"Cómete eso rápido. Lo único que falta es que lleguemos con falafel a un estreno", le digo a mi acompañante.
Y al pobre hombre no le queda otra que tragarse la pelota de garbanzo, corriendo por los caminos de tierra de Regent’s Park.
Dentro del famoso parque se encuentra uno de los imperdibles de Londres en verano: el Open Air, un anfiteatro donde se montan las más importantes obras de la estirpe cultural británica.
Y vamos a una bastante especial: la adaptación para teatro de "Orgullo y Prejuicio", la obra más popular de Jane Austen. Es la manera en que el teatro londinense celebra el segundo centenario de su publicación.
Como buenos latinos vamos con el tiempo justo, corriendo. Y comiendo. La obra durará casi tres horas y desfallecer de hambre no es una buena idea.
Cercado por arbustos, aparece el Open Air y con él, una cola que rodea los circulares matorrales. Esto pinta masivo.
Y lo es. Cuando logramos entrar nos damos cuenta de que hay bares y mesas en el parque, donde la mayoría de los asistentes disfruta, cerveza en mano, de uno de los pocos días de sol del verano londinense.
No vamos a ser menos. Emprendemos la odisea de pedir un trago en un bar atiborrado de gente. Y si vamos a un lugar con estilo, hay que tomar también con estilo. Me pido un Vodka Violeta, cáscara de naranja incluida y partimos a sentarnos a la platea.
Una vez adentro, el lugar es impresionante. Caben 1.200 personas y el escenario es un círculo negro. El set es sólo una reja, un piano y, detrás de él colgado de los árboles, un par de vestidos. Sillas y mesas victorianas se ven entre los árboles. ¿Utilería?

"Orgullo y Prejuicio" a punta de hamburguesa
"Orgullo y Prejuicio" es uno de mis libros favoritos. Especialmente considerando en que en la época en que fue escrito una heroína como Elizabeth Bennet, aguda de mente, contestadora y –su mayor pecado- capaz de rechazar dos propuestas de matrimonio era bastante rupturista.
Doscientos años más tarde aquí estamos, sentados en el corazón de Londres, con ruido ambiente de pajaritos, vodka en mano, aguda, contestadora y sin ni media propuesta de matrimonio para rechazar. ¿Será que no ha llegado mi Míster Darcy? Ese disléxico emocional sin pelos en la lengua capaz de conquistar lo inconquistable.
Y a falta del Míster Darcy propio, bueno es el mejor amigo gay. El único hombre en Londres –y en el planeta- capaz de entenderme lo suficiente como para ganarse una entrada a "Orgullo y Prejuicio".
La elegancia del vestuario de la gente del estreno contrasta con la hamburguesa con papas fritas que varias de las asistentes tienen en la mano. "Y me retas por un falafel", me dice mi acompañante.
Música, silencio, comienza la obra.
"Es una verdad mundialmente aceptada que un hombre soltero, poseedor de una gran fortuna, debe andar en busca de una esposa".
La famosa frase con que parte el libro es dicha en la adaptación por la señora Bennet, madre de Elizabeth y uno de los personajes más humorísticos de la obra.
El humor será una constante en la opción de este montaje, con varios personajes y momentos que sacan carcajadas de la audiencia.
Comienza a moverse la reja de manera circular y a lo lejos lo diviso a él: Míster Darcy.
Anochecer con Míster Darcy
No puede ser otro. No es la versión melosa y azucarada hollywoodense o televisiva. Este Darcy viste de negro como su humor, y promete conflicto desde que abre la boca para decir que la belleza de Elizabeth es "tolerable", pero no "suficiente " como para tentarlo a bailar.
He visto varios Darcys en la vida: desde Matthew Macfadyen hasta Colin Firth, pero este, encarnado por David Oakes es un intento bastante apegado a mi imagen mental del personaje de Austen.

El primo Collins (interpretado por Ed Birch, en la foto) le pone el toque de humor al montaje.
Sin embargo, la actuación masculina que más mueve al público no es la de Darcy, sino la de Collins, el primo heredero de los bienes de la familia Bennet, dado que Elizabeth y sus cinco hermanas están imposibilitadas de hacerlo por ser mujeres.
La interpretación de Ed Birch juega al patetismo que, llevado al extremo como en la escena donde le pide la mano a Elizabeth y esta lo rechaza, puede volverse hilarante.
Comienza a ponerse el sol en el parque y la luz natural es mejor que muchos diseños de iluminación bastante más caros.
Y, aunque como toda adaptación, deja bastante del libro fuera, pasa todo lo que tiene que pasar para que cualquier mortal que no sepa quién es Jane Austen entienda. Y, con un poco de suerte, quede feliz.
Comienza a desencadenarse el final. El público, ya completamente parte del montaje, ríe, comenta e incluso lanza un unísono "awwwwwwwww" cuando el mejor amigo de Darcy, Bingley, le pide matrimonio a la hermana de Elizabeth, Jane. Todo, por supuesto, hamburguesa y cerveza en mano.
Pasa lo inevitable: Elizabeth se queda con Darcy y yo con mi amigo gay. No importa. He tenido mi propia cita con Míster Darcy en el parque.