Cómo me salvé a mí misma y a más de 400 mujeres del corredor de la muerte
Su historia
Kigula nació en Masaka, una ciudad ganadera de Uganda central, en el seno de una familia acomodada."Mi infancia feliz no me preparó para lo que vendría en la edad adulta", comenta.Sorpresa
Kigula se despertó horas después en el hospital, con la herida en la parte posterior del cuello todavía sangrando.En prisión
Cinco años después de este episodio, Kigula seguía en prisión. Compartía una celda construida para una persona con otras tres mujeres. El inodoro era un balde."Todos los días me despertaba y pensaba: '¿Hoy me colgarán?'", dice.La universidad
Por mediación de Alexander McLean, un joven británico que creó un proyecto para recaudar fondos para las cárceles de Uganda, Kigula y otras mujeres se convirtieron en los primeros prisioneros ugandeses en tomar un curso por correspondencia en la Universidad de Londres.Estudiaron derecho y, con el paso del tiempo, ganó tal reputación entre el personal de la prisión que muchos guardias acudían a ella en busca de asesoramiento legal.Más tarde, Kigula estableció una oficina legal en la prisiónpara ayudar a otros reclusos con solicitudes de libertad bajo fianza o redactando memorandos de apelación para ellos y enseñándoles cómo representarse en el tribunal, si no podían pagar un abogado. Incluso antes de terminar su carrera, organizó una petición para impugnar la pena de muerte obligatoria de Uganda a la que sumaron 417 personas. Tuvo tal repercusión que llegó incluso hasta el Tribunal Supremo, que finalmente emitió un fallo al respecto: no se aboliría la pena de muerte.Sin embargo, dictaminó que la pena capital no debería ser obligatoria en casos de asesinato y que una persona condenada no debería permanecer en el corredor de la muerte indefinidamente.De hecho, estableció que si un condenado no era ejecutado dentro de los tres primeros años, la condena pasaría automáticamente a cadena perpetua. Y, a la luz de estos cambios, la Corte Suprema dictaminó que los condenados a muerte podrían apelar ante al Tribunal Superior su sentencia.Kigula tendría, entonces, otro oportunidad en la corte.La libertad
Fue esa vez, en noviembre de 2011, cuando lloró al ver a su hijastro después de tanto tiempo y dijo "lo siento". Pero tras su llanto los jueces y los medios de comunicación no estaban convencidos de su sentencia.La Corte Suprema redujo la sentencia de Kigula a 20 años, y con los cuatro que pasó en prisión preventiva fue liberada en 2016.Ahora puedes recibir notificaciones de BBC Mundo. Descarga la nueva versión de nuestra app y actívalas para no perderte nuestro mejor contenido.
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