Artesanalmente, muy artesanalmente.
Esa es la respuesta que dan, de una forma u otra, quienes viven y conocen el ciclismo colombiano cuando se les pregunta cómo se crea un campeón de este deporte en el país.
Es un proceso en general amateur y bastante falto de apoyo.
No hay una infraestructura estatal o privada lo suficientemente desarrollada como para acompañar a potenciales estrellas desde la niñez o la adolescencia.
Los ciclistas en Colombia primero son buenos, luego destacan, y finalmente reciben respaldos.
Ese es el caso de un pequeño y poderoso deportista, sobre el que se posan todos los ojos de este país este domingo: Nairo Quintana.
El colombiano consiguió la victoria en la Vuelta a España, 29 años después de que su compatriota Luis Alberto "Lucho" Herrera consiguiera el mismo título.
Quintana es el ciclista más ganador en la historia del país con apenas 26 años de edad.
La historia de su surgimiento y formación deportiva se replica en decenas de ciclistas colombianos.
En un reportaje publicado en julio del año pasado, el corresponsal de BBC Mundo en Colombia, Natalio Cosoy, les preguntó a varios pedalistas qué los hacía resaltar en la región y en el mundo.
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La familia
"Papá", "mi padre", "mis padres".
La respuesta es casi invariable. La falta de apoyo institucional está compensada por el rol de la familia, fundamentalmente de la figura del padre.
Lo dice Quintana, lo dicen prácticamente todos.
A veces, incluso, son más las ganas de los padres que las de los propios hijos.
"Yo empecé por mi papá", le dijo un risueño Edwin Ávila a BBC Mundo.
"A mí no me gustaba mucho (andar en bici), pero me gustaba compartir con él".
Ávila ostenta hoy una importante colección de medallas y primeros puestos a nivel internacional.
En otras ocasiones, la violencia se interpuso en el vínculo, pero la figura paterna sigue presente.
Cuando Rigoberto Urán, uno de los grandes del ciclismo colombiano contemporáneo, tenía 14 años, hombres armados -se cree que paramilitares- detuvieron a su padre en un retén sobre la carretera por la que iba en su bicicleta y lo asesinaron.
"Mi viejo me inició y a los tres meses murió", le contó Urán al periodista Mauricio Silva, en una entrevista publicada en su libro Enséñame a ser Héroe.
"Me aferré a la bici", dijo.
Urán quedó como subcampeón en el Giro de Italia en 2014, detrás de Nairo Quintana.
Muchos padres, además de apoyar a sus hijos, se vuelven mentores de otros jóvenes.
Eso sucede con Hernando Rojas, que comenzó formando a su hija Angie y ahora entrena a todo el equipo femenino del que ella forma parte y que en 2014 viajó a correr el Giro de la Toscana en Italia.
Pero también están las madres.
"(Ella) está totalmente entregada a mí", le contó a BBC Mundo Nélson Torres, ciclista de élite de la Liga de Bogotá.
Su madre es su principal motor anímico: "Nunca desfallezca, que algún día se va a dar la oportunidad", le dice a su hijo.
Topografía
Ese apoyo familiar, la intensidad de ese respaldo, es una de las claves del ciclismo colombiano, de esta fábrica de campeones.
Pero hay otras.
Sobre todo una: la topografía.
Colombia es un país montañoso, en el que la cordillera de los Andes se abre en tres cadenas con largas laderas.
Son perfectas para el ciclismo; ofrecen uno de los mejores entornos para aprender y para entrenar.
Hay tramos en subida de 30 o 40 kilómetros de distancia; o más, como el imponente Alto de las Letras, con 83 kilómetros de largo y más de 3.000 metros de desnivel, algo que en Europa no existe.
Por esto, muchos ciclistas colombianos que corren en el Viejo Continente, y hasta ciclistas europeos, viajan a Colombia para prepararse para las grandes competencias.
Esta topografía ideal está, además, acompañada por un clima relativamente estable, donde las temperaturas nunca bajan a extremos que impidan entrenar.
Más fresco que una lechuga
Hay quienes dicen que hay algún que otro secreto más, originario de esta tierra, que les da fuerzas especiales a sus ciclistas.
El agua de panela (jugo de caña de azúcar) es uno; el bocadillo de guayaba es otro.
Y, por supuesto, el café.
Muchos cargan su cafetera eléctrica en las carreras, sean donde sean, para que no les falte la energizante bebida.
Por último, un secreto para paliar el calor, que Hernando Rojas usó con su equipo femenino en una carrera en Centroamérica: colocar una hoja de lechuga entre la cabeza y el casco.
Genética
Posiblemente no haya gran base científica para todos esos trucos alimenticios.
Pero sí la hay respecto al beneficio que les da a los ciclistas nacer en esta geografía.
Los grandes ciclistas colombianos suelen nacer y desarrollarse en el altiplano cundiboyacense (Nairo Quintana) o en Antioquia (Rigoberto Urán).
Son montañeses. Tienen mayor capacidad pulmonar, su cuerpo está adaptado genéticamente a la altura, que supera en muchas partes los 2.500 metros.
Por eso suelen ganar las etapas de montaña en las grandes carreras, algo por lo que siempre se ha destacado el ciclismo colombiano.
"Hay algunos marcadores genéticos que les dan esa cierta ventaja", le explicó a BBC Mundo Miguel Alexander Niño Rey, director médico del Instituto Distrital de Recreación y Deporte (IDRD) de Bogotá.
Vienen "codificados, digamos, en altura".
Nairo Quintana es un ejemplo extremo: llega a tener el doble de capacidad de absorción de oxígeno que una persona normal.
"Deporte nacional"
Además, muchos viven y crecen arriba de una bicicleta.
En el campo es un medio de transporte esencial, una herramienta, y también una forma de recreación.
Sólo basta salir un sábado o un domingo por las carretera de Cundinamarca y Boyacá para evidenciar la preponderancia de la bici.
Hay tramos donde puede haber tantos ciclistas que los coches directamente no pueden pasar.
"Es como el deporte nacional", le dijo a BBC Mundo Julián Velázquez, entrenador de la selección Colombia de pista.
"Es de los poquitos países donde el ciclismo está a la par o a veces por encima del fútbol".
Así, en Colombia, los grandes ciclistas son estrellas, son admirados.
Y el hecho de contar con grandes figuras hace que los jóvenes tengan modelos a seguir, ídolos.
Los circuitos
Incentivados por sus padres, motivados por sus antecesores, los jóvenes colombianos empiezan su camino en el ciclismo competitivo en carreras conocidas como circuitos.
Tan sólo en Bogotá puede haber seis u ocho circuitos por fin de semana, le contó a BBC Mundo Hernando Rojas, el entrenador.
En cada uno participan alrededor de 50 ciclistas, a veces más.
Así empezó su hija, Angie.
Ella cuenta que en general los muchachos y muchachas corren en bicicletas prestadas, o bicis tan enclenques que "al final de la carrera ya están todas descompuestas".
Los circuitos no cobran inscripción, pero pagan premio. En algunos, el ganador puede llevarse 500.000 pesos (casi US$200).
"Esa primera plata es la que los tienta a seguir", dice Angie.
Así empezó Edwin Ávila, el muchachito al que no le gustaba la bici.
La anécdota es deliciosa.
A los 15 años el papá lo iba a llevar a un circuito en Bogotá, pero como amaneció lloviendo le dijo "no vayamos".
"Y, bueno, como a mí no me interesaba, entonces me volví a acostar a dormir", comparte con BBC Mundo.
Pero entonces el padre pensó: "No, le voy a enseñar a ser flojo", así que lo despertó y se lo llevó a correr.
Montó una bicicleta sencilla, de acero, que su papá le había mandado a hacer.
"Yo no sabía ni qué estaba haciendo", continúa Ávila.
"Corría atrás, y no sabía cuándo terminaba la carrera, pero yo vi que todo el mundo estaba como embalando, y dije 'no, por si las moscas yo embalo también'".
"Yo no sabía que ahí terminaba… y gané".
Progresión
Se llevó un premio de 70.000 pesos (US$26) y dijo: "Uy, yo soy bueno para esto".
Allí estaba el entrenador de la Liga de Bogotá, que se lo confirmó: le dijo a su padre que lo quería sumar al equipo.
Eso es lo que suele suceder con todos los campeones en Colombia cuando empiezan.
Algún entrenador o promotor los ve ganar un circuito y se lo llevan o deciden apoyarlos.
Y comienza entonces una progresión que puede ser, como explica Angie Rojas, la siguiente: del circuito, a la selección local (la de Bogotá, por ejemplo); luego al campeonato nacional, la selección Colombia, competencias panamericanas y sudamericanas; y, finalmente, la llegada a un gran equipo.
Es lo que le pasó a Edwin Ávila.
Hoy corre para el equipo Colombia Cycling Pro y entrena un promedio de cinco horas por día, para hacer entre 800 y 1.000 kilómetros por semana.
La suerte de Angie Rojas fue semejante, pero para las mujeres todavía existe un techo más bajo en Colombia.
La poca inversión que existe suele concentrarse en los hombres.
Falta de apoyo
El ahogo económico es un problema para todos los ciclistas colombianos.
Para poder correr, los ciclistas deben pagarle una cuota anual a un club que los inscribe en las competencias.
"El pobre ciclista es el que termina pagando todo. Yo he estado luchando con la Federación para arreglar eso, pero como que no hay arreglo", le dijo sobre eso Nairo Quintana al periodista Mauricio Silva.
"Incluso uno tiene que comprar el uniforme para hacerles publicidad a ellos; es absurdo", agregó Quintana.
Además está la licencia de la Federación Colombiana de Ciclismo, que cuesta unos 110.000 pesos por año (US$42).
Y toda la logística para participar de una carrera dentro de Colombia, que puede rondar los 500.000 pesos (US$200).
Competir en el extranjero multiplica dramáticamente los costos.
Cuando el equipo de Angie Rojas corrió el Giro de la Toscana, gastaron 9 millones de pesos por corredora (casi US$3.500).
Tuvieron el apoyo de la Liga de Bogotá, pero no de la Federación.
"Sin malicia"
La escasez de recursos no es la única debilidad del ciclismo colombiano.
Julián Velázquez, entrenador de la selección de pista, le dijo a BBC Mundo que el problema que a veces tienen los ciclistas es que son algo tímidos, "gente muy buena, sin malicia".
"Cuando llegamos a competencias internacionales", dice, "donde debe haber malicia, picardía, donde para ganar debe haber egoísmo, ahí es donde nos sentimos un poquito inferiores al resto".
Cree que todo sería más fácil si a los niños se los formara como atletas con "educación competitiva" desde pequeños, desde los 10 años.
"Riesgos de lesiones"
Hay otro problema que afecta a los futuros posibles campeones en la niñez.
Muchos corredores vienen de hogares pobres, y en algunos casos, le explica a BBC Mundo el especialista en medicina deportiva Miguel Alexander Niño Rey, "lo que vemos es que la alimentación en los primeros años, aún cuando vivan en el campo, no es la alimentación completa y suficiente que uno quisiera para un niño deportista".
Eso trae problemas nutricionales, diarrea, parasitismo, enfermedades pulmonares, "que a veces merman la capacidad de muchos chicos, que de pronto con talento no alcanzan a llegar a la élite".
E incluso quienes llegan, pueden hacerlo con peligrosas secuelas.
"A veces tienen más riesgos de lesiones musculares o de adquirir fácilmente una infección respiratoria", explica el médico.
Carlos Orlando Ferreira, quien patrocina al equipo de Angie Rojas y fue hasta marzo pasado presidente de la Liga de Bogotá, cree que otra debilidad del ciclismo colombiano radica en la falta de entrenadores profesionales.
"En general son técnicos empíricos o exciclistas que se dedican a ayudar".
Cree que por eso y por la falta de una política de identificación de talento y apoyo desde edades tempranas se pierde "muchísimo de lo muy bueno que tiene el país".
Los que llegan, dice, lo hacen "porque son verdaderamente monstruos talentosos, que descollan".
Tecnología y pasión
No obstante, empieza a haber una búsqueda de profesionalizar el entrenamiento de los ciclistas de élite con la ayuda de la tecnología.
Se están comenzando a incorporar conocimientos y técnicas para mejorar el desempeño de los deportistas.
Niño Rey, desde la medicina deportiva, hace análisis de consumo de oxígeno y tests químicos.
Y están comenzando a implementar análisis aerodinámicos y de biomecánica, con equipamiento comprado en Italia, para adaptar la bicicleta mejor a cada individuo.
Pero por más tecnología, entrenamiento y parafernalia que se sume, la esencia, el corazón del ciclismo colombiano está en la pasión, en los afectos y en los méritos individuales.
Eso sostienen todos los consultados por BBC Mundo.
Angie Rojas, por ejemplo, corre para "poder darle alegrías" a su familia, "que es como el primer patrocinador, el primer apoyo que tienes" y para poner en alto el nombre de su país.
Es lo que hizo Nairo Quintana este domingo al coronarse como el mejor de la Vuelta a España.