Los tres días que estuvimos en Oaxaca, a mediados de septiembre, no dejó de llover ni un instante.

Will Grant, mi compañero en la oficina de la BBC en México, y yo estábamos recogiendo material sobre una población indígena que había creado su propia red de telefonía móvil en esa región del sur del país.

En el viaje desde el aeropuerto al hotel, la calles parecían ríos. El taxi en que nos trasladábamos mitad navegó, mitad se arrastró por las vías.

Nuestro viaje a las tierras altas de la Sierra de Juárez para visitar a la comunidad no fue tan dramático, pero no paró de lloviznar todo el camino.

Así siguió hasta que abandonamos la región.

En ese momento no lo sabíamos, pero se trataba de los primeros ramalazos del huracán Manuel, que se acercaba lentamente por el Pacífico, para luego azotar toda la región occidental de México.

Pero no sólo era Manuel. En una coincidencia que no se observaba desde los años 50, Ingrid, otro huracán, tocaba tierra casi al mismo tiempo por el Golfo de México.

"Este fue uno de eso años raros en México, en los que un manotazo de la naturaleza causó tanto o más dolor que el provocado por el hombre."

El efecto combinado de ambos fenómenos, que cercaron al país como una pinza, fue devastador.

El domingo 15 de septiembre, el mal tiempo obligó a suspender en lugares de los estados de Tamaulipas, Colima, Guerrero y Michoacán la más tradicional de las celebraciones patrias mexicanas: "El Grito", en la cual millones de personas -encabezadas por el presidente de la república- gritan "viva México" a las 11 de la noche.

Para el lunes, los estragos causados por los dos meteoros ya eran la noticia del día en todo el país.

Diez días más tarde, con lluvias incesantes y fuertes vientos en una tercera parte de México, ya sería una de las noticias del año.

Cerca de 150 personas murieron en todo el país. Un total de 29 de los 31 estados de la unión resultaron afectados y decenas de miles tuvieron que ser evacuados.

El estado más afectado fue Guerrero donde, debido al cierre de la Autopista del Sol -la carretera que comunica al puerto de Acapulco con el resto del país-, 40.000 turistas quedaron atrapados.

Estragos causados por los huracanes.

Los dos huracanes tuvieron un efecto de tenaza, causando grandes estragos.

Para rescatarlos debió establecerse un puente aéreo que evacuó a miles por día, mientras se restablecía la comunicación por tierra.

Seguir con minucia el movimiento de Ingrid por el Atlántico y de Manuel por el Pacífico se convirtió en una tarea de 24 horas al días. En varias ocasiones cambiaron de potencia y gradación, alimentando a ratos la esperanza y a otros la preocupación.

Como suele suceder con esta clase de tragedias, las historias humanas dieron sentido de realidad al abstracto reporte de los movimientos atmosféricos, el número de evacuados, los anuncios locales de emergencia.

Entre ellas resaltó la de la niña que nació en un refugio de la población de Misantla, en el estado de Veracruz, mientras a su alrededor la tormenta Ingrid se paseaba a sus anchas con sus vientos huracanados.

Por supuesto, la pequeña se llamará Ingrid.

Al lado de esta historia de redención se multiplicaron los incontables relatos de dolor. Como el de la familia Gutiérrez Robles, quienes se cree fueron las primeras víctimas mortales de Guerrero.

Turistas varados en Acapulco

Miles de turistas quedaron varados en el popular balneario del estado de Guerrero.

Diego Gutiérrez y su esposa Adelaida Robles -ambos de 70 años-, su hija Eva, de 50, y los nietos Daniela, Roberto y Lizbeth, todos menores de edad, viajaban hacia Acapulco, por la Autopista del Sol, para asistir a la ceremonia de El Grito en la ciudad portuaria.

Todos murieron cuando el conductor del vehículo perdió el control al toparse de frente con una piedra que un deslave arrojó sobre la carretera.

Los seis integrantes de la familia Gutiérrez Robles fueron enterrados en su poblado de residencia, San Pedro de Tultepec, cerca de Toluca, en la zona central del país. Prácticamente el pueblo entero asistió al sepelio.

Will, mi compañero, pudo ver ese dolor muy de cerca. Consiguió llegar a Acapulco y de ahí trasladarse en un helicóptero gubernamental a algunas de las zonas más afectadas.

Allí conoció a Margarito Hernández, un carpintero de 18 años que perdió a su padre, hermano y cuñada cuando la camioneta en la que viajaban fue aplastado por toneladas de piedra y lodo.

Él se salvó porque sus familiares le pidieron que se quedara acomodando unas herramientas mientras ellos hacían algunas gestiones.

"Me cuenta, de manera desgarradora, cómo corrió inutilmente por las calles en busca de la camioneta de su padre, hasta que comprendió la terrible verdad. Cómo encontró a su madre, tirada en el piso, abrumada por el dolor. Y cómo tuvo que dejarla para hacer la travesía hasta la población más cercana y contarle a las autoridades lo que había ocurrido", escribió Will para la BBC en inglés.

Soldados buscan sobrevivientes en una localidad de Veracruz

Un total de 29 de los 31 estados que conforman México resultaron afectados. En la foto, soldados buscan sobrevivientes en una localidad del estado de Veracruz.

Este fue uno de eso años raros en México, en los que un manotazo de la naturaleza causó tanto o más dolor que el provocado por el hombre.

Y los indígenas de Oaxaca y su red telefónica tuvieron que esperar un mejor día para convertirse en historia.