Son imágenes de una Barcelona que ya no existe. Fotografías en blanco y negro que retratan una ciudad, la de principios de los 60, que algunos aún guardan en la memoria, pero que muchos no conocieron.
Las llaman "las fotografías perdidas de Barcelona" y hasta hace apenas dos meses el nombre de su autora era un misterio.
La historia del "rescate" y difusión de cerca de 200 negativos y del hallazgo de la identidad de Milagros Carturla -una fotógrafa amateur olvidada durante décadas- es la de una cadena de casualidades enlazadas gracias a la pasión por la fotografía de personas lejanas entre sí en el tiempo y en el espacio.
En 2001, Tom Sponheim, un turista estadounidense, fijó su atención sobre un montón de sobres viejos llenos de negativos en Els Encants, un mercado de pulgas de la capital catalana.
Miró la película al trasluz y comprobó que estaba bien expuesta. La vendedora le pidió el equivalente a US$2,5 y él, aficionado a la fotografía desde que era estudiante de secundaria, le pagó un dólar más.
No sabía el contenido de los negativos que estaba comprando, pero el precio de un café le pareció poco para unos sobres que, como mínimo, contenían una colección de recuerdos ajenos.
En busca de recuerdos
"Las fotos de mi propia familia se perdieron cuando se mudaron de California al estado de Washington. Yo siempre sentí que nunca encontraría las de la mía, pero quizá encontraría las fotos de la familia de otra persona", le cuenta Sponheim a BBC Mundo desde Seattle.
"Durante el viaje pensé un par de veces: ¿Por qué me gasté US$3,5 en unos negativos que llevo conmigo a todos lados? Cuando llegué a casa escaneé los negativos. Uno al azar", relata.
La primera imagen que amplió mostraba a dos mujeres mayores sentadas en un banco hablando entre ellas. Por detrás, una niña da la impresión de que escucha la conversación con sumo interés.
"Al ver esa foto pensé que si la hubiera hecho yo me habría sentido muy orgulloso. Te preguntas de qué hablaban, qué motivó el interés de la niña, qué escuchó. Entonces escaneé más y más. Me encontré la foto de los tres sacerdotes caminando cerca de la catedral. Es una fotografía muy clásica, con las reglas de iluminación y la regla de los tercios en la composición", cuenta.
Sponheim se dio cuenta de que los negativos que había traído desde Barcelona no eran las fotografías de un álbum de familia, sino una serie de instantáneas tomadas por alguien, quizá aficionado, pero acostumbrado a mirar a través de una cámara.
Decidió sacarlas a la luz y creó la página de Facebook "Las fotografías perdidas de Barcelona".
A través de esta red social, Sponheim fue publicando las fotografías que compró años atrás en Barcelona y pidió pistas sobre los lugares y las personas que aparecen en ellas.
El misterio de la autora
En pocos meses tenía miles de seguidores, atraídos por la mirada de un autor desconocido que mostraba con aparente espontaneidad detalles cotidianos de un país que vivía bajo el gobierno de facto del general Francisco Franco.
"Quizá ahora me suena un poco presuntuoso pensar que mis fotos eran 'las fotos perdidas de Barcelona', como si fueran las únicas. Pero en aquel momento me pareció bien", asegura.
"Hace seis meses, Carles Cols, del diario catalán El Periódico, me contactó para escribir una historia sobre eso. Desde entonces, esto ha sido un no parar. Empezamos a localizar dónde fueron tomadas las fotos y a usar Google Streetview para encontrar esas ubicaciones hoy y ver la diferencia. Y también comenzaron a llegar los nombres de algunos de los personajes que aparecen en ellas: algunas de las monjas en una procesión, de las niñas…", apunta.
El misterio sobre los personajes y los lugares retratados iba esclareciéndose. Pero el nombre de Milagros Caturla seguía siendo desconocido.
En ese punto entra en la historia Begoña Fernández, también fotógrafa amateur y, como Sponheim, aficionada a comprar negativos en mercados de segunda mano.
"Le escribí a Tom, que está en Seattle, le dije que yo también estaba buscando datos sobre mis fotos y le pregunté que si quería que le ayudara desde aquí, que podía echarle una mano. Y así empecé", afirma Fernández en diálogo con BBC Mundo.
La pista: un concurso
Desde un principio, Fernández pensó que la persona detrás de esas imágenes era una mujer: en los años 60, señala, en pleno franquismo, hubiera sido extraño que un fotógrafo hombre captara con tanta naturalidad el día a día de un colegio de chicas o de una escuela de ballet femenino.
"Encontré un artículo de archivo del diario La Vanguardia que anunciaba un concurso fotográfico en el año 1961 y enumeraba una serie de sitios donde los participantes podían hacer fotos. Uno de los espacios era la escuela Carmen Tronchoni. También figuraba la escuela de ballet y otros lugares que aparecen en las fotos de Tom. Para mí estaba muy claro: la persona que hizo las fotos iba a participar en aquel concurso", cuenta Begoña.
Con ese dato en mente, Fernández buscó el listado de ganadores del certamen. Lo encontró en los archivos de la Agrupación de Fotógrafos de Cataluña.
En uno de sus boletines de 1962 aparece una de las "fotos perdidas de Barcelona": una anciana con un rosario en las manos en actitud de rezo. Su título era "Fervor" y había ganado el cuarto premio. La autora era Milagros Caturla.
La autora ya había fallecido, pero Fernández logró contactar con uno de sus sobrinos, Lluís Caturla.
"Me contó que ella no se casó nunca ni tuvo hijos y que los sobrinos eran como sus hijos. Recordaba ir con ella a revelar fotos. Nunca fue fotógrafa profesional", señala.
"Eran de clase media alta. Pero en aquella época la fotografía era una afición cara y tener una cámara y revelar las fotos era costoso. Milagros trabajaba en la diputación de Barcelona y el sobrino cuenta que hacía horas extras y otros trabajos para poder gastar el dinero en la fotografía", agrega Fernández.
La fotografía, un mundo masculino
La obra de Caturla rescatada por Sponheim será expuesta entre el 19 y el 28 de mayo en el festival Revela’t de Vilassar de Dalt, un pueblo cercano a Barcelona.
Fernández destaca la pertenencia de la autora a lo que se denominó el "grup de dones" ("grupo de mujeres" en catalán) de la Agrupación fotográfica de Cataluña.
"Era un mundo muy masculino entonces. Y para mí era importante sacar a la luz a estas fotógrafas, un trabajo que está llevando a cabo Victoria Bonet que está haciendo una tesis centrada en ese conjunto de fotógrafas. Algunas eran conocidas dentro del mundillo fotográfico de Barcelona, como Gloria Salas. Pero al resto se no las conoce", indica.
Desde que se publicó la identidad de Milagros Caturla, algunos la llamaron "la Vivian Maier catalana".
Su condición de mujer y el reconocimiento tardío de sus fotos "perdidas" propicia el paralelismo con la niñera estadounidense cuya fotografía de calle, olvidada durante décadas, fue redescubierta y reivindicada años después.
"A nivel fotográfico no se les puede comparar. De Maier, hay miles de negativos. De Milagros, quedan en torno a 200 fotos. Uno piensa en Vivian Maier por la historia de una fotógrafa que en su momento no se da importancia a sí misma, pero que está retratando una época determinada de una ciudad. En este caso Barcelona, en el de Maier, Nueva York y Chicago. Pero con lo poco que tenemos de ella no se puede considerar un trabajo fotográfico completo", dice Fernández.
"Milagros sí tiene, sin embargo, para mí, la capacidad de escoger el momento y los personajes. Y eso es interesante", afirma.