Xi jinping

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La frustración y pánico entre la población han puesto en entredicho las medidas para "el mantenimiento de la estabilidad" de las autoridades.

Ha transcurrido poco más de un mes desde el brote de un misterioso coronavirus en China y, hasta este martes, ya se había cobrado más de 360 muertes.

Desde finales de diciembre, el vasto Partido Comunista de China (PCCh) se movilizó para contener la epidemia, tras diversos discursos de su máximo líder, el presidente Xi Jinping.

No obstante, al mismo tiempo, la frustración y pánico entre la población han puesto en entredicho las medidas para "el mantenimiento de la estabilidad" de las autoridades, hasta el punto de que ni la maquinaria estatal ha podido frenar en su totalidad las opiniones adversas.

Una de las consecuencias de esta enorme crisis de salud pública es la brecha clara que se ha creado entre el gobierno y la sociedad, planteando un gran desafío al férreo régimen chino.

Fisuras internas

Una mujer y un niño con mascarillas en la cara frente la la puerta de Tiananmen.

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En las dos últimas semanas, el departamento encargado de responder a la epidemia parece estar actuando de forma más proactiva.

Durante las primeras semanas del brote, el descuido y la falta de acción de las autoridades fueron algunas de las grandes quejas de la población. Durante ese periodo, se pusieron en evidencia varias contradicciones sobre cómo el PCCh estaba gestionando el asunto.

La Comisión de Salud de Wuhan reveló que se había registrado una "neumonía desconocida" a finales de diciembre. Pero hasta que Xi Jinping no emitió sus directrices sobre cómo abordar el problema el 20 de enero, ni el gobierno central de Pekín ni los gobiernos locales de la provincia de Hubei y la ciudad de Wuhan, en el centro de la epidemia, habían hecho mucho en cuanto a transparencia yrespuesta a la crisis.

Wang Guangfa, uno de los prominentes expertos en enfermedades respiratorias enviados por el gobierno a Wuhan, había resaltado en una entrevista con los medios que la epidemia era "prevenible y controlable", palabras que a partir de entonces se convirtieron en la tónica entre la opinión pública.

El 20 de enero, Xi Jinping instruyó que "se debe prestar gran atención y se deben hacer grandes esfuerzos para prevenir y controlar la enfermedad". Solo entonces empezó a conocerse gradualmente la epidemia.

Entre el 31 de diciembre y el 17 de enero, el número de casos confirmados en China subió de 27 a 62, pero del 20 de enero en adelante se disparó hasta los miles de casos.

Mapa de la propagación del coronavirus en China

BBC

Desde entonces, Xi Jinping ha abordado el tema de la epidemia en continuas ocasiones.

El presidente anunció el establecimiento de un Grupo de Liderazgo del Partido Comunista contra el brote y aseguró al presidente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus, que él estaba personalmente "al frente y en control" de la situación.

En un momento en que el pánico crece rápidamente entre la población, el gobierno de Pekín proyecta una imagen de estabilidad para el resto de China y el mundo exterior.

En las dos últimas semanas, el departamento encargado de responder a la epidemia parece estar actuando de forma más proactiva, si bien algunos comentarios de funcionarios públicos generaron resonaron especialmente entre el público, para bien o para mal.

El 30 de enero, la ciudad de Huanggang, en la provincia central de Hubei, informó que Tang Zhihong, director del Comité de Salud, había sido destituido de su cargo. Este fue el primer funcionario responsable de gestionar la epidemia en ser despedido por deficiencias en su labor.

Tras Wuhan, Huanggang es la ciudad más afectada por el brote. Hasta el 2 de febrero, se habían diagnosticado más de 1.002 casos, comparados con los 4.109 de Wuhan.

Tang Zhihong había aparecido en un video de la televisión estatal de China, CCTV, que se volvió viral, sin poder contestar a las preguntas que le estaba haciendo un equipo de supervisión del gobierno central sobre el número de pacientes admitidos y diagnosticados en el hospital de Huanggang.

Hospital desde el aire

Reuters
China construyó un hospital en 10 días para tratar a los pacientes con coronavirus.

El 29 de enero, unas declaraciones de Zhang Wenhong, prominente especialista en enfermedades infecciosas y encargado de combatir la epidemia en Shanghái, también resonaron en internet.

En un video, Zhang declaró a CCTV y otros medios que había reemplazado a todos los doctores de la primera línea en su hospital con miembros del Partido Comunista.

"¿Acaso los miembros del PCCh no juran poner los intereses del pueblo primero?", afirmó. "Si están en el partido, no me importa si están de acuerdo o no. Deben ir".

El experto añadió que nadie puede obligar a ir a los que no son del partido, pero sí a los que son miembros de la formación.

Sus palabras fueron elogiadas por internautas de la red social china Weibo, la más popular en el país.

"Si fueran todos como él, la situación no sería tan grave", escribió un usuario. Pero otro advirtió: "Mejor mantengámosle el perfil bajo para protegerle".

¿Cambios reales?

La respuesta del gobierno chino hasta la fecha evidencia que "se ha dado cuenta de la necesidad de que el pueblo entienda la manera en que están manejando la crisis, lo que significa que deben ser aceptados y reconocidos por la sociedad", opina Nicholas Thomas, profesor asociado del Departamento de Estudios Asiáticos e Internacionales de la Universidad de Hong Kong.

"Por eso su respuesta ha sido más rápida esta vez", enfatiza.

Dos soldados con mascarillas en la estación de Pekín, 22 de enero

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Esta es la mayor crisis de salud pública enfrentada por China en la era de Xi Jinping y también se está convirtiendo en una crisis social.

En comparación con el virus del síndrome respiratorio agudo severo (SARS, por sus siglas en inglés) que apareció entre 2002 y 2003 y provocó la muerte de cientos de personas, la respuesta del PCCh ha sido significativamente más rápida con el nuevo coronavirus.

En el caso del SARS, el grave encubrimiento temporal por parte del gobierno chino agravó la epidemia, que acabó extendiéndose a varios países.

Sin embargo, algunos analistas expertos en China consideran que el hecho de que el PCCh se haya vuelto más consciente de la necesidad de responder abiertamente a la epidemia no significa que el sistema que impera en el país haya cambiado. Esta, apunta, podría ser simplemente una solución temporal.

"Pueda que haya habido cambios, pero estos no pueden ser entendidos como un cambio en el sistema", consideró Guo Yuhua, profesora de sociología de la prestigiosa Universidad Tsinghua de Pekín.

"Debido a la seriedad de la epidemia, esto solo puede considerarse una situación grave, por lo que el régimen se ha visto forzado hasta el momento por las demandas y la ira de la población", le comenta Guo a la BBC.

Hasta el 3 de febrero, China había confirmado oficialmente 17.332 casos del nuevo coronavirus registrados, 361 muertes, 475 pacientes recuperados y 21.558 casos en estudio en todas las provincias y regiones del país. La escala del brote y el número de casos confirmados ya sobrepasó la crisis del SARS.

Desconexión del gobierno con el pueblo

Esta es la mayor crisis de salud pública que enfrenta China en la era de Xi Jinping y ya se está convirtiendo en una crisis social.

A pesar de que el mensaje oficial en tono positivo ha recibido algo de apoyo, el gobierno todavía no ha podido calmar las dudas del público, ni la insatisfacción o la desconfianza.

En las redes sociales chinas, los casos más amargos reportados por los medios chinos en primera línea en Wuhan causaron conmoción e indignación.

Varios grupos de voluntarios y otros individuos se esfuerzan por recolectar materiales profilácticos como mascarillas y ropas protectoras para los hospitales, y los pacientes y sus familias que buscan ayuda en internet están encontrando la manera y los medios para conseguir tratamiento médico.

La sociedad civil ha jugado un rol importante en esta epidemia, ganando más reconocimiento que las entidades del gobierno.

Una madre con su hija que porta una mascarilla

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Hasta el 3 de febrero, China había confirmado oficialmente 17.332 casos registrados, 361 muertes, 475 pacientes recuperados y 21.558 casos en estudio en todas las provincias y regiones del país.

Guo Yuhua cree que este fenómeno demuestra que la paciencia de la población ha llegado a su límite.

"En el pasado, cuando se daban otros incidentes de carácter público, los chinos decían: 'Esto no me incumbe, es problema de otros'. Pero esta vez involucra a tanta gente que todos son conscientes de que se trata de vida o muerte", comenta. "Este es el despertar de un pueblo en crisis".

En transcurso de los últimos años, el control del gobierno chino se ha endurecido, lo que ha vuelto el régimen unipartidista cada vez más conservador. Esto facilita la gestión por parte de aquellos en el poder a corto plazo, pero vuelve al PCCh más vulnerable ante grandes crisis.

"En un sistema democrático, la información suele ser más transparente y la gente entiende mejor dónde encontrar información confiable y recursos al enfrentar una emergencia de salud pública y así calmar su ansiedad", puntualiza Nicholas Thomas, a la BBC.

"En la China de hoy, es difícil para la gente encontrar información que satisfaga sus necesidades, así que habrá más indignación y quejas".

Posibles lecciones

Aunque la epidemia presentó enormes desafíos a la estabilidad y legitimidad del Partido Comunista de China, los expertos creen que es difícil saber si la cúpula del partido aprenderá algo de lo ocurrido y si aplicará cambios en el sistema antes de la próxima crisis de salud pública.

"Todo depende de cómo el pueblo evalúe la estrategia del gobierno al final de la epidemia", indica Thomas. "La transparencia y la buena comunicación son la clave".

Guo Yuhua, por su parte, opina que esta crisis podría hacer que algunos chinos vean las desventajas de la "maquinaria estatal", pero ante la falta de controles y equilibrios, el poder real de la opinión pública es muy débil, así que será difícil que provoque cambios en el sistema actual.


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