Mi primer encuentro con la ola de protestas callejeras que este año sacudió a Brasil y sorprendió al mundo ocurrió a metros del estadio Maracaná de Río de Janeiro, el 16 de junio. Casi por azar.

Ese domingo pensaba asistir al debut de México e Italia en la Copa de Confederaciones, que además de prometer buen fútbol pondría a prueba la flamante reforma de ese templo del balompié, por más de US$500 millones. Pero antes de entrar, decidí averiguar qué pasaba con una manifestación convocada por redes sociales cerca del lugar del partido contra los altos costos del Mundial 2014 y por mejoras en salud y educación.

Había unas 2.000 personas en la protesta, que terminó a punta de gases lacrimógenos y balas de goma. Hubo manifestantes que lanzaron piedras a los uniformados, mujeres que lloraron e hinchas atrapados en el descontrol. Entonces supe que me perdería el partido porque había una historia más interesante que cubrir. No tenía mi cámara, pero saqué el teléfono y comencé a filmar.

La mesa estaba servida desde antes. El aumento de las tarifas del ómnibus había dado pie a protestas en Sao Paulo y otras ciudades de Brasil, reprimidas violentamente por la policía. El costo de la vida y las deficiencias en el sistema de transporte tenían a la población "irritada", como me adviritó una pasajera.

La tensión y el descontento crecía con el inicio de la Confederaciones, y los incidentes fuera del Maracaná eran una señal clara de ello. En el "país del fútbol", la agitación social en medio del torneo test del Mundial tomaba por sorpresa a todos; también a mí.

Violencia en las protestas de Brasil

Los manifestantes y la policía se enfrentaron en varias oportunidades.

Aquel mes de junio hubo nuevas manifestaciones en varias ciudades de Brasil, las mayores que el país conocía en años, con decenas de miles de participantes movilizados a través de redes sociales.

La lista de reivindicaciones crecía con banderas contra la corrupción, la violencia policial y varias más. En Brasilia, los manifestantes llegaron a trepar al techo del Congreso Nacional. Fui al centro de Río a ver y filmar lo que ocurría.

Hablé con jóvenes de 20 años que asistían a la primer protesta de su vida. "¡Ven a la calle, ven!" y "El pueblo despertó", repetían en cánticos pegadizos. Noté el empeño de la mayoría por evitar la violencia. Pero también hubo manifestantes enardecidos frente a la sede de Asamblea estatal, atacando con piedras y cocteles molotov a los policías allí apostados, que respondían con disparos de armas de fuego al aire y se atrincheraban dentro del edificio.

Vi a decenas de jóvenes encender fogatas en la calle, destrozar agencias bancarias y saquear comercios. Vi a tres niños menores de 15 años destrozar un auto último modelo con un fierro, con rabia. Y vi a un hombre vestido de civil -también con un fierro- identificarse como policía y amenazar a un colega a mi lado por filmar una agencia bancaria vandalizada. Esa noche se reportaron cerca de 30 heridos sólo en Río.

La revuelta no paraba de crecer. El jueves 20 de junio la cantidad de manifestantes en las calles de Brasil pasó el millón, pese a que las autoridades habían resuelto anular el polémico aumento en la tarifa de ómnibus. En Río, otra vez se desató el caos.

"Registré una joven caída inconsciente en la acera y un hombre que intentaba reanimarla. Me sorprendí con jóvenes que desafiaban a la policía exhibiendo la bandera de Brasil, de rodillas en la calle. Percibí la ira de muchos manifestantes por la actitud policial. Y noté el interés de varios por la moderna máscara antigás que me había proporcionado la BBC un rato antes, que me daba aspecto alienígena"

Registré una joven caída inconsciente en la acera y un hombre que intentaba reanimarla. Me sorprendí con jóvenes que desafiaban a la policía exhibiendo la bandera de Brasil, de rodillas en la calle. Percibí la ira de muchos manifestantes por la actitud policial. Y noté el interés de varios por la moderna máscara antigás que me había proporcionado la BBC un rato antes, que me daba aspecto alienígena. "¿Dónde puedo comprar una?", preguntaban.

Pero para mí aquello era casi inútil: en medio de la prisa, habíamos olvidado colocarle el filtro… y el gas pasaba como si nada. Al menos, pensé, serviría para proteger los ojos de eventuales balas de goma o pedradas.

Fueron varios días de mucha adrenalina y poco descanso.

Todo aquello fue noticia alrededor del mundo por dos razones: 1) Ocurrió en un país que a menudo era citado como ejemplo de éxito en políticas sociales y progreso económico y, 2) Ocurrió en un país que, además de la Confederaciones, se apresta a recibir el Mundial de fútbol 2014 y los Juegos Olímpicos 2016.

Protestas en Brasil

Muchos eran jóvenes que participaban por primera vez en una protesta, en un movimiento sin banderas partidarias.

Las protestas brasileñas eran espontáneas y sin banderas partidarias, pero estuvieron claramente impulsadas por jóvenes de clase media.

El desconcierto de las autoridades fue enorme. Aquel jueves del millón en las calles, la presidenta Dilma Rousseff canceló un viaje a Japón y convocó una reunión de emergencia. En los días siguientes la mandataria procuró retomar la iniciativa con un paquete de propuestas y gestos para calmar las calles.

"Sería exagerado decir que esa ola de protestas transformó a Brasil. Pero fue un aviso serio para gobernantes y políticos"

Algunos proyectos cristalizaron, como la ley que destina las regalías del petróleo a la educación y salud; o el programa para llevar médicos extranjeros a zonas remotas y pobres de Brasil. Sin embargo, otros, como el anuncio de mejoras en la movilidad urbana o de una profunda reforma política no han pasado de la promesa.

Algunos políticos cayeron en desgracia (como el gobernador de Río, Sergio Cabral, que anunció que renunciará en marzo para ser senador) y otros fueron a la cárcel, pero la corrupción sigue siendo un problema serio en el país.

Las protestas y choques entre policías y manifestantes continuaron durante varios días. Hubo incidentes incluso frente a mi edificio: el aroma ya familiar del gas lacrimógeno llegó a mi balcón (sí, esa vez la máscara tenía filtro).

Protestas en Brasil

En el "país del fútbol", la agitación social en medio del torneo test del Mundial tomó por sopresa a todos.

Pero las manifestaciones perdieron intensidad con el fin de la Confederaciones y se diluyeron tras la visita del papa Francisco el mes siguiente.

Sería exagerado decir que esa ola de protestas transformó a Brasil. Pero fue un aviso serio para gobernantes y políticos. La pregunta ahora es si aquello fue algo pasajero o un anticipo de lo que vendrá en 2014 con el Mundial y las elecciones nacionales, en las que Rousseff parece encaminada a lograr un nuevo mandato. Por ahora es imposible saberlo, aunque seguro que ya muchos piensan en eso.