Miles y miles de nuevos empleos: esa fue la promesa que hizo esta semana el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, al firmar una orden ejecutiva que desmantela la política medioambiental impulsada por su predecesor, Barack Obama.
La prioridad económica de su gobierno será, según dijo, devolver los puestos de trabajo a miles de empleados de la industria de los combustibles fósiles.
"Vamos a poner a nuestros mineros a trabajar otra vez", aseguró momentos antes de firmar la medida.
Con el decreto, el presidente rompe con el plan de su predecesor, Barack Obama, de reducir las emisiones de dióxido de carbono (CO2) y busca menos intervención del gobierno para regular las operaciones del sector.
Pero no sólo los medioambientalistas están en contra, como era de esperar, también hay quien critica la orden por ser, en lo económico, de corto plazo y sin demasiado futuro.
Aunque la Casa Blanca insiste en que las medidas de Trump van a "ayudar a que la energía y la electricidad se mantengan asequibles, confiables y limpias para impulsar el crecimiento económico y la creación de empleos".
Una noción con la que concuerdan varias empresas del sector energético en el país.
"Estas medidas son una buena manera de salir de la estrategia del gobierno anterior de hacer la energía más cara a través de costosas medidas que creaban desempleo y ahogaban nuestra economía", dijo el presidente de la Cámara de Comercio de EE.UU., Thomas J. Donohue.
Pero ambientalistas como Liz Perera, de la organización estadounidense Sierra Club, han calificado el decreto como "uno de los mayores ataques en contra de las acciones por el medioambiente que Estados Unidos haya visto jamás".
La principal preocupación, señaló Perera a la BBC, es que el gobierno estadounidense no considere el CO2 como el contaminante responsable del cambio climático y sea permisivo de su producción.
Corto plazo
El sector de generación de energía considera que, al menos en el corto plazo, las medidas de Trump protegerán a empleados en algunas regiones al país, señala Luis Fajardo, corresponsal de economía de BBC Mundo.
Por ejemplo, señaló, en las minas de carbón en el estado de West Virginia, una región de valor político para el presidente.
En 2015, las empresas de carbón emplearon a unos 66.000 mineros, el número más bajo desde que el organismo de estadística del Departamento de Energía de EE.UU. comenzara a registrar estas cifras en 1978.
Durante el gobierno del expresidente Obama, entre 2009 y enero de este año, algunas regiones mineras lo señalaron de "hacer una guerra contra el carbón".
Pero muchas plantas cerraron no por las restricciones del pasado gobierno, sino por la polución de mercurio asociada con la combustión del carbón, explicó Matt McGrath, corresponsal de medioambiente de la BBC.
La fracturación hidráulica (fracking), además, impulsó una mayor producción de gas natural, una alternativa menos costosa y contaminante que el carbón.
En cualquier caso, las regulaciones ambientales más laxas de Trump pondrían a disposición energía más barata y, por ende, "la posibilidad de generar un impulso para contratar más gente", apuntó Fajardo.
Además, los detractores de la medida argumentan que el plan del presidente no se sostendrá en el futuro, en medio de un mercado mundial en el que las energías renovables ganan cada vez más terreno.
Incluso consideran la estrategia del republicano una manera de dejar pasar otras oportunidades de crecimiento económico.
Largo plazo
"Lo que hace esto es remover los incentivos para que la economía estadounidense progrese durante el siglo XXI y más bien invita a quedarse en el siglo XX", le dijo a la BBC Christiana Figueres, quien fue la secretaria ejecutiva de la Convención Marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático (CMNUCC).
Figueres citó los ejemplos de China e India, países que han estado deteniendo sus planes de construcción de nuevas centrales eléctricas de carbón para desarrollar cada vez más energías renovables, como la eólica y solar.
Ambas naciones fijaron este objetivo para cumplir con sus compromisos en el Acuerdo de París, firmado en diciembre de 2015.
El histórico acuerdo contempla que los gobiernos diversifiquen sus economías lejos de los combustibles fósiles y reduzcan las emisiones de carbono (CO2) para intentar contener el aumento de la temperatura global.
Según Figueres, estos esfuerzos han abaratado los costos de la producción de energías limpias y han ido reduciendo la competitividad del carbón como fuente de electricidad.
En 2015, más de 769.000 estadounidenses trabajaron en el sector de energías renovables, mientras que 255.000 lo hicieron en la industria de petróleo, gas y minería de carbón, según un informe de 2016 de la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA).
Muchos republicanos culpan a las regulaciones impuestas por Obama de la pérdida de empleos en el carbón.
Pero lo cierto es que el sector lleva décadas en contracción por la competencia del gas natural, la energía solar y las turbinas eólicas capaces de producir electricidad más barata que el carbón.
E incluso dentro del sector hay quien duda que sea posible un resurgimiento de gran ímpetu ante el nuevo panorama de opciones energéticas.
"Realmente no sé qué tanto puede la industria del carbón volver a ser lo que era", le dijo al diario The New York Times Robert E. Murray, director ejecutivo de Murray Energy, una de las compañías de carbón más grandes en el país.
En cualquier caso, los trabajadores mineros han recibido con entusiasmo las medidas del presidente estadounidense. Y allí estaban con él para la foto.