Sin embargo, a pesar de esa percepción el tema parece a preocupar a los cubanos. La prensa nacional sigue con la política editorial del avestruz, pero las imágenes de los corruptos pasan, casi clandestinamente, de mano en mano en memorias flash.

Centro comercial de Carlos III en La Habana

El centro comercial de Carlos III en La Habana era el eje de una trama de corrupción gigantesca.

La Contraloría General de la República audita incansablemente cada empresa del país en busca de rastros que muestren la actividad de dirigentes corruptos o de jefes incapaces, los que normalmente se retroalimentan en su tarea de vaciar las arcas de la nación.

Ahora los ciudadanos quieren hacer su aporte en esa batalla. Dos blogueros, pertenecientes a muy diferentes generaciones de cubanos, le recomiendan a las autoridades que no busquen solo en las empresas y revisen el patrimonio de los cuadros de dirección.

Roberto Peralo, de La Joven Cuba se pregunta si "¿será tan difícil de identificar a los funcionarios corruptos?" y recomienda al gobierno "que en vez de auditar los estados financieros de las empresas auditen el nivel de vida de nuestros funcionarios".

Dice que "el procedimiento es fácil", y propone que se haga un balance de su patrimonio con los gastos para compararlo con su salario. Además insta a que "también hagan un análisis de dónde se encuentran trabajando sus familiares más cercanos".

Lo interesante es que Noel Manzanares, un destacado intelectual que pertenece a otra generación y se caracteriza por sus posiciones de apoyo a la revolución, concuerda con la propuesta de que se audite el nivel de vida de los funcionarios y de sus familiares.

Si el gobierno quería que la población participe en la lucha contra la corrupción ya ha logrado que aporten ideas. Ahora solo hace falta ponerlas en práctica porque la gente común no tiene poder para promulgar leyes que transparenten las finanzas de los dirigentes.

Realmente lo recomendado por Roberto y Noel podría ser el camino más directo hacia la detección de los corruptos porque a muchos de ellos les gusta ostentar su "éxito", hacen grandes fiestas, comen en restaurantes caros, compran carros, cambian de casa y pasan vacaciones de 5 estrellas.

Uno de los dirigentes corruptos tenía alquilado de forma permanente un automóvil de turismo que cuesta alrededor de US$1.500 al mes. O sea que se gastaba públicamente $36.000 mensuales cuando tenía un salario de $600. Eso sí que es multiplicar panes y peces.

Lo alquilaba en una empresa estatal y se hospedaba en hoteles turísticos caros y del Estado cubano, registrándose con su nombre y apellido. Todos en su barrio sabían en qué trabajaba y cuál era su nivel de vida. ¿Cómo pudo pasar desapercibido durante tanto tiempo?

La respuesta es sencilla, la gente no sabe si son privilegios que le tocan por el cargo o por el robo. La única forma de disipar esas dudas es que todos los dirigentes cubanos hagan de conocimiento público sus finanzas, su nivel de vida, su patrimonio y el de sus familiares.

Basura en La Habana

La corrupción afecta a todos los cubanos porque mientras los funcionarios de Servicios Comunales se embolsan decenas de miles de dólares no hay dinero para recoger la basura.

Además de la recomendación de Noel y Roberto, el Estado podría dar a conocer las prebendas que le otorga el cargo a un cuadro dirigente para que la sociedad sepa que es legal. Por ejemplo, que todos utilicen su nombre cuando se hospedan en hoteles turísticos.

Aunque la prensa no informe, es inútil pretender esconder ciertos beneficios porque el carpetero después de registrar la entrada en el hotel se lo comentará a la camarera y ésta lo hablará con el que limpia las habitaciones y todos ellos con sus familiares y vecinos.

Esconder las prebendas legales que tienen los altos cargos solo sirve para crear el ambiente propicio a los corruptos, porque al final en medio de la opacidad que provoca el secretismo nadie sabe a ciencia cierta a quien le corresponde y quien se lo está robando.

El gobierno pidió el apoyo del pueblo, pero cómo podría ayudar un ciudadano en la lucha contra la corrupción en medio de una oscuridad en la que no se distingue quién es quién. Roberto y Noel proponen una solución un tanto molesta pero muy efectiva.

Me decía un político latinoamericano, especializado en el tema, que todos estamos de acuerdo con la transparencia si se trata de los demás pero cuando nos toca desnudarnos a nosotros nos empieza a parecer un estriptis demasiado incómodo.

Sin embargo, no hay otro camino. La transparencia visibiliza la corrupción, lo cual la convierte en un sólido cimiento para construir una sociedad más virtuosa. Mientras no se avance en ese sentido, el río revuelto seguirá dando ganancias a los bandidos de cuello blanco.