A una hora de la ciudad de Nueva York, en la aldea costera Cold Spring Harbour, hay un laboratorio de investigación genética que fue fundado en 1890, poco después de que Charles Darwin publicara su teoría de la evolución y la selección natural.
La guía del laboratorio explica que "a finales del siglo XIX y principios del XX hubo una tendencia a la reproducción selectiva. Si un humano era considerado indigno de pasar su herencia a generaciones futuras, era esterilizado contra su voluntad".
"Ya no es una práctica aceptable -por fortuna- pero nosotros somos muy honestos sobre esta parte de nuestra historia. Hablando de los errores del pasado se puede aprender a adoptar mejores políticas en el futuro", se explica ahí.
Esta es la historia de la eugenesia en Estados Unidos.
"Si mencionas la palabra 'eugenesia', muchos la asocian con los nazis y con el holocausto. Pero eso es errado. De hecho, Hitler aprendió de lo que los estadounidenses habían hecho", asegura Daniel Kevles, un historiador de ciencia de la Universidad de Yale, recientemente retirado.
La genialidad hereditaria
Según Kevles, para entender la eugenesia hay que empezar en la Inglaterra victoriana, la de mediados de 1800.
"Empezó con las ideas de Francis Galton, un científico que era primo de Charles Darwin", afirma.
A Galton le interesaba… todo: era antropólogo, geógrafo, explorador, inventor, meteorólogo, estadístico, psicólogo. Pero más que todo le fascinaba la genialidad y la herencia.
Galton pensaba que si podíamos encontrar la manera de cuantificar la herencia, podríamos controlarla y producir mejores personas, como hacemos con el ganado y las plantas.
A ese nuevo programa de reproducción selectiva que permitiría tomar las riendas de nuestra evolución lo llamo eugenesia.
Caldo de cultivo
"No era irracional que biólogos como Galton pensaran que si las ciencias físicas estaban cambiando el mundo tan dramáticamente -los ferrocarriles, la luz eléctrica, el teléfono-, las ciencias de la vida podrían hacer lo mismo", explica Kevles.
Hacia el cambio de siglo, la idea de Galton se estaba diseminando por el mundo, y empezó a echar raíces en Estados Unidos, en parte porque en ese tiempo la gente estaba preocupada por lo que le estaba pasando a sus ciudades.
Sus receptores "tendían a ser gente de clase media, blanca y educada, a la que le perturbaban los tugurios industriales en las ciudades".
Desde la Revolución Industrial, a partir de mediados del siglo XIX, la gente del campo empezó a emigrar a las ciudades en busca de trabajo en las fábricas. Y casi por primera vez en su historia, Estados Unidos tuvo que confrontar problemas sociales urbanos.
"Crimen, prostitución, alcoholismo, pobreza. Y además los inmigrantes que llegaban en grandes olas del sur y oriente de Europa", describe Kevles.
"Hubo una confluencia de factores en los primeros 15 años del siglo XX en EE.UU. que creó un público para la eugenesia", explica el historiador.
De genios a indeseados
Esta ciencia le dio a los que estaban aterrados por lo que veían en las calles un marco biológico para entender la situación: todo se reducía a problemas hereditarios, fue su conclusión.
No obstante, eso no era precisamente a lo que Galton se refería: para el victoriano la eugenesia trataba de fomentar la reproducción de genios.
En EE.UU. empezaron a pensar en una eugenesia más negativa: el control de quién se reproduce y quién no.
"Porque EE.UU. parecía estarse 'degenerando', esa era la palabra que usaban en esa época", dice Kevles.
Manos a la obra
"La eugenesia usualmente se desestima como una pseudociencia. Desde mi punto de vista, la ciencia es lo que los científicos hacen", destaca el historiador.
Y en ese tiempo, muchos científicos estaban interesados en eugenesia.
Aunque quizás los hubo, no se trataba de una élite de investigadores malvados sino de investigadores que querían saber cómo heredábamos ciertas características.
En 1910 establecieron un laboratorio de investigación cerca de la ciudad de Nueva York… el lugar donde empezamos la historia, que en ese tiempo se llamaba "La Oficina de Registro de Eugenesia".
Recolectaban información, la procesaban y archivaban. Les interesaba todo tipo de rasgos humanos: desde el color del cabello y los ojos hasta daltonismo y epilepsia, además de curiosidades como "amor por el mar", algo que llamaban "gitanismo" y "genes de guerrero", así como unos menos exóticos como promiscuidad, control moral, vagabundeo y ebriedad.
La mayor parte de esa información era a oídas, y carecía de rigor científico.
El auge de la eugenesia
Entre tanto, la eugenesia se iba convirtiendo en una palabra familiar en EE.UU. Aparecía en los diarios, en la radio, en películas.
En las ferias agrícolas de los condados empezaron a organizar "concursos de las familias más aptas".
Eran como los concursos de ganado, sólo que las familias tenían que someterse a pruebas médicas, psicológicas y de inteligencia, así como entregar una historia de su familia.
A los ganadores les daban una medalla con una cita de la Biblia:
También había concursos en universidades y a los jóvenes más privilegiados les subrayaban que su deber era reproducirse.
"Todo el mundo era eugenesista pues no sabían de los crímenes que se cometerían en su nombre", señala Kevles.
"Tres generaciones de imbéciles son suficientes"
A mediados de los 1920, en algunos estados ya era legal esterilizar a la gente.
Pero aún no había una ley federal uniforme para la esterilización compulsiva en EE.UU.
Muchas de las leyes estatales fueron llevadas a las cortes y derogadas, pues los jueces no aprobaban la esterilización sin consentimiento.
Pero en 1927 fue dictada una decisión sobre si la esterilización por eugenesia era constitucional.
Bucks vs Bell fue un caso famosos de la Suprema Corte y un punto de inflexión en la historia de eugenesia en EE.UU.
Carrie Buck era una joven que estaba internada en la Colonia Estatal de Virginia para Epilépticos y Débiles Mentales. El superintendente era John Bell y quería impedir que tuviera hijos.
El caso llegó a la Corte Suprema y los jueces, tras aceptar que tanto ella como su madre y su hija eran "débiles mentales" y "promiscuas", votaron 8 a 1 a favor de esterilizarla.
Dijeron que no sólo era constitucional esterilizarla sino que sería irresponsable no hacerlo.
Es mejor para todo el mundo si -en vez de esperar para ejecutar a los descendientes degenerados por algún crimen o dejarlos que se mueran de hambre por su imbecilidad- la sociedad puede prevenir que aquellos que son manifiestamente inaptos se reproduzcan.
El principio que sostiene la vacunación obligatoria es suficientemente amplio para cubrir el corte de las trompas de Falopio.
(…) Tres generaciones de imbéciles son suficientes.
Veredicto escrito por el juez Oliver Wendell Holmes, Jr. Mayo 2, 1927
Decenas de miles sin familia
Si la eugenesia era popular antes de este veredicto, a partir de ese momento era ley.
"En los años 30 la esterilización se disparó", cuente Kevles.
Esterilizaban a los sordos, ciegos, epilépticos, "débiles mentales"… hasta a los pobres, pues la pobreza tenía su propio diagnóstico médico: pauperismo.
Cualquier persona considerada como una rémora para la sociedad estaba en riesgo.
Alrededor de 60.000 a 70.000 personas fueron esterilizadas en EE.UU.
Quizás lo más sorprendente es que algunos estados, como Virginia, siguieron esterilizando hasta 1979.
En el olvido
Cuando el abogado Mark Bold de Lynchburg, Virginia, estudió en la universidad una de sus clases estaba dedicada a "sentencias lamentables".
Entre las varias lamentables, se obsesionó con la de Bucks vs Bell.
"Me di cuenta de que la mayoría de la gente no sabía nada de lo que ocurrió".
Después de la Segunda Guerra Mundial, la eugenesia fue asociada a los nazis y casi al mismo tiempo, nuestra comprensión de la genética empezó a avanzar. Ideas como las de la eugenesia quedaron desacreditadas.
El recuerdo de la eugenesia no relacionada con el Tercer Reich se fue desvaneciendo.
Bold sintió que "tenía que hacer algo", así que estudió la historia, habló con cuanta persona pudo y eventualmente encontró a algunos de los últimos sobrevivientes.
"Me quitaron el derecho de tener una familia"
Uno de ellos, E. Lewis Reynolds tiene 88 años de edad. Cuando era niño su primo le pegó en la cabeza con una piedra y el golpe le causó convulsiones.
O al menos, esa es una versión de lo que pudo haber pasado, pues no recuerda bien.
Lo que si sabe, y está registrado, es que lo llevaron a la Colonia Estatal de Virginia para Epilépticos y Débiles Mentales.
Fue sólo años más tarde, tras el examen médico para enlistarse en el ejército de EE.UU., que se enteró de lo que le había sucedido.
"El doctor me dijo que podía acostarme con todas las mujeres que quisiera porque yo 'disparaba cartuchos de fogueo'… ¡así me dijo!", le cuenta a la BBC.
"Me pareció que debía decírselo a mi novia porque de pronto ella querría tener hijos y probablemente me dejaría, pero me contestó que yo le gustaba mucho como para dejarme. Y nos casamos. Estuvimos juntos muchos años pero ella murió hace 8 años y me quedé sólo".
"Me parece mal lo que me hicieron. No debían haberme operado. Me quitaron el derecho de tener una familia", lamenta Reynolds.
Preguntas peligrosas
Desde hace unos años Mark Bold ha estado presionando a los legisladores de Virginia para que compensen a las víctimas.
"¡No podemos esperar… se van a morir!", dice Bold.
Y finalmente, su trabajo surtió efecto: Virginia aceptó pagarle US$25.000 a cada uno.
"Yo no sé cómo se le puede poner precio a que te quiten la posibilidad de tener hijos, así que es arbitrario", opina Kevles. "Pero es un gesto: declara que el estado se portó mal".
Sin embargo, el estado no fue el único culpable, la ciencia también.
"La ciencia es un proceso, siempre está en constante cambio. Lo que hoy es verdad absoluta no lo será mañana", dice el historiador de ciencia
"Es especialmente importante prestar atención cuando lo que está en juego es la libertad, la dignidad y los derechos humanos".
Al esforzarnos por entender y mejorar la condición humana, Kevler pide que no olvidemos la eugenesia porque aunque mucho ha cambiado desde que Francis Galton concibió la idea, hay algo que sigue igual: los científicos siguen siendo criaturas sociales.
Las preguntas que hacen pueden ser y son producto de sus prejuicios sociales.
"’Las niñas son mejores en matemáticas que los niños' o 'la gente de color es más o menos inteligente que la que no lo es’… ¡¿Por qué hacemos esas preguntas?! También hay preguntas sobre las características genéticas de la violencia o de la adicción, etc.", nos recuerda Kevles.
"Y hacemos esas preguntas porque tienen una importancia social, política y económica, no porque sean inherentemente interesantes necesariamente", explica.
"Debemos que tener mucho más cuidado y no 'genetizar' o 'medicalizar' las condiciones humanas que nos asustan, nos molestan, nos cuestan", es su conclusión.