Los jugadores van y vienen –especialmente en América del Sur, donde la constante venta significa que los equipos están en constante reconstrucción–, pero aun así, es posible que los clubes preserven una identidad, con características duraderas.

Por ejemplo, Olimpia, de Paraguay, que este miércoles disputa en Belo Horizonte el partido de vuelta de la final de la Copa Libertadores contra Atlético Mineiro, de Brasil, tras ganar el primer partido 2 a 0.

Realmente debería haber un solo ganador. Con todos los sueldos de Olimpia habría problemas para pagarle a la estrella del Mineiro, Ronaldinho. Eso sin mencionar a la nueva sensación Bernard, Jo (presente en la Copa Confederaciones) y el excampeón mundial Gilberto Silva, entre otros.

En términos financieros debería ser un paseo, sobre todo porque Olimpia está en una profunda crisis. Sus jugadores recientemente pasaron meses sin cobrar, y se vieron obligados a vender al capitán y mejor jugador Richard Ortiz antes de las semifinales de la Libertadores con el fin de recibir una inyección de dinero.

Antes del torneo nadie daba una chance a Olimpia. De los tres equipos paraguayos en el torneo, era el más débil por lejos. Libertad, en cuartos de final en los últimos tres años, parecía mucho más fuerte, y arrancó con fuerza antes de implosionar.

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Cerro Porteño parecía tener un equipo tan impresionante como el que alcanzó las semifinales de 2011, pero empezó mal y terminó peor. Olimpia no había hecho nada en el torneo en una décaeda.

En la liga local era un equipo promedio. Tuvo que pasar la fase de clasificación para llegar a la Libertadores. Y no había ninguna señal de que podía aspirar al título.

Pero hay una cosa que el club posee en abundancia: tradición. Han ganado la Libertadores tres veces (sólo cuatro clubes tienen más títulos). Y eso le da cierta mística.

¡Qué grande que sos, Olimpia!

En el partido de ida, Olimpia iba 1-0 arriba en tiempo de descuento. Tenía un tiro libre al borde del área. Bruno Pont, comentarista de una radio local, le dijo a sus oyentes: "Suban la radio como si quisieran gritar".

Ever Almeida

Ever Almeida, exarquero de Olimpia, estuvo presente en las dos primeras victorias del conjunto en el torneo (en 1979 y 1990).

El tiro del mediocampista Wilson Pittoni superó la barrera. Ni la defensa ni el golero pudieron bloquear el remate.

"Olimpia", gritó una y otra vez Pont, y lanzó una mala palabra para enfatizar. "Cuando comenzó la campaña en la Libertadores, ¿quién dijo que Olimpia podía ganar su cuarto título? ¡Y ahora está tan cerca, mi Dios! ¡Qué grande que sos, Olimpia! ¡Cuánto enorgulleces a Paraguay!".

El entrenador de Olimpia, Ever Almeida, una leyenda del club, no está feliz con que la ventaja de la ida se haya atribuido principalmente a la fuerza de la tradición.

"Ganamos con fútbol", dijo, "y no por la importancia de nuestra camiseta".

Tiene un punto. Olimpia está en una buena posición en la final por mérito propio. Anotó muchos goles en el torneo. Y uno de los puntos fuertes es la forma en que Almeida puede ajustar el sistema cada vez que el equipo necesita un gol.

Y frente a la potencia de los brasileños también puede ajustar su defensa. La semana pasada, al igual que en el partido de ida de los cuartos de final contra Fluminense, cambió su habitual formación de tres centrales para agregar un cuarto defensor. Su equipo puede defenderse con disciplina y atacar con velocidad y resolución.

El arquero uruguayo Martín Silva ha tenido una excelente campaña. Y su compatriota Alejandro Silva es un versátil e interesante jugador que abrió el marcador la semana pasada con un gol al estilo de Gareth Bale.

Pero no hay estrellas en Olimpia. Quizá una era Richard Ortiz, vendido para ajustar las cuentas. Los jugadores a disposición de Almeida son en su mayoría "obreros".

El poder de la mística

Así que aquí está la pregunta clave. ¿Estaría peleando el título un equipo así si estuviera vistiendo otra camiseta? Porque es innegable que parte de la fuerza de Olimpia viene del pasado del club.

Ronaldinho

Ronaldinho, la estrella del Atlético Mineiro, tuvo un pobre rendimiento en la ida.

Estos títulos, el apodo de "Rey de Copas", la expectativa de éxito que se transmite desde las tribunas, que en algunos casos intimida a los equipos y puede hacerlos ceder ante la presión; pero en otros, puede inspirar: el pasado crea una visión de lo que es posible, que los jugadores se esfuerzan por imitar en el presente. Este parece ser el caso de Olimpia en 2013.

Por supuesto, el título aún no es de ellos. Atlético tiene 90 minutos para remontar una desventaja de dos goles y forzar una prórroga.

Con certeza, Ronaldinho no pueda repetir su desastroso rendimiento en la ida, cuando fue reemplazado en la segunda mitad.

El estadio Mineirao estará abarrotado en la noche más grande en la historia del Atlético.

Probablemente las chances de Olimpia no sean más que 50-50. Pero pase lo que pase esta noche, haber superado estos obstáculos, y estar a la altura de la tradición del club, hace que Olimpia sea la historia que sobresale en esta Copa Libertadores 2013.

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