Pep Guardiola dijo que se trató de "uno de los días más especiales" de su vida, pero lo cierto es que sus positivas palabras no concuerdan con la realidad que vive el técnico catalán en el banquillo del Manchester City.
Resulta difícil de creer que el entrenador que en el FC Barcelona moldeó uno de los mejores equipos de la historia del fútbol -para muchos el mejor-, ganador de múltiples ligas en Alemania y España y con dos Ligas de Campeones diga que un simple empate contra Liverpool sea uno de sus momentos "más especiales" en el banquillo.
Guardiola habló de "orgullo", de la tristeza que vivieron después de quedar eliminados de la Liga de Campeones y de su voluntad para ayudar al club a seguir mejorando en los próximos años con la condicionante: "Si ellos quieren que yo me quede".
Antes del partido contra Liverpool, el exentrenador de Barcelona y Bayern Múnich había mencionado que City dará un salto de calidad importante en los próximos meses y que él cuenta con un poder "que jamás ha tenido para darle forma a su plantilla".
La constante referencia a futuro de Guardiola confirma las dudas que lo sobrevuelan en el presente y el pésimo pasado que le ha tocado vivir desde que llegó al fútbol inglés.
Prácticamente descartado a 12 puntos del Chelsea en la lucha por el título de la Liga Premier y eliminado por primera vez de su carrera antes de semifinales de la Liga de Campeones, a Guardiola sólo le queda la Copa FA para poder celebrar un título esta temporada.
Un premio de prestigio, pero que sabe a poco a los aficionados del Manchester City, que esperaron durante años la llegada del técnico catalán como el mesías que los iba a transportar a una nueva dimensión del fútbol.
Los que dudan
Esa diferencia entre la realidad y el deseo se ha visto reflejada en la frustración de los seguidores ciudadanos de Manchester, que han llegado a cuestionar los rebuscados planteamientos del técnico catalán.
Esas críticas se han extendido a los platós de televisión, donde analistas y comentaristas han expuesto lo irregular que ha sido Manchester City en la que ya es la peor temporada de Guardiola de su carrera en los banquillos.
Unos incluso consideran que sólo es evidencia de lo sobrevalorado y afortunado que él ha sido desde que se convirtió en entrenador del Barcelona B en 2007.
El exportero danés Peter Schmeichel, leyenda del Manchester United, llegó a decir el pasado mes de septiembre, cuando las cosas le iban bien al Manchester City, que Guardiola había tenido suerte en el Barcelona al haberse encontrado con los jugadores que tuvo en el equipo.
Calificó su paso por Alemania con el Bayern Múnich simplemente como bueno y advirtió que la "Liga Premier es un animal completamente diferente a cualquier otro en el mundo".
El recién despedido técnico del Middlesbrough, el español Aitor Karanka, tampoco considera a Guardiola el genio que todos hablan y cree que para ser considerado el mejor del mundo deberá ganar la Liga Premier y una Champions con otro equipo diferente al Barcelona, recordando que nunca lo pudo hacer con el Bayern Múnich.
Los que apuntan a Guardiola como el principal responsable de la irregular campaña del City, e incluso la califican de fracaso, hablan de su incapacidad para hacer de una de las plantillas que más ha costado en los últimos años un equipo ganador.
Cuestionan sus continuos cambios de sistema y la rotación de sus hombres, además de ciertas decisiones que tomó al asumir las riendas del equipo, como desprenderse del portero número uno de Inglaterra, Joe Hart, en favor del chileno Claudio Bravo.
Las dudas sobre su relación con el argentino Sergio Agüero y la multimillonaria inversión hecha en el joven defensa central inglés John Stones también son utilizados como argumentos en su contra.
La eliminación ante el Mónaco pareció mostrar todos los males que han sacudido al City a lo largo de la temporada, en especial en los primeros 45 minutos jugados en el principado donde falló prácticamente todo, desde el planteamiento hasta los jugadores.
En defensa
Guardiola llegó a Manchester con la reputación de ser uno de los mejores técnicos del mundo dado su impresionante palmarés de títulos, pero también por la forma en la que transformó el juego del Barcelona.
Es verdad que contó con una base de jugadores irrepetibles en el fútbol, pero ninguno había alcanzado su mayor potencial con los otros ocupantes del banquillo en el conjunto catalán.
De hecho, cuando fue nombrado en 2008, el Barcelona venía de un año en el que había perdido completamente el rumbo, cuarto en la liga y goleado en el Santiago Bernabéu tras verse obligado a hacerle el pasillo de honor al Real Madrid.
De la mano de Guardiola fue que Messi evolucionó hasta poder convertirse en el mejor jugador del mundo y uno de los mejores de la historia gracias a colocarlo más cerca de Xavi y Andrés Iniesta.
Los tres juntos encontraron el lienzo perfecto para pintar lo mejor de su fútbol, algo que no habían podido hacer hasta entonces.
Guardiola también apostó por Sergio Busquets y el olfato goleador de Pedro, dos jugadores que subió desde las inferiores, y recuperó a Gerard Piqué.
No es el único responsable del gran Barcelona de los seis títulos en un mismo años y de la época dorada del conjunto catalán entre 2008 y 2011, pero sí uno de los más importantes.
Es verdad que en el Bayern no consiguió la Champions, pero llegó a tres semifinales. Caer contra Real Madrid, Barcelona y Atlético de Madrid, tres de los equipos más en forma en los últimos años, está lejos de ser considerado un fracaso.
El mismo Guardiola fue consciente que su aventura con el Manchester City significaba el mayor reto de su carrera, por la paridad entre los principales clubes del fútbol inglés y la competitividad de la Liga Premier.
A eso había que sumarle la realidad de una plantilla desbalanceada, que a lo largo del año ha quedado mermada por la lesiones de jugadores clave para el juego que busca implementar el técnico como Vincent Kompany o Ilkay Gundogan.
La columna vertebral del equipo que fue campeón en dos ligas en los últimos cuatro años ya siente el paso del calendario.
Yaya Touré, David Silva, Pablo Zabaleta, Aleksandar Kolarov, Bacary Sagna, Fernandinho y el mismo Kompany tienen más de 30 años.
Incluso Agüero se está acercando a esa edad, lo que ha hecho que la renovación del equipo sea más que una necesidad una obligación.
De allí que nombres como los de Kevin de Bruynne, Raheem Sterling, Leroy Sané, Gabriel Jesus, Stones y Gundogan representan la base del equipo del futuro.
La comunión de Guardiola y el City no es coincidencia.
El primero todavía no ha cumplido una década como entrenador en la élite del fútbol y es consciente que un reto como el que asumió en Manchester puede reforzar o destruir su prestigio como entrenador.
El segundo lleva aún menos tiempo entres los grandes equipos de Europa y necesitan terminar de darle sentido al proyecto que comenzó en 2008 cuando fue comprado por el grupo Abu Dhabi United.
Para ninguno de los dos hay vuelta atrás.