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Jim Estill puso US$1,1 millones de su bolsillo para llevar a Canadá a 58 familias sirias.

Jim Estill se sentía cada vez más frustrado.

Durante el verano de 2015, este ejecutivo del pueblo de Guelph, en el suroeste de Ontario, Canadá, había visto noche tras noche, a través de la pantalla de su televisor, cómo la crisis de los refugiados sirios no hacía sino empeorar, a medio mundo de distancia.

"No me parecía que la gente estuviera haciendo lo suficiente lo suficientemente rápido", cuenta Estill.

Entonces al presidente de la compañía de electrodomésticos Danby se le ocurrió una idea.

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La falta de respuesta a la crisis de los refugiados sirios empujó a Estill.

Su plan: utilizar 1,5millones de dólares canadienses (US$1,1millones) de su propio dinero para llevar a 50 familias de refugiados a Canadá e involucrar a toda una comunidad en el esfuerzo de ayudarles a empezar una nueva vida.

Se trataría de un proyecto impulsado por voluntarios pero organizado como un negocio, en el que directores voluntarios liderarían diferentes equipos, cada uno a cargo de los diferentes aspectos que demanda un efectivo reasentamiento.

Un esfuerzo conjunto

Canadá permite que sus ciudadanos -junto con grupos autorizados- patrocinen directamente a los refugiados cubriendo necesidades básicas como comida, vestido, alojamiento y dándoles apoyo para integrarse a la sociedad canadiense.

Pero Estill quería tener un gran impacto, muy rápido.

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Jelil Alou, un refugiado sirio patrocinado por el gobierno de Canadá, junto a Muhamad Abdo e Ibrahim Halil Dudu, patrocinados por Jim Estill y la Asociación Musulmana de Guelph.

"Yo sé cómo hacer que las cosas crezcan", explica el empresario, quien hizo su fortuna como emprendedor y trabajó como director de Research in Motion, la empresa detrás de los teléfonos BlackBerry.

Y él también pondría el dinero. Pero necesitaba socios y aliados.

Entonces reunió a diez organizaciones religiosas diferentes que ya estaban buscando cómo ayudar a los afectados por la guerra civil en Siria.

Sara Sayyed recuerda la noche en la que su esposo, el presidente de la Asociación Musulmana de Guelph, regresó de esa reunión y le contó del plan de Estill.

"Casi me caigo al suelo. Le dice: 'Seamos parte de esto'", cuenta.

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Centenares de refugiados contactaron a Estill.

En noviembre de 2015, el periódico local de Guelph publicó un artículo sobre el plan que fue traducido al árabe y difundido por Medio Oriente.

"Y la gente empezó a escribirnos directamente desde Turquía, Líbano, desde dentro de Siria, diciéndonos: '¿Nos pueden ayudar? ¿Pueden hacer algo?'", cuenta Sayyed.

"Primero uno recibe un correo, o dos y dice: 'Veamos qué puedo hacer'. Pero luego son cientos, y se vuelve muy complicado", recuerda por su parte Estill.

Pronto la mesa del comedor de Sayyed estaba completamente cubierta de solicitudes de patrocinio y 58 familias fueron seleccionadas.

Pero ese era sólo el primer reto.

Poco a poco

Las familias patrocinadas empezaron a llegar poco a poco. Y los largos retrasos en el procesamiento de sus solicitudes por parte del gobierno canadiense tuvieron un costo.

Casas que habían sido muy difíciles de conseguir permanecían vacías. Donaciones languidecían en las bodegas.

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Ibrahim Halil Dudu, patrocinado por Jim Estill y la Asociación Musulmana de Guelph, se hizo famoso a nivel mundial cuando varios medios reportaron que su talento como sastre había ayudado a salvar una boda.

"Sinceramente me sorprendió que al gobierno de Canadá le tomara tanto tiempo dejar entrar a la gente", dice Estill. "Y eso nos costó mucho".

Para diciembre de 2016, sin embargo, 47 de las 58 familias ya habían llegado a Guelph.

Pero Estill se dio cuenta que a muchos de los recién llegados les costaba encontrar trabajo porque no dominaban el idioma o no tenían experiencia.

Y entonces creó un programa que le da a los refugiados sirios trabajo en Danby, junto a clases de inglés. Y también ha apoyado a otros para que abran sus propios negocios.

"No quería traer gente para que vivieran de subsidios y ayudas", explica, insistiendo en que si eso ocurre entonces "habré fracasado".

¿Un ejemplo a seguir?

Sayyed dice que Entill no es el típico ejecutivo de una gran empresa.

"Uno piensa 'presidente ejecutivo de una compañía' y tiene una imagen basada en lo que se ve en la TV y esas cosas, ¿verdad? Pero es el tipo más sencillo del mundo, viste vaqueros y maneja un carro viejo, no tiene nada de ostentoso", afirma.

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Jaya James (izquierda) con Gaziye Fettah y Rojin Haci, patrocinados por Jim Estill y la Asociación Musulmana de Guelph.

Y Sayyed no encuentra razones para que otras empresas no sigan su ejemplo.

"Lo más importante es tener el apoyo financiero. Si más gente de la comunidad de negocios da un paso al frente y dice: 'Podemos hacerlo', entonces puede hacerse".

Jaya James, quien trabajó de cerca con Sayyed y Estill, se tomó un permiso de seis meses de su trabajo como empleada pública para trabajar como voluntaria a tiempo completo en el Foro de Patrocinadores de Refugiados de Guelph.

Dice que mientras Estill aportó su visión y contactos, ella y Sayyed se encargaron de los detalles: seleccionaron, entrenaron y apoyaron a 800 voluntarios, coordinaron a las organizaciones participantes y lidiaron con emergencias, como recibir a la media noche llamadas sobre donaciones de muebles infestados con insectos.

Y, según James, Estill -a quien describe como "un poquito explosivo" pero "con un gran corazón"- a hecho que la gente se esté preguntando constantemente: '¿Qué puedo dar? ¿Qué puedo hacer?'"

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Estill quiere llevar a más refugiados a Canadá.

El empresario, por su parte, dice que lee y responde a todos los correos que recibe de la gente que quiere ir a Canadá y está tratando de patrocinar a más, aunque por el momento el énfasis está puesto en traer a los parientes de quienes ya llegaron.

Y todavía se sorprende por los elogios que su iniciativa ha recibido a nivel mundial, pues dice que su único mérito es que tenía los medios para ayudar y una visión para implementar un plan.

Según Estill, fueron sus padres, quienes patrocinaron a dos refugiados de Uganda cuando él era apenas un niño, los que le enseñaron valores humanitarios.

"Supongo que me educaron bien. Eso es lo que le digo a mi madre", dice con una carcajada.