recopiladas por la investigación, que he venido siguiendo desde entonces. Pero el sistema judicial español es muy lento. Esto va a tomar años. Hay mucho escepticismo en España acerca de la posibilidad de que el caso alcance un justo cierre.

La razón por la que creo que ésta fue una de las grandes historias de 2013 es porque, mientras muchos tienen miedo de abordar un avión, muy pocos temen subirse a un tren.

España tiene una red de ferrocarriles impresionante: se puede viajar a bajo costo, rápida y eficientemente casi a todas partes. Y cuando uno se sube a un tren, uno asume naturalmente que va a estar 100% bien. Pero el gran número de víctimas y la devastación en la vía ponen estas asunciones en tela de juicio. Sólo tienes que mirar cómo el tren parece volar de las vías en las imágenes de CCTV para entender la dimensión del accidente.

"España tiene una red de ferrocarriles impresionante: se puede viajar a bajo costo, rápida y eficientemente casi a todas partes. Y cuando uno se sube a un tren, uno asume naturalemente que va a estar 100% bien. Pero el gran número de víctimas y la devastación en la vía ponen estas asunciones en tela de juicio"

Hace poco volví al lugar de los hechos. Aún hay muchos tributos en memoria de las víctimas. Vi un osito de peluche, lazos, la bandera de Galicia sobre el puente… Pequeños altares y símbolos religiosos, que se corresponden con el fervor que caracteriza esta zona de España.

Aparte de eso, vimos pasar un tren, que dobló la curva literalmente a paso de tortuga. El límite de velocidad ahí fue reducido a 30kph.

Otras medidas de seguridad fueron implementadas. Los sindicatos, que creen que España quiere culpar al maquinista para salvaguardar potenciales contratos de desarrollo ferroviario en el exterior, piensan que si hubieran sido acordadas antes, el descarrilamiento nunca hubiera ocurrido.

¿Mejoró la seguridad en los trenes a raíz de los sucesos del 24 de julio? Uno esperaría que sí.

Algunos creen que esta clase de accidente ocurre una vez cada 50 a 100 años. Las cuentas ponen la próxima prueba de esta teoría en el año 2063.