Onno Heerma van Voss bromea que nunca tuvo la intención de ser un conservacionista, sin embargo está ayudando a salvar al elefante africano.
Un gran número de estos animales salvajes está desapareciendo: se estima que unos 100 son asesinados por cazadores furtivos cada día para obtener sus colmillos, ante la creciente demanda de marfil.
Ahora solo quedan unos 415.000 elefantes africanos en todo el continente, de los cerca de cinco millones que había hace un siglo, según una campaña global del grupo WWF (antes conocido como el World Wide Fund for Nature -el Fondo Mundial para la Naturaleza-).
Aunque la venta mundial de marfil nuevo se prohibió en 1989, los animales aún son cazados para alimentar el comercio ilegal que es promovido por la continua demanda en China.
¿Qué está haciendo Heerma van Voss, un holandés de 48 años, para proteger a los elefantes africanos? Vende semillas.
Si, suena raro, pero es que estas no son cualquier semilla, son unas muy especiales que vienen de América del Sur y se llaman tagua.
Son las semillas blanquecinas de seis especies de palmeras. Pueden alcanzar los 9 centímetros de altura y cuando se secan son realmente duras.
Tan duras que también se las conoce como el “marfil vegetal”.
Y al igual que el marfil, la tagua puede ser pulida y tallada, y convertida en esculturas ornamentales o joyas.
Desde su base en Quito, la capital de Ecuador, la empresa de Heerma van Voss, Naya Nayon, ha estado exportando tagua desde hace 16 años y afirma que las ventas explotan.
Exporta a 70 países incluyendo a China, Japón y Singapur, ahora que la tagua se está haciendo más popular como alternativa al marfil.
Y con la promesa de China de poner fin al comercio interno de colmillos de elefante para fin de año, Heerma van Voss espera que la demanda aumente más que nunca.
Planta de elefante
El uso de la tagua como sustituto del marfil no es nuevo. Las exportaciones de la semilla a Europa comenzaron en el siglo XIX, en un intento por suplir la demanda de materiales parecidos al marfil.
La tagua se usó para producir artículos como botones, piezas de ajedrez y decorativos mangos de bastones.
De hecho, el nombre científico de las seis especies de palmera que producen la tagua es Phytelephas, que significa planta de elefante, un guiño a las semejanzas entre la semilla y el marfil.
Sin embargo, en el algún momento la tagua cayó en el olvido. A tal punto que Heerma van Voss no había escuchado hablar de ella cuando llegó a Ecuador en 2000.
Como le gustó el país decidió quedarse y abrió su negocio, Naya Nayon, con la intención de fabricar y exportar muebles de madera.
Pero un año después recibió un llamado.
“A comienzos de 2001 una británica basada en Francia me contactó para preguntarme si podía conseguirle estatuillas de tagua hechas a mano”, recuerda.
“Es importante escuchar a tus clientes para hacer que una empresa funcione. Así que lo hice y me empezó a gustar la tagua y de a poco fue despegando”, cuenta.
“Siempre bromeo que soy un ecologista a la fuerza pero realmente me gusta este producto”.
Heerma van Voss ahora genera unos US$200.000 al año por la venta de tagua, que le compra a campesinos.
Él y sus cuatros empleados secan y trozan las semillas para que estén listas para convertirse en joyas.
Francia es su principal mercado.
En el mercado
La tagua trozada se vende por lo general a US$30 el kilo, mientras que la semilla cruda se vende a US$6 el kilo.
Como comparación, un kilo de marfil puede valer hasta US$1.000 en China.
Aunque Heerma van Voss se prepara para un gran salto en la demanda china, la tagua se enfrenta a dos dificultades en ese país.
La primera es que incluso la semilla de tagua más larga es más corta que un colmillo de elefante promedio, lo cual limita el tamaño de los objetos que se pueden hacer a partir de ese material.
Y la segunda es que la tagua no es tan exclusiva como el marfil.
Hongxiang Huang, un periodista y activista antimarfil chino, explica: “A medida que la gente se hace más rica quiere comprar artículos de lujo, y el marfil es una de las tantas cosas que desean. Esto es lo que ocurre en China”.
Un reemplazo prehistórico
Para los compradores que buscan una alternativa al marfil de elefante que siga proviniendo de un mamífero pero que venga de una fuente ética, hay una solución, que está debajo de la helada tundra siberiana, en el noreste de Rusia.
Puede sonar bizarro, pero en esa zona es común encontrar colmillos de mamut que murieron hace decenas de miles de años.
No hay cifras oficiales, pero se estima que cada año se encuentran unas 60 toneladas de marfil de mamut.
Este material se vendió en promedio a US$350 el kilo en 2014, según la organización benéfica Save the Elephants (Salvemos a los elefantes).
Esto representa un tercio del precio del marfil de elefante. Pero los colmillos de mamut gigante en buenas condiciones pueden valer mucho más.
John Frederick Walker, un experto en marfil, afirma: “Los maestros escultores prefieren el marfil de elefante porque el marfil fresco es más fácil de tallar”.
“Pero lo cierto es que se pueden hacer cosas maravillosas a partir del marfil de mamut”.
No obstante, dado que la tagua es mucho más fácil de conseguir que el marfil de mamut, y considerablemente más barata, son estas semillas sudamericanas las que más están usando los joyeros, y no los colmillos siberianos.
Joyería
Marion Andron es copropietaria de la joyería francesa Nodova, que vendió joyas de tagua por más de US$320.000 el año pasado.
Andron, de 27 años, viaja a Ecuador dos veces al año para supervisar la producción de tagua, que está a cargo de siete mujeres locales que forman parte de una cooperativa.
Mientras que los mercados más grandes de Nodova son Francia y el Reino Unido, también le vende a negocios por toda Asia.
Y según Andron, la inminente prohibición de venta de marfil en China ofrece una enorme oportunidad.
“Creo que la tagua ha ayudado a reducir la demanda de marfil de origen animal y realmente, con toda la atención mediática, no creo que hoy en día haya alguien que no sepa sobre la matanza de elefantes”, afirma.