A principios del verano de 2016, el grupo autodenominado Estado Islámico (EI), que controlaba grandes franjas de territorio en el norte de Irak, prendió fuego a uno de los campos petroleros más grandes del país.
Tomó 10 meses para que los bomberos iraquíes lograran apagar el fuego de los pozos petroleros de Qayyarah, a unos 60 km al sur de Mosul.
El humo volvió tóxicos el aire, la tierra y el agua a lo largo de esta vasta región iraquí, que solía ser una fuente rica de recursos naturales y agrícolas.
Lo que ocurrió
La ciudad de Qayyarah se encuentra en un subdistrito del mismo nombre, que es a su vez parte del distrito de Mosul. Qayyarah había caído en manos de EI en junio de 2014. Pero en 2016 las fuerzas iraquíes y kurdas lanzaron una ofensiva para recuperar el control de la región.
Ali Hassan, su esposa Fatima Mahmoud y sus tres hijos vivían junto a uno de los pozos de petróleo que fueron incendiados.
El humo negro del incendio llenó su casa. Fatima asegura que limpiaba constantemente, pero el polvo seguía acumulándose.
También la casa de Mahmoud Ali quedó arruinada por el incendio de petróleo que ardió durante dos meses frente a la puerta de su casa.
Las paredes están ennegrecidas y los pisos cubiertos con una gruesa capa de alquitrán.
Antes de que el EI tomara control de Qayyarah, Mahmoud era policía.
Se vio desplazado por el conflicto.
Recientemente regresó y encontró su casa en ruinas.
Oxfam ha estado tratando de lograr que el abastecimiento de agua de Qayyarah vuelva a ser potable y está llevando cloro a las plantas de tratamiento locales.
Los pobladores locales dijeron al personal de la organización allí que hasta 60 casas quedaron completamente quemadas en los incendios petroleros.
Pero muchas casas más son inhabitables debido al petróleo que burbujea dentro y alrededor de ellas.
Cráteres ardientes
En junio de 2016, mientras el ejército iraquí y las fuerzas kurdas avanzaban por el occidente del país hacia Qayyarah, los combatientes del autodenominado Estado Islámico colocaron explosivos en los cabezales de los pozos del campo petrolero.
Los yihadistas después dispararon contra los pobladores desde los techos de las casas cercanas.
Su intención era que el humo los cubriera de las incursiones aéreas del ejército iraquí.
A medida que el fuego tomaba fuerza, los cabezales colapsaron en cráteres de petróleo ardiente que oscureció el cielo y lanzó humo tóxico a los poblados ubicados alrededor.
Desde el espacio
El satélite Landsat 8 de la NASA captó las primeras señales de problemas en junio de 2016.
Se captó una nube de humo oscuro que se expandía en el desierto del norte de Irak, a unos 60 km del sur de Mosul.
Para octubre, cerca de 20 pozos petroleros estaban ardiendo.
Los satélites de la NASA que detectan calor parecen mostrar que incluso el 25 de febrero de 2017 continuaban ardiendo algunos incendios.
Sólo en abril las últimas llamas de los pozos alrededor de Qayyarah finalmente fueron extinguidas.
Pero el lugar sigue estando fuertemente contaminado y se espera que la operación de limpieza tome muchos meses.
Extinguir un incendio petrolero es una enorme labor técnica, incluso en tiempos de paz.
Pero el gobierno iraquí tuvo que combatir estos incendios en los límites de una zona de guerra, en un momento en que la mayoría de sus recursos estaban desplegados en la batalla contra el autodenominado Estado Islámico.
Incluso antes de que los ingenieros iraquíes pudieran acercarse a las llamas, tuvieron que despejar el territorio adyacente de cientos de artefactos explosivos improvisados plantados por EI.
Nadie sabe cuántos de estos artefactos quedan en ese lugar.
Los hombres que lucharon para extinguir el fuego solían trabajar en los campos petroleros que eran la base de la economía de Qayyarah.
Pero el año pasado estuvieron trabajando turnos de ocho horas en las orillas de los cráteres apocalípticos de los pozos incendiados, soportando un calor intenso y respirando aire que apestaba a alquitrán quemado.
Cerca de las orillas de los cráteres debían cuidarse de las bolsas de petróleo y gas que estallaban sin ninguna advertencia.
Los bomberos lanzaban sobre las llamas carga tras carga de arena húmeda. Mientras, otros trabajadores trataban, con mangueras de alta presión, de mantener la maquinaria suficientemente fría para que siguiera funcionando.
Hubo días en que la nube de humo negro que escapaba de los incendios eran tan espesa que bloqueaba totalmente la luz del sol sobre Qayyarah.
Gases
Con el punzante humo, los niños que jugaban en el exterior comenzaron a tener dificultades para respirar y a sufrir erupciones en la piel.
Tenían los ojos enrojecidos y los pulmones les ardían por el humo que contenía dióxido de carbono, partículas acidificantes y metales tóxicos como plomo y mercurio.
Una capa de grasa punzante y abrasiva quedó impregnada en la ropa y cabello de la gente.
Los niños jugaban entre los restos ardientes de los incendios extinguidos, o lanzaban piedras a los lagos de petróleo crudo que se acumulaban en la superficie.
Cuando se cepillaban los dientes, escupían al lavabo pasta de dientes ennegrecida.
La crisis de salud pública se vio exacerbada en octubre del año pasado cuando EI prendió fuego a una fábrica de azufre en Al Mishraq, al norte de Qayyarah.
Una nube de dióxido de azufre y ácido sulfúrico se propagó a través de Irak, llegando hasta Bagdad, en el sur, y Turquía y Siria en el noroeste.
Un informe de la ONU encontró que durante un período de sólo tres días en octubre, cuando el incendio de azufre seguía ardiendo, más de 1.000 personas habían sido tratadas por problemas respiratorios o trastornos de la piel causados por el humo del incendio de la fábrica y de los pozos petroleros.
También ese mes una médica en el poblado cercano de Haji Ali, Basima Obnar Mohammed, le dijo a Oxfam que estaba tratando a unos 20 niños cada día por problemas respiratorios y gastritis causada por beber agua contaminada.
"Necesitan pomadas con esteroides para la piel", le dijo la doctora a la organización, "pero tenemos escasez de medicinas".
En el aire contaminado, los borregos, de los que dependen muchas familias en Qayyarah, se mancharon de negro, se enfermaron y murieron de hambre.
El hollín se asentó en las tierras de pastoreo y se sumergió en el agua que bebían los animales.
Finalmente los bomberos iraquíes lograron controlar todos los incendios.
El ministerio de Petróleo de Irak anunció formalmente el fin de los incendios el 4 de abril de 2017.
Se informó que de los 50 pozos petroleros que existían en el área, 18 de ellos fueron incendiados por los yihadistas de EI.
Algunos nombres fueron cambiados para proteger las identidades.