El mismo día en que los congresistas de Estados Unidos regresaron formalmente a Washington para comenzar a debatir el espinoso tema de la intervención en Siria, el presidente Barack Obama puso sobre la mesa su más reciente carta: una clara ofensiva mediática.

Tanto Obama como sus subalternos llevan días apareciendo ante las cámaras y fuera de ellas, en Estados Unidos y en el extranjero, en público y en privado, para abogar por un ataque limitado contra blancos del régimen sirio, acusado de un ataque químico a finales de agosto.

Pero esta semana esa presencia mediática comenzó a tomar un nuevo cariz, pues Obama no sólo grabó entrevistas individuales con seis cadenas televisivas estadounidenses sino que el martes aparecerá en el horario de más alta audiencia para hablarle a la nación.

El objetivo con ese “bombardeo mediático”, como lo han bautizado en Estados Unidos, es hablarles directamente a los ciudadanos del país, que están evidentemente cansados de las guerras y que encuesta tras encuesta revelan que tienen serias dudas sobre una eventual intervención.

La apuesta de Al Asad

Así como es importante analizar las razones detrás de la apuesta mediática de Obama, también es clave hacerse una pregunta que no muchos se han planteado en Estados Unidos: ¿Por qué aceptó Bashar al Asad una entrevista con un medio estadounidense?

Claramente no es una coincidencia que el presidente sirio haya aparecido en televisión justo ahora: después de todo, el Congreso en Washington se prepara para decidir una intervención en su propio país y él ha sido culpado abiertamente de ser el responsable del ataque químico a finales de agosto, que él niega.

De ahí que para él, esa única entrevista resultara una oportunidad para presentar su caso a los estadounidenses y enviar de paso varios mensajes, que recogió el diario The Washington Post:

Asad les habló a los occidentales como ellos mismos hablan. No empezó a vociferar ni a golpear la mesa o usar la retórica que en ocasiones usan los líderes considerados autocráticos.En vez de repetir los argumentos internos de su país sobre la resistencia a Occidente y la conspiración entre Israel y Estados Unidos, él utilizó el lenguaje de la política estadounidense.Puso el dedo en la llaga del debate interno en Estados Unidos sobre Siria, tocando algunas de las opiniones que han sido esgrimidas contra la intervención (como la falta de evidencia concreta, la idea que los ataques apoyarían a al Qaeda o el argumento de que las guerras no le sirven para nada a Estados Unidos).

A la vez, es un contrapeso a la inusual entrevista que dio el presidente sirio, Bashar al Asad, a una cadena televisiva estadounidense, que tuvo un impacto tanto por lo que dijo el mandatario como por la forma en que llegó el mensaje: no a través de una agencia siria, ni como una simple declaración en medio de todo el batiburrillo mediático, sino directamente a los hogares estadounidenses, en la previa de una semana clave y en el formato más directo y poderoso, la televisión (ver recuadro).

Triángulo estratégico

El interés de Barack Obama por aparecer en los principales medios televisivos del país completa lo que podría llamarse su triángulo estratégico: una línea es convencer directamente a los congresistas, apuesta que está en marcha desde la semana pasada y que en estos días, ya con el Congreso reunido, continuará con vehemencia.

La segunda es recabar nuevo apoyo internacional tras la negativa de aliados clave como Reino Unido y Alemania. Él mismo intentó ganar adeptos en el G20 en Rusia, mientras su secretario de Estado, John Kerry, hizo lo propio en una gira europea.

La tercera línea de ese triángulo es convencer directamente a los estadounidenses, con miras a cambiar la opinión pública e influir así en la decisión que puedan tomar los congresistas en Washington.

Las primeras dos tienen un carácter incierto, pues una buena parte de parlamentarios en el Capitolio no parecen estar muy convencidos del proyecto del gobierno, mientras a nivel internacional ha sido poco el consenso y todavía hay cautela.

Por eso Obama necesita tan urgentemente que le funcione esta tercera parte del triángulo y por eso recurrió en 24 horas a seis entrevistas televisivas y un discurso en horario clave. Ante una estrategia que ha resultado coja, el mandatario decidió poner todo su peso detrás de una maniobra masiva que si bien no le garantiza cambiar la opinión popular, sí le permite asegurarse de que su mensaje alcanzará –si no lo ha hecho ya- una enorme proporción del país.

Bashar al Asad

Bashar al Asad ofreció una entrevista a la cadena CBS.

Además, es una apuesta en la que Obama utilizará un arma que en buena medida lo catapultó al poder: su capacidad de oratoria.

Desde su famoso discurso de 2008 ante la Puerta de Brandeburgo en Berlín –donde parecía más una estrella de rock que un candidato- hasta su testimonio íntimo y sorpresivo de este año por el caso del joven negro Trayvon Martin, nadie duda que una de las fortalezas del mandatario es la forma como presenta su mensaje.

De esas habilidades, por supuesto, necesita sacar réditos si quiere que el panorama local sobre Siria gire a su favor. Pero algunos analistas han resaltado que no todo es forma: “Ha sido notado poco, pero ahora es importante que Obama ha tenido más éxito vendiéndose a sí mismo que vendiendo sus políticas”, escribieron en la página de la cadena CNN los analistas David Gerden y Dan Katz.

Ese parece el principal reto de Obama de cara al tercer lado del triángulo: cómo hacer para que ese mensaje poderoso que tantas veces le ha servido en el pasado también le permita ahora lograr el impulso que necesita con tanta urgencia.