
Hubo una vez en la que se movían en libertad millones de bisontes por las grandes llanuras de EE.UU., hasta que las manadas fueron diezmadas por los seres humanos.
¿Qué tienen en común Hollywood, un magnate del chicle y unos dardos anticonceptivos? Todos comparten la historia de una manada de bisontes peculiar.
Calvin Duncan se agazapa en el suelo y observa su objetivo.
La hembra de bisonte sabe que está ahí, a tan solo unas decenas de metros de distancia, pero sigue pastando.
Duncan eleva su rifle cautelosamente a la altura de los ojos y centra a la hembra en su mira. La única prueba de que ha hecho blanco es un breve alboroto en la manada. Los bisontes se calman y vuelven a su ruidoso pasto.
El hombre coloca una bandera para marcar su posición y prosigue su camino a la búsqueda de su siguiente objetivo. No ha venido para abatir a los bisontes: es un científico que les dispara dardos anticonceptivos.
Esta población de bisontes es totalmente única. No está en Yellowstone, ni en las vastas planicies de Wyoming y Montana, donde uno espera normalmente ver a estas bestias.
Han vivido desde hace casi un siglo en la Isla Santa Catalina, a 35 kilómetros de la costa de California. La sorprendente historia de cómo llegaron hasta aquí, así como lo que ha ocurrido desde entonces, tiene que ver con un estudio de Hollywood, con un magnate del chicle y con un método experimental de control demográfico.
Una manada de cine
El bisonte de la Isla Santa Catalina apareció por primera vez aquí como estrella cinematográfica, hace unos 100 años. A comienzos de la edad de oro de Hollywood, esta isla servía como zona de rodaje en exteriores.

La Isla Santa Catalina está a 35km de California y fue escenario de varias películas.
Por aquel entonces, la industria del cine no había aún apostado por la aviación y resultaba más barato rodar en localizaciones que estuviesen relativamente próximas a los estudios en Los Ángeles o en los alrededores de la ciudad.
En diciembre de 1924, la Lasky Film Company trasladó a 14 ejemplares de bisonte a la isla de 192 kilómetros cuadrados para su debut en la gran pantalla.
Los historiadores expertos en la Isla Santa Catalina no están muy seguros de en qué película iban a aparecer los animales. Algunos dicen que iban a participar en el rodaje de "El ocaso de una raza" (The Vanishing American), una película muda de 1925 del género western basada en la obra del novelista Zane Grey.
Una opción más plausible es que fueran a aparecer en otra película de vaqueros muda del mismo año titulado "La horda maldita" (The Thundering Herd). Realmente nadie puede responder con certeza a esta cuestión porque al final ningún bisonte apareció en las pantallas.
Cuando las producciones concluían, los productores, los directores, los actores y el resto de personal volvían al territorio continental.
Cuando las producciones concluían, los productores, los directores, los actores y el resto de personal volvían al territorio continental.
Pero quizá debido a los costes del transporte marítimo, los bisontes se quedaron allí. Permanecieron en la isla haciendo lo que mejor saben hacer: pastar y aparearse.
Pero con una población inicial de solo 14 ejemplares en 1924, los bisontes se habrían visto ante un problema de escasez de variedad genética.
Por este motivo, en los diez años siguientes, el magnate del chicle William Wrigley, que tenía una participación mayoritaria en la Santa Catalina Island Company, desembarcó en la isla 24 ejemplares más.

Hollywood llevó a los búfalos a la isla Santa Catalina.
En los años 60, el bisonte había invadido casi por completo la Isla Santa Catalina.
Había desbancado al resto de animales de pastoreo, como al ciervo mulo. Según diversos cálculos, había más de 400 ejemplares (cifra que podría haber llegado a los 600) deambulando por el interior del diminuto territorio.
La familia Wrigley comenzó a sacrificarlos, ya que tenían la intención de mantener una manada de entre 250 y 300 animales. Entre 1969 y 1977, fueron llevados de nuevo a tierra continental 267 ejemplares de bisonte.
Pero en pleno traslado de los animales, se introdujeron otros 22 en la manada de la isla, una vez más para garantizar la variabilidad genética. En 1996, se procedió a integrar en la manada a otros 12 bisontes.
Otras cámaras
Cuando los humanos tratan de mantener una manada sana de grandes herbívoros en un espacio cerrado, la manada crece demasiado y los humanos tienen que intervenir para reducirla.
Cuando los humanos tratan de mantener una manada sana de grandes herbívoros en un espacio cerrado, la manada crece demasiado y los humanos tienen que intervenir para reducirla.
La manada puede seguir siendo manejable durante unos pocos años, ya que las hembras solo paren una cría en cada parto y dedican tres o cuatro años a criarlas, pero los humanos deben intervenir de nuevo para introducir nuevos genes en la manada con el fin de evitar problemas de endogamia.
Las soluciones de la familia Wrigley a los problemas de los bisontes, aun siendo imperfectas, dejaban entrever que aceptaban su obligación moral de hacerse cargo de ellos.
En 1972, la organización de conservación y educación sin ánimo de lucro Catalina Island Conservancy se hizo con el control del 88% de la isla, incluyendo a los bisontes.
Durante varias décadas, se ha dedicado a trasladar a los bisontes al continente.
Algunos volvieron a las grandes llanuras del oeste de EE. UU. y otros fueron subastados. Pero en los últimos años, la organización ha decidido implementar un enfoque más integral y ético.

Los dardos llevan un anticonceptivo, lo que permite el control de la manada.
Hace 90 años, los cineastas trataron de convertir a los bisontes en estrellas de cine. Ahora las cámaras que siguen a los bisontes tienen el objetivo de recopilar información para mantenerlos en buen estado.
Agazapada a unas pocas decenas de metros de Duncan, mientras él trata de hacer blanco en un ejemplar con un dardo anticonceptivo, Julie King graba la escena con la cámara.
Juntos, estos dos biólogos trabajan para controlar la manada de bisontes de la isla, así como el resto de fauna insular, y los vídeos obtenidos les permiten saber qué bisontes han sido alcanzados por el dardo.
Vacuna hecha a mano
La munición de Duncan incluye un pequeño vial que contiene solo una diezmilésima de gramo de un líquido denominado PZP, una vacuna derivada de células porcinas que actúa como anticonceptivo.
Funciona engañando al sistema inmunitario de las hembras, al conseguir que sus anticuerpos se unan a sus propios óvulos, lográndose así que ningún espermatozoide llegue a destino. En una publicación científica sobre sus investigaciones, Duncan y King se refieren a esta vacuna como "romance sin responsabilidades".
"No preparamos la vacuna hasta que vamos a administrarla", explica Duncan. Tras mezclar las dos partes, puede mantenerse en el refrigerador durante una noche, periodo tras el cual se vuelve inservible.
"No es una vacuna cara: solo cuesta entre US$22 y 25, pero si uno ve todo lo que hay que hacer para elaborarla, resulta bastante irrespetuoso malgastarla", comenta Duncan.
Cada una de las dosis la prepara una única persona en el Science and Conservation Center situado en Billings, Montana, donde Duncan recibió su formación en contracepción de fauna salvaje.

Llegaron a ser 600 los bisontes. Hoy su número se ha reducido hasta 150.
El PZP se usa comúnmente en los zoológicos estadounidenses, pero solo muy raramente en animales salvajes en libertad. Duncan generalmente prepara la vacuna in situ justo antes de disponerse a administrarla y solo elabora entre tres y cinco dosis en cada ocasión.
Antes del experimento anticonceptivo de la organización de conservación, más de dos tercios de las hembras de bisonte parían cada año.
En el primer año de la operación, solo un 10,4% tuvo crías. En el segundo año, el porcentaje bajó al 3%. Por último, en 2013, solo nació una cría de bisonte, bautizada como Uno.
Cabe destacar que, aunque el programa inicialmente establecido por la familia Wrigley no tenía carácter sistemático (por ejemplo, debido a las complejidades de las jerarquías sociales de la especie, algunos de los machos introducidos en la manada nunca llegaron a aparearse con éxito), la manada en un principio logró conservar un nivel razonable de calidad a nivel de diversidad genética.
Lo cierto es que ahora que la organización de conservación ha implementado un programa de anticoncepción aparentemente eficaz, existe la posibilidad de que haya que introducir una nueva dosis de genes en la manada.
"No hemos tenido ningún cambio genético en la población de bisontes desde hace ya tiempo, pero tienen una tasa de reproducción tan lenta que no es realmente un problema grave como en especies que paren grandes camadas, varias veces al año", afirma King.
Atracción turística
"Lo vendemos como un safari de búfalos y sin tener que ir a Yellowstone."
Donna Harris, Cámara de Comercio de la Isla Santa Catalina
¿Pero por qué esforzarse tanto por mantener activamente la manada en vez de dejarla desaparecer poco a poco? Al fin y al cabo, los bisontes no deberían ni tan siquiera estar ahí en primer lugar.
Además, cuando ha habido presencia de otras especies invasoras, como la cabra salvaje o el jabalí, lo que se ha hecho es librarse de ellas.
Donna Harris, directora de marketing de la Cámara de Comercio de la Isla Santa Catalina, afirma que el motivo principal es que los bisontes siguen teniendo un gran atractivo turístico. "Lo vendemos como un safari de búfalos y sin tener que ir a Yellowstone", dice.
Y tiene razón: un simple paseo por la calle comercial principal que discurre a lo largo del puerto de Avalon revela innumerables imanes de bisontes para el frigorífico, tarjetas postales de bisontes, vasos de chupitos y toda clase de utensilios a la venta para turistas y pasajeros de cruceros.

El turismo de fauna salvaje es una herramienta para proteger especies.
Una tienda incluso luce una estatua de un bisonte a tamaño real en su tejado.
Pero investigaciones realizadas sobre el bisonte de la Isla Santa Catalina tienen un enorme valor científico.
Los hallazgos de Duncan y King podrían resultar útiles en última instancia para ayudar a otros gestores de fauna salvaje a mantener poblaciones de animales en buenas condiciones, especialmente en espacios cerrados como los cotos de caza.
Ahora bien, es inevitable no plantearse la pregunta siguiente: ¿se cuida al bisonte de manera tan dedicada porque es un animal carismático y rentable?
El turismo de fauna salvaje es una herramienta cada vez más importante para las organizaciones de conservación de naturaleza, ¿pero qué sucede cuando una especie no es tan encantadora?
Por cierto, el bisonte de la Isla Santa Catalina llegó a debutar en la gran pantalla. En 1971, el productor y director Stanley Kramer rodó una película en la isla titulada "Bendice a los animales y a los niños" (Bless the Beasts and the Children).
El título no podría haber sido mejor: la película gira en torno a un grupo de niños que trata de detener la matanza de una manada de bisontes cautivos…
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