Más allá del Sambódromo y las escuelas de samba, en Río de Janeiro hay comparsas callejeras para todos los gustos.
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Que nadie intente explicarle a Zélia Nogueira Machado qué es el carnaval de calle en Río de Janeiro: esta enfermera y profesora de danza lo sabe bien después de 13 años seguidos de desfiles con varios "blocos" o comparsas por la ciudad.
"Basta de escolas de samba; alegría es el bloco de calle de Río de Janeiro", exclama, disfrazada de cabeza a pies de ángel de la pasión rojo, a sus 51 años lista para moverse al ritmo del samba de las Carmelitas, la comparsa de Santa Teresa.
El sol raja los adoquines del barrio, pero más de 10.000 personas se lanzan a la fiesta que se extenderá por horas, mientras un camión-escenario-altoparlante avanza entre la multitud a paso de tortuga seguido por la batería y por quien quiera participar de la juerga gratuita.
En estos 13 años, Nogueira Machado ha visto de primera mano un fenómeno que hoy llama la atención de muchos: el renacer del carnaval de calle de Río, eclipsado durante largo tiempo por el brillo de las escolas de samba.
Pero este nuevo fervor de comparsas que se multiplicaron por la ciudad, algunas de las cuales arrastra hoy decenas o cientos de miles de seguidores, marca también un momento decisivo para el carnaval callejero carioca, según especialistas.
"El gran dilema del carnaval de Río de Janeiro hoy es ese dilema entre el gigantismo de ciertos blocos y la espontaneidad de blocos menores", señala Luiz Antonio Simas, un historiador e investigador del carnaval.
"Esos blocos mayores se están transformando casi en empresas de carnaval", agrega en diálogo con BBC Mundo. "¿Hasta qué punto no están perdiendo una espontaneidad que es la característica fundamental del carnaval de calle?".
"Consolidado"
Simas señala que Río vio nacer su carnaval callejero como un fenómeno desorganizado, marcado por la presencia de descendientes de africanos y portugueses pobres.
Entre los siglos XVIII y XIX el fenómeno contrastaba con el carnaval carioca de grandes bailes y salones que se inspiraba en las celebraciones europeas de Venecia o Niza.
"El gran dilema del carnaval de Río de Janeiro hoy es ese dilema entre el gigantismo de ciertos blocos y la espontaneidad de blocos menores"
Luiz Antonio Simas, un historiador e investigador del carnaval.
El carnaval de calle en Río decayó en la segunda mitad del siglo XX con el éxito de las escolas de samba, cuyos desfiles comenzaron a ser televisados, la violencia en Río y el recelo de la dictadura militar brasileña (1964-1985) ante cualquier expresión popular callejera.
Pero en los años 90 las cosas empezaron a cambiar y en la década pasada el carnaval carioca de calle cobró un impulso con el despegue económico de Brasil, la revalorización de Río y sus avances en seguridad.
Para este año la Alcaldía de Río habilitó a 492 blocos para desfilar en distintos barrios de la ciudad, casi 16% más que el anterior.
Ahora la ciudad ha sido virtualmente tomada por estas comparsas, que desfilan de un modo más relajado, imprevisible y barato que las escolas del Sambódromo, profesionales y disciplinadas.
Antonio Pedro Figueira de Mello, secretario municipal de Turismo, dice que el carnaval callejero está "completamente consolidado", con cerca de cinco millones de fiesteros que participan este año de las diferentes citas, muchos de ellos turistas.
"Un evento como el carnaval de calle, con tantos blocos al mismo tiempo, es una cosa casi mayor que una olimpiada", explica Figueira de Mello a BBC Mundo, en alusión a los Juegos Olímpicos que la ciudad recibirá en 2016.
Patrocinios
En Río hay comparsas callejeras para todos los gustos.
Hay una que atrae a niños en el barrio de Laranjeiras (Gigantes da Lira) y otra a perros en Copacabana (Blocão).
Hay blocos clandestinos, que se organizan mediante redes sociales y celebran sin permiso.
Hay de samba, de rock y de otros ritmos.
Y hay blocos masivos, como el Cordon de Bola Preta, el más antiguo de Río, que el sábado reunió entre 1,6 millones y 1,8 millones de personas en el Centro, según los respectivos cálculos de la Policía y la Alcaldía.
Cada una de estas agrupaciones tiene una historia propia.
Las Carmelitas nació en 1990 y su nombre y atuendos de religiosa se deben a una leyenda según la cual una monja escuchó una batucada de Carnaval, saltó el muro de su convento en Santa Teresa y se unió al festejo.
Al principio este bloco se financió con aportes de vecinos y ventas de camisetas. Pero ahora integra una liga de comparsas tradicionales de Río y tiene patrocinadores, relata su director José Paulo Pessoa, un abogado y productor cultural.
"La televisión tiene interés, las cervecerías tienen interés, entonces estamos más relajados", comenta a BBC Mundo. "Tenemos dinero para pagar el carro de sonido, la batería, la cerveza…todo".
La Alcaldía ve este fenómeno como una consecuencia lógica del crecimiento del carnaval de calle, pero ha decidido seguirlo de cerca y eventualmente regularlo.
Figueira de Mello señala que en algunas zonas de la ciudad se limitó el número de blocos y este año se decidió prohibir las áreas VIP en desfiles callejeros, ante casos en los que se cercaba un espacio con una cuerda para permitir el acceso exclusivo a quienes compraban camisas del grupo.
"Queremos que el carnaval carioca mantenga su esencia", dice. "Que el bloco realmente nazca de una manifestación popular, cultural, auténtica y no sea una cosa inducida por una marca comercial".