Cómo llegué a ser "la madre de 2.000 personas"
"Como la mayoría de la gente en Estados Unidos, yo no tenía conciencia de la escala del desastre con los refugiados hasta que en 2015 se publicaron las fotos del niñoAlan Kurdi, de tres años, que había sido arrastrado por la marea. Pero no sentí el impacto de la magnitud del fenómeno hasta que no estuve aquí y vi por mí misma las pilas de chalecos salvavidas y los botes varados en la playa. Había solicitado una licencia en mi trabajo y había planeado pasar 45 días en Grecia. Suponía que iba a encontrar gente que tenía alojamiento, estaba alimentada y contaba con servicios básicos.
Amanecer en Lesbos
En mi primera mañana en la isla de Lesbos, salí al balcón y pude ver nueve botes que venían desde Turquía. Escuchábamos a la gente decir que los botes estaban sobrecargados, pero ver a 50 personas bajando de una embarcación con capacidad para 10 fue algo sobrecogedor. No podría enumerar la cantidad de veces que la gente descendía de los botes y literalmente besaba la tierra. Era difícil comprender lo que estaba viendo. Estaba horrorizada con las historias que escuchaba. Y al mismo tiempo, estaba feliz de poder ayudar, de ver a esos niños ya vestidos con ropa seca, buscando el primer juguete que pudieran encontrar. Probablemente no quedó ninguna emoción sin experimentar, estando allí día tras día en la playa, viendo la llegada de los botes. Y así fue como comenzó mi viaje a Grecia.Cuando llegué al campo de refugiados de Oinofyta, en el continente, al norte de Atenas, no había nada; sólo tiendas y cocinillas de campaña. Yo no tenía experiencia con refugiados, pero soy una persona proactiva. Después del huracán Katrina —sacudió EE.UU. en 2005 y fue uno de los cinco más mortíferos y el qué mayor daño económico provocó en la historia del país— , ayudé a crear una organización sin fines de lucro llamadaDo Your Part (Haz tu parte). Había trabajado en zonas de desastre, pero la de Grecia fue la primera experiencia con refugiados. Simplemente empecé a hacer cosas; organicé, planifiqué y construí.Todo tiene un final
No soy una santa. Aprendí que el amor es una elección. Para mí, uno de los momentos más estremecedores incluyó a gente que no necesariamente me gusta. Cuando fueron informados de que el campo iba a cerrar, vinieron a decirme cosas como: "Usted ha sido como una madre para mí. No sé qué voy a ser sin usted". Y ahí comprendí que había cumplido mi objetivo, que era cuidarlos y mostrarles que eran queridos, que eran tenidos en cuenta, que no habían sido olvidados.Cuando el campo fue cerrado, nos dijeron que tendríamos tiempo para recoger todas nuestras pertenencias. Teníamos cerca de un cuarto de millón de euros en propiedades en el campo. Luego, el gobierno griego, en menos de 24 horas, me dio tres horas para sacar todo. Cuando eso sucedió, publiqué en Facebook: "He terminado. Ellos ganaron y todos los otros perdieron". Probablemente esa fue una de mis peores noches. ¿Cómo luchar contra una burocracia que no tiene sentido?Al día siguiente me levanté y mi teléfono estaba repleto de mensajes que decían: "¿Qué necesitas que hagas? Iré a ayudarte". Entonces pensé: "Está bien, puedo hacer esto, juntos podemos hacerlo".El sueño del negocio propio
La mayoría de nosotros queremos proveernos a nosotros mismos. Cuando te pasas la vida pidiéndole limosnas a todos, uno pierde su dignidad. Yo tenía la loca idea de que sería bueno iniciar un negocio dedicado a la costura de bolsas con el material sobrante de las tiendas de campaña. Puedo decir que esos trabajadores eran los más felices del campamento porque tenían un propósito además de estar sentados, esperando la entrevista para la concesión del asilo. Ellos todavía tienen ese propósito. Actualmente empleamos a 18 residentes. El mes pasado firmé el contrato de leassing de un nuevo edificio para nuestra iniciativa Oinofyta Wares y nos mudaremos a la cercana comunidad de Dilesi —a 60 kilómetros al norte de Atenas—. Tenemos compañías en EE.UU. interesadas en compras en grandes volúmenes. Estamos ahora muy cerca de ser registrados como una empresa griega y esas personas serán sus propietarios. Mi padre era un oficial naval y mi marido estaba en la Guardia Costera de EE.UU., es decir, que nuestra familia se mudaba cada dos años. Buena parte de mi vida fue aprender a decir "adiós", lo que ha sido una de las cosas más duras en el campo, debido a la constante rotación de voluntarios y residentes. Lo más difícil fue la despedida de Mustafá, de cuatro años. Él estaba con su madre, su hermana y su pequeño hermano esperando para reunirse en Suecia con su padre y su hermano mayor. Estuve con ellos durante unos 16 meses y desarrollé un amor absoluto por ese pequeño. Él se sentaba en mi oficina y decía que los dos éramos los administradores del campo. Tenía una gran personalidad para ser un niño tan pequeño.Ahora puedes recibir notificaciones de BBC Mundo. Descarga la nueva versión de nuestra app y actívalas para no perderte nuestro mejor contenido.
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