La prudencia es buena consejera para cualquier explorador que se aventure en la selva del fútbol, pero a veces el tigre está tan viejo, o enfermo, que es posible retorcerle impunemente la cola y algo más.

Y justamente algo más es lo que hizo el Manchester City del chileno Manuel Pellegrini al reconocido señor de la selva inglesa: 4-1, con dominio en todos los planos del juego, colectivo e individual, en táctica, técnica y despliegue físico.

¿Ha perdido los dientes el Manchester United? El resultado no refleja cabalmente la superioridad del equipo de Manuel Pellegrini.

A esto conviene agregar la derrota previa (1-0) ante otro clásico rival, el Liverpool, y un empate (0-0) ante el Chelsea, cuando éste no estaba bien.

Para David Moyes el traspié en su primer derby en el estadio Etihad es particularmente doloroso, incluso teniendo en cuenta que en sus 11 años al frente del Everton nunca pudo ganarle al Liverpool en Anfield.

¿Misión imposible?

David Moyes

Moyes sufrió una goleada.

Cuando Alex Ferguson anunció sorpresivamente su retiro, identificando a su paisano Moyes como sucesor, las opiniones estuvieron divididas.

Moyes es un personaje muy respetado en Inglaterra, pero muchos dijeron que en Everton no había acumulado suficiente experiencia para tratar con un vestuario de multimillonarios ególatras y, también muy importante, moverse en el mercado de los grandes fichajes europeos, una selva más inhóspita aún.

Era necesario reforzar el plantel y también resolver el problema de la desafección de Wayne Rooney, provocada en buena parte por la arbitrariedad y mano pesada de Ferguson.

Moyes no comenzó con buen pie.

Dos errores

Uno de sus primeros errores consistió en declarar a los periodistas que consideraba a Rooney un jugador muy importante… "cuando no podamos contar con Van Persie".

Wayne Rooney

Rooney, la víctima.

Rooney se indignó, por supuesto, aunque él y su agente sabían que Moyes no había querido decir que lo consideraba un suplente. Se había expresado mal, en un momento de tensión, ante los periodistas, pero Rooney aprovechó para mejorar su imagen ante los aficionados: víctima de Ferguson y ahora Moyes.

Su otro error, compartido con el nuevo director ejecutivo del club, Ed Woodward, fue proclamar que disponía de mucho dinero para reforzar el plantel. No había, dijeron ambos, límites financieros impuestos por la familia Glazer, propietaria del club. Esto no era totalmente cierto, por supuesto.

De cine mudo

Estos dos personajes, el técnico y el empresario, se lanzaron a una infructuosa cacería de fichajes que para muchos resultó tan cómica como la persecución de los policías de Keystone en una vieja película de Charlie Chaplin.

Entre declaraciones públicas y trascendidos (algunos de ellos infundados, claro), surgieron Cristiano Ronaldo, Cesc Fábregas, Thiago Alcántara, Daniele De Rossi, Luka Modric, Wesley Sneijder, Sami Khedira, Ander Herrera, Gareth Bale, Fabio Coentrao, Ezequiel Garay, Leighton Baines y Marouane Fellaini.

Especialmente cómico fue el episodio en el que un grupo de abogados de Keystone trató de negociar a último momento el pago de la cláusula de Herrera: en Manchester se dijo que eran "impostores", en Madrid que eran profesionales de una firma especializada en ese tipo de asuntos.

Fellaini

Fellaini llegó al Man U. Pero llegó solo.

Curiosamente apenas se habló de Mesut Özil, que había sido un objeto de deseo de Alex Ferguson antes de ir al Real Madrid.

Al final sólo llegó Fellaini, acompañado en la imaginación popular por los policías/abogados Keystone, porque el Man United dejó pasar una oportunidad de adquirirlo por una cantidad menor que la pagada finalmente.

Moyes explicó esto con el argumento de que la estrategia del club había sido comprar al Everton los pases de Fellaini y Baines: si sólo pujaban por Fellaini, Baines se escurriría por los agujeros de la red, dijo. Y eso es lo que pasó.

El gran culpable

Moyes y Pellegrini

A Moyes no le quedó sino felicitar al técnico chileno.

No se debe culpar enteramente a Moyes; en realidad, el gran culpable, para muchos comentaristas ingleses, es el nuevo director ejecutivo, Ed Woodward, más habituado a tratar con banqueros y presidentes de transnacionales que con representantes de clubes de fútbol, que son otro tipo de animal.

Woodward fue el genio que pergeñó la trama de acuerdos que permitió a la familia Glazer comprar el Man United con dinero tomado a préstamo, una deuda cuyo oneroso servicio fue cargado al club.

El flamante director también ha sido muy exitoso en la negociación de acuerdos comerciales con grandes empresas internacionales, pero, como observa el periodista Martin Simon, del Daily Mail, "una cosa es negociar con Aeroflot y otra con Everton: Aeroflot quiere llegar a un acuerdo; Everton no".

La cola del tigre

Alex Ferguson también sufrió goleadas en el derby cuando estuvo en el banquillo del Man United, pero todos sabían que el tigre reaccionaría cuando le retorcieran la cola.

Alex Ferguson

Ferguson presenció otra derrota en el derby, esta vez desde las gradas.

El viejo luchador tenía la autoridad moral y la fuerza de carácter para gritarles cosas terribles a sus jugadores en el vestuario. Moyes debe ser más prudente, porque otro de sus desafíos consiste en ganarse el respeto del plantel.

Un conductor, especialmente al comienzo, no se gana a los gritos el respeto de un grupo tan inestable como un plantel profesional de fútbol: tiene que negociar, presionar, exigir, conceder.

Tiene que ser flexible para poder, luego, descargar un puñetazo sobre la mesa y decir "aquí mando yo".

Ejemplo de Di Canio

Por supuesto que debe gritar cuando el equipo pierde vergonzosamente el derby, pero en este tipo de cosas hay un protocolo.

Di Canio

Di Canio fue a "sacar la basura", pero al Sunderland no vuelve.

Ayer, Paolo Di Canio, un cultor del puñetazo preventivo sobre la mesa, fue despedido por el Sunderland, al hacerse evidente que el DT era rechazado por el plantel y la afición: lo último que dijo públicamente es que iba a "sacarle la basura de la cabeza" a los jugadores.

Moyes dijo en privado lo que tenía que decir. Ahora veremos cuántos dientes le quedan al tigre.

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